lunes, 29 diciembre 2025

Dr. Axel Ranferi García Gaona, ginecólogo y obstetra: “Un embarazo que hoy parece normal puede complicarse en cuestión de horas”

- Cuando la prevención y el acompañamiento médico marcan la diferencia en la maternidad.

Cada embarazo es único y merece atención, cuidado y escucha desde el primer día. Cuando una mujer se queda embarazada, lo último que quiere escuchar es la palabra riesgo. La cabeza se llena de ilusión, de planes, de imágenes bonitas que todavía no existen, pero ya se sienten reales. Por eso, cuando algo se tuerce —o simplemente se complica— el golpe suele ser doble: físico y emocional.

Y, sin embargo, esta realidad existe. Aproximadamente uno de cada diez embarazos es considerado de alto riesgo. No es algo excepcional ni remoto. Le pasa a muchas mujeres, incluso a aquellas que se cuidaban, que se sentían bien y cuyo embarazo parecía avanzar sin sobresaltos.

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El ginecólogo y obstetra Axel Ranferiy García Gaona lo explica de forma muy clara: “Un embarazo de alto riesgo es aquel que puede poner en peligro la vida de la mamá, del bebé o de ambos”. Y añade algo que a menudo desconcierta: puede aparecer desde el principio… o de repente, casi sin avisar, al final del embarazo. Incluso cuando todo había ido “normal”.

Planificar no es tener miedo, es quererse

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La prevención empieza mucho antes del positivo en el test. Fuente: Canva

Hablar de planificación del embarazo no es enfriar la ilusión. Es cuidarla. Es darle un suelo firme.

El doctor insiste en algo sencillo pero decisivo: empezar a tomar ácido fólico entre tres y cuatro meses antes de buscar embarazo reduce el riesgo de alteraciones en el desarrollo del bebé. Y acudir a consulta antes de concebir permite detectar pequeños detalles que, con tiempo, se pueden ajustar. “Lo ideal es planear y acercarse a un especialista antes de lograr el embarazo”, señala.

Aquí entran también los hábitos diarios. No desde la culpa, sino desde la consciencia. El alcohol, el tabaco, una alimentación desordenada o enfermedades previas como la diabetes o la hipertensión pueden convertirse en un problema serio si no se controlan bien. Y no siempre lo notamos. A veces el cuerpo guarda silencio… hasta que ya no puede más.

Complicaciones como la preeclampsia o la diabetes gestacional no aparecen de la nada. Suelen ser el resultado de muchos pequeños factores sumados con el tiempo.

Cuando el embarazo se adelanta

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Un seguimiento médico cercano puede cambiar el rumbo del embarazo. Fuente: Canva

Hablar de bebés prematuros impone respeto. Son aquellos que nacen antes de la semana 37 y, cuanto antes llegan, más frágil es el inicio de su vida fuera del útero.

Pulmones inmaduros, bajo peso, dificultad para respirar, necesidad de incubadoras y cuidados intensivos. Muchos de estos bebés pasan semanas —a veces meses— en una Unidad de Terapia Intensiva Neonatal. Y sus padres aprenden a quererlos entre monitores, batas y silencios largos.

El Dr. García Gaona recuerda el caso de un bebé nacido entre las semanas 27 y 28 que necesitó casi tres meses de cuidados intensivos para salir adelante. Sobrevivió. Creció. Salió del hospital. “Son situaciones durísimas, pero con atención oportuna y equipos preparados, muchos bebés lo consiguen”, explica. No es fácil. Pero es posible.

Cuidarse no garantiza un camino perfecto, pero sí uno más seguro

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Incluso los comienzos más frágiles pueden salir adelante. Fuente: Canva

El mensaje final del Dr. García Gaona es tranquilizador y realista. Incluso en los embarazos más complejos, la gran mayoría puede resolverse bien cuando existe seguimiento médico estrecho y una relación de confianza entre la mujer y su equipo sanitario.

Evitar ultraprocesados, mantener hábitos saludables y seguir las indicaciones médicas no elimina todos los riesgos, pero aumenta enormemente las posibilidades de un buen desenlace. Como resume el especialista: “La mayoría de los embarazos se pueden resolver cuando hay un apego muy estricto entre la paciente y el médico”.

Al final, un embarazo de alto riesgo no define a una mujer ni a su maternidad.
Define un proceso que necesita más cuidado.
Más escucha.
Más acompañamiento.

Y, sobre todo, recuerda algo importante: pedir ayuda a tiempo también es una forma de amor.

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