El músculo no solo sostiene el cuerpo, también protege la salud con el paso de los años. La transformación personal rara vez llega de golpe. No suele aparecer un lunes por la mañana con una epifanía ni se sostiene a base de fuerza de voluntad infinita. Casi siempre es más silenciosa. Más lenta. Y, cuando funciona de verdad, está profundamente conectada con la salud. La historia de Ise Botello va justo por ahí.
A lo largo de tres años, Ise logró perder cerca de 21 kilos sin dietas estrictas ni entrenamientos extremos. Sin castigos. Sin heroicidades. Apostó por un sistema basado en el ayuno intermitente y la suplementación estratégica, y dejó que el cuerpo hiciera su parte cuando se le daban las condiciones adecuadas. Paso a paso. Sin prisas.
Cuando el enfoque cambia (y el cuerpo lo nota)

Durante mucho tiempo, su objetivo fue recuperar el equilibrio metabólico. Nada más. Pero todo cambió tras asistir a una convención en Orlando, donde escuchó de primera mano a expertos como el Dr. Carlos Jaramillo y el Dr. Benjamin Bikman. Ahí hubo un clic. De esos que no hacen ruido, pero lo reordenan todo.
Ise decidió incorporar el entrenamiento de resistencia a su rutina. No por estética. No por encajar en un molde. Por funcionalidad. Porque entendió algo clave: a partir de los 30 años empezamos a perder masa muscular de forma natural, y esa pérdida no solo afecta a cómo nos vemos, sino a cómo vivimos. A nuestra fuerza, nuestra autonomía, nuestra capacidad de movernos con seguridad dentro de veinte o treinta años.
No se trata de vivir más años. Se trata de poder vivirlos bien.
Romper el círculo de la resistencia a la insulina

Uno de los pilares de su enfoque es el control de la resistencia a la insulina, ese enemigo silencioso que está detrás de problemas tan comunes como el hígado graso, el colesterol alto, los triglicéridos elevados o la hipertensión. Cuando el cuerpo deja de responder bien a la insulina, todo se complica.
Aquí el músculo juega un papel protagonista. Crear masa muscular nueva significa crear células que sí responden a la insulina, que absorben la glucosa con facilidad y ayudan a romper ese bucle de inflamación y deterioro metabólico. El cuerpo, de pronto, vuelve a tener una salida.
El ayuno intermitente completa ese trabajo. No como castigo, sino como una pausa necesaria. Reduce la insulina, favorece la regeneración celular, desinflama y permite que el organismo se repare. En el caso de Ise, el formato más habitual es el 16:8: dieciséis horas de ayuno y ocho de alimentación, empezando justo después de la cena y rompiéndolo al día siguiente.
Cuando el cambio se contagia

El impacto de este proceso no se quedó en lo personal. Viniendo de una familia con antecedentes de diabetes, obesidad y problemas cardíacos, Ise vio cómo su entorno empezaba a cambiar. Sus hijos también mejoraron su salud. Emiliano, por ejemplo, logró revertir el acné, el hígado graso y el sobrepeso tras adoptar estos hábitos.
Hoy, su mirada va más allá. Sueña con crear la “Zona Azul Feel Great”, una comunidad global donde la longevidad no sea solo vivir más, sino hacerlo con fuerza, claridad mental y bienestar emocional.
Para quien esté pensando en empezar, su mensaje es honesto: no hay varitas mágicas. El cuerpo necesita tiempo. Un compromiso real de al menos tres meses. Supervisión médica, sobre todo si hay medicación de por medio. Y constancia, incluso cuando cuesta.
Como ella misma hizo al empezar a grabar sus entrenamientos en directo, no para exhibirse, sino para sostenerse. Porque no va de hacerlo perfecto. Va de hacerlo posible. Y repetirlo.
Ahí es donde ocurre el cambio de verdad.









