sábado, 27 diciembre 2025

Fernando Luna, nutricionista: “Dormir poco aumenta la impulsividad alimentaria y desregula el apetito”

- Dormir, comer y entrenar a tiempo puede cambiar más que cualquier suplemento.

Dormir mal desordena el cuerpo y el apetito. A veces pensamos que la salud va de hacerlo todo bien. Comer limpio. Entrenar duro. Tomar el suplemento de moda. Y, aun así, algo no encaja. Cansancio que no se va, hambre constante, falta de foco. Fernando Luna lleva tiempo señalando justo ahí: quizá no es lo que haces, sino cuándo lo haces.

Luna es profesor de educación física, nutricionista, investigador y doctorando en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP. Pero más allá de los títulos, hay algo que atraviesa todo su trabajo: la cronobiología, esa ciencia que estudia los ritmos internos que nos ordenan por dentro como un reloj silencioso. Ritmos que marcan cuándo tenemos sueño, cuándo rendimos mejor, cuándo el cuerpo repara… y cuándo no.

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Somos, aunque a veces lo olvidemos, una especie diurna. Estamos hechos para movernos de día y descansar de noche. Cuando forzamos ese sistema —trasnochando, comiendo a deshora, viviendo siempre “a contrarreloj”— el cuerpo aguanta un tiempo. Después, pasa factura.

Dormir no es perder horas, es ganarlas

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Dormir bien es el primer “suplemento” del cuerpo. Fuente: Canva

Fernando Luna insiste mucho en esto, quizá porque ve a diario cómo se subestima el descanso. En un mundo que premia estar siempre activos, dormir parece casi un pecado. Pero el sueño no es un extra, es el cimiento.

Para Luna, el orden es simple. Entrenar. Comer bien. Dormir. Y, si acaso, suplementar. Todo lo demás es poner parches donde falta base.

Cuando estás cansado, decides peor (y el cuerpo lo sabe)

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El reloj biológico también afecta al apetito y la energía. Fuente: Canva

Dormir mal no solo te deja ojeras. Te cambia por dentro. Afecta a las hormonas del hambre, aumenta la sensación de apetito y reduce la saciedad. Pero hay algo aún más sutil: el cansancio apaga la parte del cerebro que nos ayuda a frenar impulsos.

“Cuando la corteza prefrontal funciona peor, somos más impulsivos”, explica Luna. Y eso se traduce en elecciones rápidas, placeres inmediatos, menos pensamiento a largo plazo. Justo cuando más cansados estamos, más fácil es caer en lo que nos da un alivio rápido.

Todo esto ocurre, además, en un entorno que no perdona. Vivimos rodeados de estímulos pensados para engancharnos. Alimentos ultraprocesados, dulces, grasas, todo al alcance de la mano. “Tenemos un cerebro de cazador-recolector en un entorno obesogénico”, resume Luna. Y así, resistirse no es solo cuestión de voluntad.

Menos milagros y más sentido común

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Más descanso, menos impulsividad al elegir qué comer. Fuente: Canva

Cuando habla de suplementos, Luna baja el tono épico. La creatina funciona, sí. Ayuda en deportes de fuerza. Pero no hace magia. Sus beneficios cognitivos todavía no están claros. La cafeína puede ser una aliada… o un sabotaje, si te roba el sueño. Y el colágeno, pese a su fama, no tiene detrás la evidencia que promete.

“Desde la evidencia, tomar colágeno no tendría mucho sentido”, dice sin rodeos. Dormir bien y entrenar fuerza hacen más por tus tejidos que cualquier polvo caro.

Detrás de todo esto hay una idea que Luna defiende con calma y firmeza: pensar mejor antes de creer más. Leer estudios completos, desconfiar de mensajes extremos, huir del marketing que vende soluciones rápidas. La ciencia no siempre es sexy, pero suele ser honesta.

Quizá por eso se define como curioso, un poco “nerd”. Le gusta entender, cuestionar, explicar. Y aunque investigar y enseñar no siempre es fácil, lo vive como un privilegio. Porque, al final, su mensaje es sencillo y profundamente humano: cuidar el tiempo es cuidar el cuerpo. Y eso, por mucho que avancemos, sigue siendo insustituible.

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