jueves, 25 diciembre 2025

Jesús de la Gándara (69), médico psiquiatra, investigador, escritor y divulgador: “La soledad tiene grados, desde el aburrimiento hasta la soledad maligna”

Jesús de la Gándara analiza la soledad como un fenómeno con múltiples grados: puede ser espacio de autoconocimiento o fuente de sufrimiento. Aprender a habitarla con sentido resulta clave para la salud mental.

La soledad se ha convertido en uno de los grandes temas de nuestro tiempo. Atraviesa generaciones, contextos sociales y realidades económicas, y lo hace con una intensidad creciente que interpela tanto a la salud mental como al modo en que vivimos.

Lejos de abordarla desde el dramatismo, Jesús de la Gándara propone una mirada más compleja sobre la soledad, entendida no solo como carencia, sino también como una oportunidad de encuentro con uno mismo cuando se aprende a transitarla con sentido.

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Aprender a estar en solitud: un ejercicio incómodo pero necesario

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Para el psiquiatra, no toda soledad es igual. Existe una diferencia fundamental entre estar solo y sentirse solo. La solitud, explica, es una experiencia buscada, consciente y fértil, en la que la persona no sufre, sino que se acompaña a sí misma. En ese territorio no hay abandono, sino diálogo interior. Allí conviven el yo íntimo y el personaje social, dos dimensiones que necesitan encontrarse para evitar la fractura interna.

El ejercicio no es sencillo. Mirarse al espejo durante unos minutos y sostener la mirada, hacerse preguntas sin distracciones, escribir lo que aparece o simplemente observar lo que se siente son prácticas que obligan a enfrentar la soledad sin anestesia. No como castigo ni resignación, sino como entrenamiento. De la Gándara compara este proceso con ir al gimnasio: se empieza poco a poco, con constancia y con una determinación clara.

Cuando esta experiencia se evita, la soledad puede adquirir tonos más oscuros. Desde el aburrimiento pasajero hasta formas graves y destructivas, como la llamada soledad maligna, que se observa en cuadros extremos de aislamiento y deterioro personal. En esos casos, la ausencia de vínculos no solo afecta a la mente, sino también al cuerpo y a la capacidad de cuidarse.

Combatir la soledad: Estirar las neuronas y reconectar con la vida cotidiana

Combatir la soledad: Estirar las neuronas y reconectar con la vida cotidiana

Una soledad bien trabajada, sostiene el especialista, no paraliza. Al contrario, activa. Caminar, salir al sol, mover el cuerpo y “estirar las neuronas” son gestos simples que tienen un impacto profundo. El movimiento físico favorece la generación de ideas, mejora el estado de ánimo y ayuda a fijar pensamientos valiosos. Pensar en marcha, como defendían los grandes filósofos, permite que la mente respire.

También recomienda hacer cosas con las manos y con la palabra. Cocinar, regalar comida, leer, escribir o conversar son formas concretas de transformar la soledad en compañía simbólica y real. Hablar con un libro, con una carta o con otra persona devuelve la sensación de pertenencia y rompe el encierro emocional.

La clave está en comprender que la verdadera compañía comienza por uno mismo. Sin ese primer vínculo, cualquier intento externo resulta frágil. Por eso, aprender a estar solo es un paso previo para compartir la vida con otros. Quien logra habitar su soledad sin miedo, difícilmente se sentirá abandonado.

En una sociedad que estigmatiza el aislamiento y huye del silencio, Jesús de la Gándara invita a reconciliarse con la soledad como espacio de crecimiento. No para quedarse allí, sino para salir fortalecidos. Porque cuando la soledad deja de ser vergüenza y se convierte en conciencia, puede dejar de ser un problema y empezar a ser una respuesta.


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