El estrés emocional no siempre se grita: a veces se acumula en silencio y el cuerpo acaba hablándolo por nosotros. Hay un momento —casi siempre silencioso— en el que alguien empieza a preguntarse si su cuerpo no estará intentando decirle algo. No desde el castigo, sino desde la necesidad. Desde ahí parte la mirada de Daniel Gambartte, experto en descodificación biológica, que propone algo tan incómodo como liberador: dejar de luchar contra el síntoma y empezar a escucharlo.
Para Gambartte, la enfermedad no aparece por azar ni por mala suerte. Tampoco es un fallo del cuerpo. Es la expresión de programas inconscientes que se activan cuando una persona vive conflictos emocionales que no han podido ser nombrados, entendidos o resueltos. Programas que no siempre nacen en la propia historia, sino que pueden venir de la familia, del entorno o incluso de generaciones anteriores.
Y aquí aparece una idea clave: el miedo a la enfermedad consume más energía que la enfermedad en sí. Vivir en alerta constante, preocupado por cada síntoma, mantiene al cuerpo en tensión. Y un cuerpo en tensión no puede repararse.
La toma de conciencia: cuando algo encaja por dentro

Gambartte insiste mucho en esto: sanar no es “trabajar” sobre uno mismo durante años ni remover el pasado sin fin. Sanar ocurre cuando algo se comprende de verdad. Cuando piezas que estaban sueltas encajan de golpe.
La toma de conciencia es ese instante. No siempre es espectacular, pero sí profundamente claro. De pronto, una persona entiende por qué ese conflicto le afectó tanto, por qué reaccionó como reaccionó o por qué su cuerpo respondió de esa manera. Y en ese momento —casi sin esfuerzo— algo cambia.
No es autosugestión. Es comprensión.
Y cuando se comprende, el cuerpo ya no necesita gritar.
Cuando el cerebro protege… incluso de la verdad

Claro que no siempre es fácil llegar ahí. El propio Gambartte explica que el cerebro tiene mecanismos de defensa muy potentes. Su función principal es evitar el estrés extremo. Y cuando una verdad emocional se percibe como demasiado dolorosa, el cerebro pone “velos”.
No es que la persona no quiera ver. Es que el inconsciente protege. Genera resistencias automáticas, confusión, bloqueos o incluso rechazo a ciertas ideas. No por debilidad, sino por supervivencia.
Entender esto cambia mucho la mirada. No hay que forzar la conciencia. Hay que crear el espacio para que aparezca.
Hablar o callar: lo que el cuerpo acaba diciendo

Uno de los puntos más humanos —y más incómodos— del enfoque de Daniel Gambartte tiene que ver con la expresión emocional. Según su experiencia, las personas que hablan, que expresan lo que sienten y no se lo guardan todo, enferman menos.
No porque no sufran.
Sino porque no se lo tragan todo en silencio.
En cambio, quienes acumulan emociones, tensiones y conflictos sin decir nada acaban somatizando. El cuerpo hace lo que puede con lo que la mente no se permite expresar. No se trata de ser extrovertido o introvertido, sino de no vivir con la boca cerrada emocionalmente.
Lo que no se dice… el cuerpo lo dice.
La enfermedad como reparación, no como castigo
Desde la descodificación biológica, muchos síntomas aparecen cuando el conflicto ya ha sido comprendido. Es decir, el cuerpo entra en fase de reparación. Por eso, a veces, los síntomas son intensos pero breves.
El problema surge cuando se interpretan desde el miedo. Cuando el síntoma se vive como una amenaza, se genera un nuevo estrés que interfiere en el proceso natural de ajuste. En cambio, cuando se entiende qué está ocurriendo, el cuerpo deja de ser un enemigo y pasa a ser un aliado.
No es resignación. Es calma.









