martes, 23 diciembre 2025

Salud mental en VIH: la batalla más allá del virus

Aunque los avances médicos han reescrito el futuro de las personas con el VIH, transformando una sentencia temida en una condición crónica y tratable, el impacto de este diagnóstico sobre la salud mental sigue siendo una realidad profunda y, a menudo, silenciada. Las enfermedades de larga duración como el VIH generan una vulnerabilidad especial, siendo los retos psicológicos un componente ineludible en el proceso de adaptación a la nueva vida.

El diagnóstico no llega solo. Genera una respuesta emocional compleja, cargada de miedo, incertidumbre y, sobre todo, preocupación por el futuro. La Dra. Irene Carrillo, especialista del Servicio de Medicina Interna, División de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, afirma con rotundidad que «el diagnóstico de VIH sigue siendo un evento vital estresante que puede generar reacciones como ansiedad, tristeza o sensación de vulnerabilidad«. Esta vulnerabilidad se materializa en «preocupaciones relacionadas con el pronóstico, la revelación del diagnóstico y el estigma«.

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Por su parte, la psicóloga clínica Mónica Jiménez y el psiquiatra Miguel Ángel López-Nevot, ambos del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, aclaran que, si bien hablamos de «una infección crónica, tratable y compatible con una vida plena”, el momento de la noticia puede desencadenar una respuesta emocional intensa: “Tras el diagnóstico puede aparecer ansiedad, depresión o un trastorno adaptativo, como reacción emocional al impacto de la noticia. Es habitual que surjan alteraciones del sueño, pensamientos de culpa o preocupación por el futuro. En algunos casos, estos síntomas se prolongan o se intensifican cuando existen factores previos de vulnerabilidad emocional o dificultades en el entorno social. A medio plazo, pueden presentarse miedos relacionados con la confidencialidad, la discriminación o las relaciones afectivas. También es frecuente cierto retraimiento social o evitación de conversaciones sobre el tema”.

Los expertos advierten que, a medio plazo, estos pacientes pueden desarrollar miedos relacionados con la confidencialidad, la discriminación o las relaciones afectivas. Es en este punto donde la actitud de los profesionales sanitarios se vuelve determinante, pues «la accesibilidad, la empatía y la claridad en la información médica reducen el miedo y la incertidumbre del paciente, facilitando su adaptación al tratamiento y a la nueva situación vital«.

La sombra del estigma

El estigma es, quizás, el enemigo invisible y más persistente. A pesar de los esfuerzos, «aunque el estigma ha disminuido, todavía persiste en algunos entornos«, asegura la Dra. Carrillo.

Una opinión que corrobora Carmen Martín, presidenta de CESIDA y persona con VIH, que explica cómo, todavía hoy, debe afrontar determinados prejuicios sociales. Por ello, insiste en que “es fundamental que entre todos contribuyamos a sensibilizar sobre el respeto a los derechos de las personas con VIH: a ser, a vivir y a construir nuestras vidas libres de estigma. La discriminación no solo nos afecta a nosotros, alcanza también a nuestras familias, a nuestros hijos y a nuestros padres. Muchas personas siguen viviéndolo en silencio por miedo a la discriminación y, esto, duele. Al igual que duele la soledad no deseada. El VIH tiene tratamiento, el estigma, no. Por eso es tan importante seguir generando conversación, conciencia y empatía”, señala.

Este temor al juicio o al rechazo es una fuente de sufrimiento que, en palabras de Jiménez y López-Nevot, «algunos pacientes expresan miedo a revelar su diagnóstico por temor al rechazo laboral, social o afectivo, lo que puede derivar en aislamiento, hipervigilancia o ansiedad anticipatoria «.

Para la Dra. Carrillo, afrontar este desafío implica una labor institucional de «sensibilización, formación continua y un trato clínico empático y respetuoso«, siendo la meta «ayudar al paciente a recuperar seguridad y confianza en sí mismo«. Desde el ámbito de la salud mental, se trabaja en consulta «para identificar y cuestionar creencias negativas, reforzar la autoestima y fomentar una visión realista y libre de prejuicios”, e insisten en que «la educación para la salud, el acompañamiento profesional y el contacto con asociaciones ayudan a construir redes de apoyo y comprensión.

“the moVIHe”, una iniciativa para superar prejuicios

Pero trabajar el estigma no puede hacerse solo desde las consultas. Este es el punto de partida de ‘the moVIHe’, un experimento social dirigido por la doctora Inmaculada Jarrín, con la colaboración de la Asociación RIS y el apoyo de Gilead Sciences, en el que utiliza el cine como herramienta transformadora capaz de generar conversación y activar la empatía a través de testimonios reales, preguntas directas y respuestas sinceras.

A través de tres documentales, se trata de mostrar una mirada más actual, humana y rigurosa sobre el VIH que aborda sin tapujos muchas ideas erróneas que sobre el VIH sigue persistiendo como, por ejemplo, qué es el principio I=I (indetectable = intransmisible), la diferencia entre VIH y Sida, las herramientas de prevención de uso combinado, dónde hacerse la prueba del VIH o cuáles son las vías reales de transmisión.

La importancia de la red de apoyo

En el plano familiar y relacional, las reacciones al diagnóstico son variadas: algunas personas cercanas muestran ansiedad, miedo al contagio o sobreprotección, mientras que otras evitan hablar del tema. Proporcionar información veraz, resolver dudas y fomentar una comunicación abierta ayuda a disminuir tensiones y favorece que la red de apoyo se convierta en un factor protector.

La red de apoyo cercana se convierte así en un pilar fundamental. «El apoyo de la pareja, la familia y el entorno social es fundamental«, insiste la Dra. Carrillo, porque «mejora el estado de ánimo, refuerza la adherencia al tratamiento y ayuda al paciente a normalizar su vida«. En definitiva, «sentirse acompañado y comprendido marca una gran diferencia en su bienestar«.

Esta visión es compartida por Jiménez y López-Nevot, quienes afirman que «el entorno cercano cumple una función decisiva en el proceso de adaptación. Cuando la pareja, la familia o los amigos ofrecen comprensión, comunicación abierta y ausencia de juicios, el paciente afronta la situación con mayor serenidad y confianza. Por el contrario, la desinformación o el miedo al contagio pueden generar distancia y malestar. Por ello, resulta esencial implicar al entorno en la comprensión del diagnóstico y en la resolución de dudas. El acompañamiento familiar, la orientación y la educación para la salud, junto con el contacto con grupos o asociaciones que promueven una visión positiva y realista del VIH, fortalecen la red de apoyo, protegen la salud mental y contribuyen a una adaptación más equilibrada y duradera”.

El rol del profesional de salud mental

En este contexto, el rol del profesional es, según la Dra. Carrillo, un abordaje «integral» que combine «apoyo psicológico, seguimiento de la adherencia terapéutica y coordinación con otros especialistas«. Para Jiménez y López-Nevot, el acompañamiento especializado «favorece la aceptación del diagnóstico, el afrontamiento y la recuperación del equilibrio emocional» y en otros casos, la derivación a grupos de apoyo, como Apoyo Positivo, «permite ofrecer acompañamiento emocional, orientación y espacios de socialización que contribuyen a reducir el aislamiento y mejorar la percepción de control sobre la enfermedad«.

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Más de 3.000 nuevos diagnósticos cada año

A pesar de los avances y de que España ha visto una tendencia descendente en nuevos diagnósticos de VIH en la última década, los datos del Ministerio de Sanidad indican que en 2023 se notificaron 3.196 nuevas infecciones. Un dato que subraya la vigencia del tema es la persistencia del diagnóstico tardío, que afectó a casi la mitad (48,7%) de las personas diagnosticadas con VIH en 2023, un hecho que aumenta la carga emocional y clínica.

Además, los hombres representan la mayoría de los nuevos diagnósticos (86,1%), y la franja de edad más afectada es la que va de los 25 a los 34 años. En 2023, las defunciones por VIH y SIDA en el país fueron 301. Estas cifras reflejan que la lucha contra el virus es un asunto de salud pública vigente, donde el cuidado de la mente es tan crucial como el control de la infección.


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