domingo, 21 diciembre 2025

Iñaki Piñuel (60), psicólogo: “La resistencia inteligente consiste en usar el sistema sin quedar enganchado ni enjaulado en él”

- Cómo evitar la parálisis psicológica y recuperar margen de maniobra en tiempos de control.

Cuando el sistema aprieta, pensar por uno mismo se convierte en un acto de supervivencia. Hay momentos históricos en los que algo se mueve por debajo de la superficie. No siempre se ve, no siempre se nombra, pero se siente. Iñaki Piñuel, psicólogo y ensayista, pone palabras a esa sensación incómoda que muchos comparten: la percepción de que las libertades se estrechan y de que el margen de maniobra personal se reduce. Frente a ese escenario, lanza una idea clara —y nada complaciente—: es urgente desarrollar una resistencia inteligente.

Su reflexión parte de un concepto psicológico tan conocido como inquietante: la indefensión aprendida, formulada por Martin Seligman. Una idea sencilla, pero devastadora. Cuando una persona es sometida de forma reiterada a castigos, restricciones o situaciones sin salida, puede acabar creyendo que no tiene ningún control sobre su vida. Aunque lo tenga. Aunque aún exista margen. El problema no es solo lo que ocurre fuera, sino lo que acaba ocurriendo dentro.

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El mayor riesgo no es externo, es psicológico

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La pérdida de libertades no siempre se impone por la fuerza, a veces se interioriza. Fuente: Canva

Piñuel recuerda que, a lo largo de la historia, el ser humano siempre ha tenido que enfrentarse a la opresión de una forma u otra. El dilema, explica, no es nuevo. “Uno de los grandes dilemas que confunde al ser humano es cómo confrontar la opresión y la limitación de las libertades”, señala. ¿Resistir? ¿Adaptarse? ¿Enfrentarse? ¿Resignarse?

El peligro actual, advierte, es aceptar como inevitable algo que ha sido inducido. Normalizar la pérdida de derechos, interiorizar límites que no siempre son reales y asumir que “no hay alternativa”. Esa rendición silenciosa es, para Piñuel, una de las victorias más eficaces de cualquier sistema de control.

En este contexto introduce una idea potente: muchos sistemas de poder funcionan generando un trance colectivo. Un estado mental en el que las personas llegan a creer que el propio sistema que las oprime es imprescindible para sobrevivir. “La fuerza del psicópata es crear unas condiciones por las que la víctima cree que no puede hacer otra cosa que obedecer”, explica. No porque quiera, sino porque piensa que no tiene elección.

De espectadores pasivos a protagonistas conscientes

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Resistir hoy no es confrontar, es pensar con autonomía y reducir dependencias. Fuente: Canva

La propuesta de Piñuel no pasa por la confrontación directa ni por el choque frontal. De hecho, la descarta. Lo considera una estrategia suicida. La alternativa que plantea es mucho más sutil —y más incómoda—: una retirada inteligente. Reducir de forma progresiva la dependencia del sistema dominante, al que define como una “Matrix psicopática”, sin exponerse innecesariamente.

Esto implica dejar de ser espectadores y asumir un papel activo en la propia supervivencia. Pensar. Decidir. Prepararse. Y, sobre todo, no delegar por completo la responsabilidad de la vida en estructuras externas que pueden fallar.

“El que no resista y se deje llevar por la inercia de las mayorías tiene muy pocas oportunidades de salir adelante”, advierte. En un escenario de escasez o decrecimiento, pensar de forma autónoma y cooperar de verdad puede marcar la diferencia entre sostenerse o colapsar.

La resistencia empieza por dentro

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La verdadera resistencia comienza cuando se rompe el trance psicológico colectivo. Fuente: Canva

Ahora bien, Piñuel es claro: no basta con almacenar comida, energía o sistemas de pago alternativos. Sin un trabajo interior serio, cualquier proyecto colectivo está condenado al conflicto. La resistencia también exige una transformación interna, una metanoia. Revisar el ego, reconocer defectos, aprender a convivir sin dinámicas de poder destructivas.

Porque, si no se hace ese trabajo, los grupos se rompen desde dentro. Y entonces da igual cuántos recursos materiales haya.

Frente al pesimismo —esa tentación tan cómoda como paralizante— Piñuel lanza una advertencia directa. “Queremos evitar la idea de que no se puede hacer nada y que solo queda dejarnos someter”, afirma. Resignarse, insiste, es precisamente el objetivo último de cualquier sistema de control.

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