domingo, 21 diciembre 2025

Por qué tu mente funciona en automático el 95% del tiempo (y cómo salir de ahí)

- Cuando el arte deja de ser una afición y se convierte en una herramienta para reprogramar la mente y recuperar el poder personal.

La mente repite patrones incluso cuando creemos estar decidiendo libremente. El desarrollo personal atraviesa un momento de auge evidente. Hay propuestas para casi todo y promesas de cambio rápido por todas partes. Pero no todas miran en la misma dirección. Víctor Brosá, especialista en transformación personal, plantea una idea que descoloca y, a la vez, resuena: el arte no es un hobby ni una disciplina reservada a unos pocos, es el lenguaje natural con el que el subconsciente entiende la realidad.

Para Brosá, crear no significa pintar un cuadro o bailar en un escenario (aunque también). Crear es pensar, sentir, desear y actuar. Es la capacidad innata de dar forma a lo que llevamos dentro. Y en ese sentido, sostiene algo tan simple como potente: todos somos artistas, aunque la mayoría no lo sepa porque nunca ha entrenado ese músculo interno.

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“No es que no tengamos talento”, explica, “es que no lo hemos practicado”. El verdadero bloqueo no está en la falta de potencial, sino en la programación mental que dirige cómo —y hasta dónde— nos permitimos expresarlo.

El subconsciente: el sistema operativo que no vemos

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El arte como lenguaje directo del subconsciente y la transformación interior. Fuente: Canva

Brosá utiliza una metáfora muy gráfica para explicar cómo funcionamos por dentro. El subconsciente es como un disco duro. No piensa en términos lógicos, sino simbólicos y emocionales. Y no ocupa una pequeña parte de nuestra vida, sino casi toda: entre el 95% y el 98% de nuestras decisiones y reacciones nacen ahí, no en la mente consciente.

Esa programación se instala, sobre todo, en la infancia. Entre los 0 y los 7 años aprendemos —sin darnos cuenta— qué tenemos que hacer para ser aceptados, queridos y, en última instancia, para sobrevivir emocionalmente. En ese proceso, muchos niños renuncian a su autenticidad y construyen una personalidad defensiva basada en las expectativas del entorno.

El resultado aparece años después. Adultos brillantes, sensibles, creativos, pero funcionando con creencias limitantes. Como ordenadores de última generación usando programas antiguos, llenos de interferencias. El potencial está ahí, intacto, pero mal dirigido.

La Matrix, los símbolos y el miedo aprendido

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La creatividad como vía para reconectar con el poder personal olvidado. Fuente: Canva

Brosá insiste en que esta programación no es solo individual. Habla de la “Matrix” como un sistema social que, desde hace siglos, ha utilizado el arte, los símbolos y las narrativas colectivas para moldear la percepción de la realidad. Reyes, religiones, imperios… todos entendieron el poder de lo simbólico antes que lo racional.

Hoy, dice, ese papel lo juegan muchas narrativas modernas. Informativos, cine, redes sociales. Historias que repiten una y otra vez el mismo mensaje de fondo: el mundo es peligroso, desconfía, protégente, no te salgas del guion. El miedo funciona como pegamento. Mantiene al individuo pequeño, dependiente, esperando que alguien más decida por él.

Incluso la identidad legal —el nombre, el documento, la etiqueta— es interpretada por Brosá como una construcción simbólica que puede alejarnos de la esencia. Más allá de lo literal, la idea central es clara: lo que creemos ser no siempre coincide con lo que realmente somos.

Reprogramar desde el cuerpo, no desde la cabeza

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Símbolos y rituales como atajos hacia la mente profunda. Fuente: Canva

Para cambiar esa programación profunda, Brosá propone ir donde el subconsciente sí escucha. No al razonamiento lógico, sino al símbolo, al ritual, a la experiencia sentida. Los rituales, explica, no son superstición: son atajos directos a la mente profunda. Impactan, impresionan, reordenan.

En esa línea desarrolla “Origen”, un lenguaje de sugestión basado en comandos simbólicos que buscan que los decretos no se queden en lo mental, sino que bajen al cuerpo, al sistema nervioso, donde se libran las verdaderas batallas internas.

Otro eje fundamental de su enfoque es la integración de la dualidad. La vida no es luz o sombra. Es ambas cosas. La dificultad, el miedo o el dolor no son errores, sino materia prima. El plomo que, si se trabaja, puede convertirse en oro. Aquí entra la responsabilidad personal: dejar de buscar salvadores externos y asumir el papel de guía propio.

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