domingo, 21 diciembre 2025

Olvida las listas infinitas: planificar por bloques de energía cambia todo

- Criar entre algoritmos, opiniones y culpas está pasando factura a la confianza de muchas madres.

Organizar el día por bloques de energía cambia la forma de trabajar… y de vivir. Ser madre hoy no es solo una experiencia transformadora. Es, muchas veces, una carrera de obstáculos informativos. Basta abrir el móvil para encontrarse con consejos, advertencias, diagnósticos exprés y sentencias rotundas sobre cómo criar “bien”. Y claro, con tanto ruido alrededor, algo empieza a fallar: la confianza en una misma. Cada vez más madres dudan de sus decisiones más cotidianas, no porque no sepan cuidar, sino porque sienten que siempre hay alguien en redes que lo haría “mejor”.

No es una sensación aislada. Criar en un entorno dominado por algoritmos, tendencias y discursos expertos —muchas veces contradictorios— tiene un impacto emocional real. Agota. Confunde. Y, en ocasiones, paraliza.

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Cuando la información abruma en lugar de ayudar

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Demasiadas voces opinando pueden acabar silenciando la propia. Fuente: Canva

El problema no es la información. Es el exceso. En plataformas como Instagram o TikTok aparecen a diario perfiles que opinan sobre absolutamente todo: desde cómo cortar una uña hasta el trauma potencial de darle plátano a un bebé “demasiado pronto”. Cada mensaje llega envuelto en tono de urgencia, como si equivocarse fuera irreversible.

El resultado es un ruido constante. Una especie de contaminación mental que acaba bloqueando. Muchas madres reconocen ese miedo silencioso: ¿y si lo hago mal?, ¿y si estoy estropeando algo sin darme cuenta? Decisiones que antes se tomaban con naturalidad ahora pasan por el filtro del juicio externo. Y eso pesa.

Algoritmos, burbujas y la idea de la madre perfecta

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La culpa crece cuando la crianza se vive como un examen constante. Fuente: Canva

A todo esto se suma el papel invisible —pero muy potente— de los algoritmos. Las redes no muestran la realidad tal cual es, sino una versión afinada a nuestras creencias y miedos. Si buscas un tipo de crianza, te devuelven más de lo mismo. Y así se crean burbujas de las que cuesta salir.

El sesgo de confirmación hace el resto. Poco a poco se instala la sensación de que solo existe una forma correcta de criar. Que si no sigues ciertas corrientes de moda, algo estás haciendo mal. Tendencias que podrían ser opciones se convierten en normas implícitas. Y con ellas llega la culpa.

El contraste con generaciones anteriores es inevitable. Antes, la crianza se sostenía en tribus reales: madres, vecinas, hermanas. No había una lupa constante sobre cada gesto. Hoy, muchas madres viven bajo un escrutinio permanente, con el temor de provocar un trauma por cualquier decisión. Criar ha dejado de ser compartido para convertirse en evaluado.

La intuición materna, en peligro de extinción

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Conectar con el hijo empieza por volver a escucharse a una misma. Fuente: Canva

Uno de los daños más profundos de este contexto es el debilitamiento de la intuición. A fuerza de buscar validación fuera, muchas madres dejan de escucharse dentro. Se pierde la conexión con las señales reales del niño… y con las propias.

Aquí surge una idea poderosa: dejar de decidir solo desde la cabeza y empezar a “pensar con el pecho”. No en contra de la información, sino más allá de ella. Escuchar el cuerpo. La emoción. El vínculo directo. Porque no todo se puede medir ni teorizar. Algunas respuestas nacen del contacto, del silencio, de mirar al hijo sin filtros.

Menos juicio, más presencia

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Frente a la ansiedad que generan las redes, aparecen propuestas sencillas —y muy necesarias—. Una de ellas es la higiene digital: silenciar, bloquear o dejar de seguir cuentas que provocan angustia o sensación de insuficiencia. Otra, igual de liberadora, es reivindicar el derecho a no saberlo todo. No hace falta ser experta en psicología infantil para ser buena madre.


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