Buscar pareja en el entorno digital se ha normalizado. Está al alcance de un clic, parece cómodo y, a veces, hasta ilusionante. Pero no todo lo que brilla en una pantalla es oro. El psicólogo clínico y profesor universitario Iñaki Piñuel lleva tiempo alertando de los riesgos reales que se esconden tras las redes sociales y las aplicaciones de citas, un terreno especialmente fértil para personalidades narcisistas, psicopáticas y emocionalmente tóxicas.
Según Piñuel, emparejarse mal no es un simple error sentimental. Puede convertirse en una decisión que se paga con años de sufrimiento, desgaste emocional y, en muchos casos, con heridas psicológicas difíciles de cerrar. Y lo más inquietante es que muchas de esas señales de peligro aparecen desde el principio… aunque solemos ignorarlas.
La trampa de enamorarse de una máscara

Uno de los primeros avisos es la llamada mitificación romántica. Las redes facilitan que cada persona muestre solo lo que quiere mostrar: una versión pulida, atractiva, casi perfecta. El problema llega cuando uno se enamora no de alguien real, sino de una idea. De un personaje construido a base de fotos, mensajes y proyecciones propias.
En ese punto, el enamoramiento se parece más a un espejismo que a un vínculo auténtico. La caída suele ser dura: decepción, enfado y una sensación amarga de haber sido engañado… aunque, en realidad, nadie mostró nunca quién era de verdad.
Personas que no saben —o no quieren— vincularse

Otro perfil muy presente en el mundo digital es el de los candidatos inhabilitados para una relación sana, especialmente quienes presentan un apego evitativo. Son personas que parecen disponibles, pero huyen cuando la relación empieza a profundizarse. Mandan mensajes contradictorios, invalidan emociones, desaparecen y reaparecen, y sabotean cualquier intento de compromiso.
Suelen justificarlo diciendo que aún buscan a su “alma gemela”. Una búsqueda infinita que, curiosamente, siempre sirve para no quedarse con nadie. No es mala suerte: es un patrón.
Aquí conviene mirar al pasado. Piñuel insiste en que el historial relacional dice mucho del futuro. Cuando alguien habla de todas sus exparejas como “locas”, “celosas” o “problemáticas”, no está describiendo a los demás, sino revelando su propia incapacidad para sostener una relación madura.
Cuando todo va demasiado rápido

Si una relación despega a una velocidad vertiginosa, conviene frenar. El avance acelerado suele ser una señal de alarma, especialmente cuando viene acompañado de halagos constantes, regalos, promesas grandilocuentes y una intensidad emocional desbordada. Es lo que se conoce como love bombing.
Este bombardeo amoroso actúa como una droga. Literalmente. Inunda el cerebro de sustancias que nublan el juicio y generan dependencia emocional. Cuando aparecen las primeras incoherencias o señales negativas, ya es tarde: el vínculo engancha.
Por eso, Piñuel insiste en algo sencillo, pero poco popular: observar. Escuchar. Mirar cómo esa persona trata a sus hijos, a sus amigos, a quienes no necesita impresionar. La vida real dice mucho más que cualquier perfil bonito. Y conviene no dictar sentencia hasta salir de la “tramoya” digital y pisar suelo firme.
Sexo, límites y señales que no conviene ignorar
Otro punto delicado es el sexo. Las fuentes recomiendan que la intimidad física llegue cuando ya existe un conocimiento real, no como atajo emocional. “La cama ata”, advierte Piñuel. Y ese lazo puede mantener a alguien atrapado incluso cuando empieza a ver lo que no le gusta.
Las señales más graves aparecen cuando hay ausencia total de límites morales: frialdad emocional, desprecio por los demás, manipulación constante y una incapacidad clara para amar o cooperar. Estas personas no buscan compartir, sino usar. Y no sienten culpa por ello.
En definitiva, un emparejamiento sano requiere tiempo, calma y prevención. Recuperar la idea del noviazgo como un proceso gradual de conocimiento mutuo no es algo anticuado, sino profundamente protector. En un mundo donde la apariencia engaña con facilidad, la paciencia y la observación siguen siendo las mejores aliadas para cuidar la salud mental… y el corazón.









