Ryanair no es solo una de las aerolíneas más populares de Europa, sino también una de las más controvertidas. La empresa ha llevado su modelo low cost hasta el extremo de la viabilidad, pero esto ha generado en ocasiones algunos problemas claros en su relación con las instituciones de los países donde operan. Por un lado, por los problemas que han tenido por la decisión de cobrar a los viajeros por el equipaje en la cabina.
Pero si un dato ha marcado el antes y el después de la empresa es su relación con los aeropuertos donde operan. La realidad es que las tarifas que deben pagar para operar en un porcentaje importante de los aeropuertos del Viejo Continente les han parecido demasiado altas, asegurando que no podrán funcionar si no las bajan, pero ya desde España, Francia o Bélgica se ha dejado claro que si quieren operar con sus precios actuales deben ser capaces de pagar lo que piden las empresas e instituciones aeroportuarias de cada país.
En total, la empresa está planteando eliminar unas 20 rutas más antes de terminar el año, la mayoría en Bélgica, donde el Gobierno ha decidido aumentar unos 10 euros su impuesto a la aviación desde 2027. Los irlandeses han decidido operar con su beligerancia tradicional, avisando que podrían empezar a retirar los vuelos menos rentables en ese territorio. Es un reto complicado para el país, pues se trata de una pérdida del 22% de las plazas del tráfico aéreo en su territorio.
Es la misma estrategia que han tomado los irlandeses en España, donde han ido dejando de lado algunas comunidades autónomas por considerar que no eran rentables debido a las tarifas de AENA. Han tomado medidas similares en Francia y Alemania, pero cada vez son menos países los que están dispuestos a ceder ante su presión. A pesar de su popularidad por sus precios bajos, las instituciones cada día están más dispuestas a buscar otras aerolíneas que cubran estos espacios.
RYANAIR Y EL RETO DE LAS AEROLÍNEAS LOW COST
Lo cierto es que Ryanair se ha vuelto la cara más visible de los problemas del mundillo de las aerolíneas low cost, y también de sus problemas. Con el continente dividido en cómo manejar situaciones como la del equipaje de mano y ahora el problema de las tarifas, los irlandeses y su consejero delegado, Michael O’Leary, se han vuelto el rostro más reconocible de todo este espacio, y su disposición a pelear abiertamente con las instituciones, llamando en su momento «loco comunista» al Ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy.

En cualquier caso, los Gobiernos que han decidido dejar de negociar con la empresa irlandesa siguen buscando soluciones. En España se ha buscado que Volotea y Vueling empiecen a asumir estas rutas, pero lo cierto es que en ciudades como Vigo, donde Ryanair era una de las principales opciones para las conexiones internacionales, la ausencia de la empresa es un problema difícil de ignorar. Al mismo tiempo, es lógico que los aeropuertos consideren que sus tarifas de operación son clave para la sostenibilidad de su negocio.
LOS IRLANDESES ENTRAN EN UN 2026 COMPLICADO
Habrá que ver cómo Ryanair reacciona a un 2026 que ya promete ser complicado. Desde IATA y AENA ya se habla de una moderación en el crecimiento del turismo a nivel internacional, tras años en los que se rompieron récords de viajeros de forma continua. Este patrón es un aviso sobre todo para las empresas low cost, que mantienen al mínimo el beneficio por billete con la idea de acumular más viajeros. Se suma que el modelo irlandés no permite sumarse a los viajes intercontinentales que se están convirtiendo en una de las claves de empresas como Iberia o Air Europa.
En cualquier caso, la empresa tiene tiempo de tomar decisiones. Lo cierto es que Ryanair tiene que buscar estrategias para crecer; el problema es que si siguen considerando que una de ellas es abandonar destinos en países claves del Viejo Continente, es de esperar que los usuarios empiecen a darles la espalda, apostando por las opciones que sigan presentes en estos espacios.








