martes, 16 diciembre 2025

Dr. Jordi Ibáñez (77), médico experto en longevidad: “Hay una relación muy estrecha entre el nivel de condición física y la longevidad”

- Vivir más no depende tanto de los genes como de las decisiones que repetimos cada día.

Durante mucho tiempo nos han contado que la longevidad es casi una lotería genética. Que si tus padres llegaron lejos, quizá tú también. Y que si no, poco hay que hacer. Pero el Dr. Jordi Ibáñez, médico referente en medicina del deporte, alto rendimiento y longevidad, lleva años diciendo justo lo contrario. Y lo dice con calma, pero con una convicción que desarma.

La genética importa, claro. Nadie lo niega. Pero no manda. No escribe el final del libro. Como mucho, sugiere el inicio.

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La vida no se hereda, se construye

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El cuerpo responde mejor cuando el movimiento forma parte de la rutina diaria. Fuente: Canva

“El estilo de vida es lo que realmente determina cuánto y cómo vivimos”, repite el Dr. Ibáñez. Y cuando lo escuchas, todo encaja. Porque, pensándolo bien, tiene sentido: lo que haces cada día pesa más que lo que heredaste sin elegir.

Cómo te mueves. Qué comes. Cuánto descansas. Cómo gestionas el estrés. Todo eso, sumado durante años, acaba teniendo más fuerza que cualquier gen silencioso esperando su momento.

No habla de obsesión ni de perfección. Habla de coherencia. De entender que el cuerpo responde a lo que le das… y también a lo que le quitas.

Moverse bien: el seguro de vida más infravalorado

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La longevidad se construye con hábitos pequeños, no con soluciones mágicas. Fuente: Canva

Si hay un pilar que el Dr. Ibáñez destaca por encima del resto, ese es el nivel de condición física. No por estética. No por récords. Por supervivencia.

Alcanzar los 8 METs —un nivel de capacidad física moderadamente alto— supone una protección brutal frente a las enfermedades que más nos preocupan con los años. “Cuando llegas ahí, el riesgo de morir cae en picado”, explica. Y no lo dice para impresionar, lo dice porque los datos lo respaldan.

De hecho, mejorar solo un MET, dentro del rango medio, puede sumar hasta tres años y medio de vida. Tres años y medio. No es poco. Es una barbaridad.

Y aquí no habla solo de deporte intenso. Habla de capacidad funcional. De poder subir escaleras sin jadear. De tener fuerza, equilibrio, resistencia. De no sentirse frágil antes de tiempo.

Ayuno e hipoxia: pequeños retos que hacen al cuerpo más fuerte

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Adaptarse al estrés adecuado fortalece más que evitarlo. Fuente: Canva

En el terreno de la nutrición, el enfoque también huye de dogmas. El ayuno intermitente aparece como una herramienta útil, no como una obligación. Un modo de darle al cuerpo espacios para reparar, limpiar y reorganizarse. Algo que, curiosamente, nuestro organismo sabe hacer muy bien cuando se lo permitimos.

Pero hay un tercer elemento que suele sorprender más: la hipoxia intermitente. Dicho fácil, enseñar al cuerpo a adaptarse a pequeños momentos de falta de oxígeno, siempre de forma controlada.

Puede sonar extremo, pero no lo es. Es hormesis pura: un estrés pequeño que fortalece. Como el ejercicio. Como el frío. Como todo lo que, en dosis justas, nos hace más resistentes.

“La hipoxia hace al organismo más fuerte frente al envejecimiento”, explica Ibáñez. Y no solo a nivel físico. También cerebral. Mejora las conexiones neuronales, estimula la creación de nuevas neuronas y afina sistemas que, con los años, tienden a apagarse.

Adaptarse para no envejecer antes de tiempo

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Detrás de estas mejoras hay mecanismos fascinantes, como los factores inducibles por hipoxia, que el propio Dr. Ibáñez llama “el máster de la adaptación”. Son los encargados de activar nuevas rutas cuando el cuerpo percibe un reto.

Más vasos sanguíneos. Mejor circulación. Limpieza celular. Un metabolismo más eficiente. Todo eso ocurre cuando el cuerpo entiende que tiene que espabilar.

Por eso la hipoxia funciona como un mimético del ejercicio. Activa beneficios muy similares, incluso en personas que no pueden entrenar con intensidad. Y por eso también ha encontrado un lugar en la medicina regenerativa, con resultados sorprendentes en lesiones articulares, tendinosas e incluso neurológicas.


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