martes, 16 diciembre 2025

El fin de la burbuja tech: por qué hoy cuesta más encontrar trabajo en programación

La burbuja tech se desinfla: despidos, más competencia y requisitos más altos complican el acceso al empleo en programación. El mercado ajusta excesos, prioriza experiencia y valor real, y obliga a recalibrar expectativas laborales globales.

Durante muchos años, la industria tecnológica fue presentada como un refugio seguro frente a cualquier crisis. Bastaba con aprender programación para acceder a salarios competitivos, estabilidad laboral y una demanda constante que parecía no agotarse. Sin embargo, ese escenario comenzó a resquebrajarse y hoy el panorama es muy distinto.

Despidos masivos, procesos de selección más exigentes y una competencia creciente marcan una nueva etapa. La programación, que supo ser sinónimo de oportunidad inmediata, atraviesa un proceso de ajuste que obliga a repensar expectativas, trayectorias y discursos que durante mucho tiempo se dieron por sentados.

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Del auge desmedido al ajuste inevitable

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El enfriamiento del mercado no ocurrió de un día para el otro. La programación vivió un crecimiento extraordinario durante la pandemia, cuando empresas e inversores apostaron fuerte por digitalizar procesos, potenciar el trabajo remoto y desarrollar soluciones que respondieran a una situación excepcional. En ese contexto, se contrataron perfiles de programación a gran velocidad, muchas veces sin una validación real de la necesidad a largo plazo.

Con el paso del tiempo, la normalización de la vida social y laboral dejó en evidencia que parte de esas apuestas eran coyunturales. Proyectos vinculados al metaverso, a entornos virtuales complejos o a plataformas poco demandadas comenzaron a perder relevancia. La consecuencia fue directa: recortes, cierres de startups y una revisión profunda de estructuras sobredimensionadas.

A este proceso se sumó un contexto económico global adverso. El aumento de los costos energéticos, la cautela de los inversores y la exigencia de rentabilidad inmediata impactaron de lleno en la industria. En este nuevo escenario, la programación dejó de ser un terreno donde todo valía y pasó a medirse con criterios más estrictos de eficiencia y valor real.

Más competencia, menos margen y un desafío para los perfiles junior de la programación

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Uno de los efectos más visibles de este cambio es la saturación en los niveles de entrada. Durante años se promovió la idea de que con pocos meses de formación era posible reconvertirse y acceder a un puesto en programación. Bootcamps, cursos acelerados y promesas de inserción rápida alimentaron una narrativa que hoy choca con la realidad.

El mercado actual prioriza experiencia, criterio técnico y capacidad de adaptación. Para muchos perfiles junior de programación, el acceso al primer empleo se volvió más complejo que hace una década. Las empresas, presionadas por reducir costos, prefieren menos personas y más autonomía, incluso si eso implica pagar mejor por perfiles senior.

En países como Alemania, donde sigue habiendo ofertas, el fenómeno también se percibe. La programación continúa siendo demandada, pero las condiciones ya no son tan flexibles como antes. Los salarios se negocian con mayor cautela y los procesos de selección filtran con más rigor. La sensación general es clara: el mercado observa, compara y elige con lupa.

Para quienes trabajan como freelancers, la programación ofrece otra perspectiva. Hay oportunidades, pero también más competencia y clientes más exigentes. La estabilidad ya no depende solo del conocimiento técnico, sino de entender el negocio, aportar valor y diferenciarse en un entorno menos indulgente.


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