Todo conductor sabe que la DGT está endureciendo la vigilancia en las carreteras, pero lo que pocos imaginan es el nivel de precisión tecnológica al que nos enfrentamos este año. Tal y como advierte Raúl García, un ingeniero de 51 años experto en la materia, estos dispositivos van mucho más allá del control de velocidad y funcionan mediante algoritmos de inteligencia artificial. El organismo de Tráfico ha desplegado una red de vigilancia que nos observa como nunca antes.
La preocupación es evidente entre los automovilistas porque Raúl García, ingeniero de seguridad vial, ha sido tajante al afirmar que «la DGT acaba de meter 122 nuevos radares que no son de velocidad». Resulta inquietante saber que miden esto que haces en la carretera y te multan sin que lo adviertas, fiscalizando comportamientos que antes pasaban desapercibidos para las lentes tradicionales. Ya no basta con levantar el pie del acelerador al ver la caja blanca en el arcén.
DGT: ¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE VEN ESTOS NUEVOS OJOS DIGITALES?
La tecnología que ha implementado la DGT permite captar nítidamente el interior del habitáculo en cualquier condición lumínica, superando las barreras de los cristales tintados o el deslumbramiento solar. Estamos ante un escenario donde las cámaras discriminan objetos y gestos con una fiabilidad asombrosa, dejando muy poco margen para el error humano o la recurrencia de multas injustas. Raúl García insiste en que la capacidad de procesamiento de estos equipos es inmediata y letal para el infractor.
No se trata de una simple fotografía, sino de un análisis de vídeo continuo que evalúa la conducta del conductor durante varios metros, no solo en un punto fijo kilométrico. El sistema ha evolucionado tanto que analiza patrones de comportamiento al volante mediante aprendizaje profundo, identificando si estamos prestando atención a la vía o distraídos con otros menesteres. Según explica el ingeniero García, esta «visión artificial» es el verdadero cambio de paradigma en la seguridad vial española.
EL MÓVIL Y EL CINTURÓN: CAZA AUTOMATIZADA
Es alarmante la cantidad de conductores que todavía creen que pueden ocultar el teléfono en el regazo, ignorando que las nuevas cámaras cenitales tienen un ángulo de visión privilegiado. La realidad es que detectan la posición de las manos y la presencia de dispositivos electrónicos con una claridad que asusta incluso a los expertos en imagen. Como bien apunta Raúl García, ingeniero de seguridad vial, la inteligencia artificial no necesita ver la pantalla encendida, solo el gesto de manipulación.
Respecto al cinturón de seguridad, el algoritmo es capaz de «desnudar» visualmente al conductor para verificar si la banda cruza el torso correctamente o si se trata de un engaño visual con la ropa. Estos sistemas avanzados identifican incluso el uso de pinzas para evitar la presión del cinturón, una trampa habitual que ahora conlleva una sanción directa y pérdida de puntos. La DGT no perdona estos descuidos, y García recuerda que la automatización del proceso hace imposible librarse de la notificación.
LA DISTANCIA DE SEGURIDAD: EL ENEMIGO INVISIBLE
Hasta ahora, multar por no respetar la distancia de seguridad era algo subjetivo que dependía del ojo del agente o de un helicóptero Pegasus, pero eso ha cambiado radicalmente con la nueva remesa tecnológica. Los sensores actuales calculan los metros exactos entre los parachoques a altas velocidades mediante tecnología láser y de análisis de imagen estereoscópica. Raúl García (51) subraya que esta infracción es una de las más peligrosas y, paradójicamente, una de las menos sancionadas hasta la fecha.
El peligro de estos dispositivos para el conductor agresivo es que no emiten ningún destello o flashazo que alerte de la infracción cometida al pegarse al coche de delante. El mecanismo es silencioso y registra la secuencia completa del adelantamiento o la persecución para que la prueba documental sea irrefutable ante cualquier recurso administrativo. Tal y como nos recuerda el ingeniero García, «te multan sin que lo adviertas» porque la infracción se procesa en la nube casi al instante.
RADARES DE TRAMO CON SUPERPODERES
Lo que hace verdaderamente eficaces a estos 122 nuevos puntos de control es que aprovechan el inicio y el final del tramo para realizar un escáner completo del vehículo y sus ocupantes. Debemos asumir que cruzan datos de la ITV y el seguro en fracciones de segundo, además de vigilar la velocidad media, convirtiendo cada pórtico en una aduana digital insalvable. Raúl García destaca que la infraestructura necesaria para esto es mínima, pero el impacto recaudatorio y disuasorio para Tráfico es gigantesco.
Al entrar en uno de estos tramos, el conductor suele relajarse tras pasar la primera cámara, sin saber que la vigilancia es constante y que la inteligencia artificial sigue operando. El sistema está diseñado para que puedan sancionarte por múltiples infracciones en un mismo trayecto si, por ejemplo, usas el móvil mientras mantienes la velocidad correcta. La DGT ha perfeccionado la «multa combo», y como advierte el ingeniero, el desconocimiento de esta capacidad técnica sale muy caro.
EL COSTE DE LA IGNORANCIA AL VOLANTE
El impacto económico de estas sanciones varía, pero lo que realmente duele al conductor español es la detracción de puntos que acompaña a las infracciones captadas por esta nueva tecnología. Hay que tener en cuenta que las multas por distracciones con el móvil restan hasta seis puntos, lo que puede dejar a muchos automovilistas al borde de perder la licencia en un solo viaje. Raúl García reitera que la tecnología no tiene compasión y aplica el reglamento de la DGT con frialdad matemática.
La sensación de impunidad al volante se ha terminado definitivamente con la llegada de la inteligencia artificial a nuestras autovías y carreteras secundarias. Lo más prudente es entender que la conducción está siendo monitorizada de forma integral y permanente, y no solo cuando vemos un coche patrulla o un cartel de aviso de radar. Como bien decía García en su advertencia inicial sobre estos radares que no son de velocidad, la mejor defensa es simplemente cumplir las normas, no por miedo a la multa, sino por pura supervivencia.










