domingo, 14 diciembre 2025

Dra. Nancy Jiménez, psiquiatra: «La mala información en redes está empeorando los trastornos alimentarios»

- Una mirada clara y humana a los Trastornos de la Conducta Alimentaria, más allá de la comida y del peso.

Los trastornos alimentarios no empiezan en el plato, empiezan mucho antes. La Dra. Nancy Jiménez, médico cirujano, especialista en psiquiatría, terapeuta de pareja y experta en terapia cognitivo-conductual, habla de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) sin rodeos, pero también sin frialdad. Se nota que no los ha visto solo en libros, sino en consulta, una y otra vez. Porque estos trastornos no van solo de comida. Van de personas.

Cuando Nancy Jiménez explica qué es un TCA, lo hace de forma directa y casi cotidiana. Habla de una alimentación maladaptativa, de una relación rota con la comida que empuja a los extremos: comer demasiado o casi no comer. Y ahí empieza todo. O, mejor dicho, ahí se hace visible. Porque el impacto no se queda en el plato: alcanza a la familia, a las amistades, al colegio, al trabajo… y al propio cuerpo. “O comes de más o comes de menos y comes mal”, resume. Y con eso llegan la culpa, el miedo a engordar, la imagen corporal distorsionada y esas conductas compensatorias que, poco a poco, van cerrando puertas.

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Cuando la comida deja de ser comida

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Uno de los mensajes que la especialista repite con más firmeza es este: los TCA son trastornos mentales. No son una moda, ni una etapa rebelde, ni un capricho. Tampoco una falta de fuerza de voluntad. “Es una enfermedad compleja que necesita tratamiento”, insiste. Y aquí suele aparecer el silencio incómodo, porque todavía cuesta asumirlo. A veces por desconocimiento, otras por miedo, y muchas por la falsa idea de que “ya se le pasará”.

Pero no se pasa solo. Y cuanto antes se mire, mejor.

Un árbol de Navidad lleno de factores

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Los trastornos alimentarios no se ven siempre, pero duelen por dentro. Fuente:Canva

Cuando se le pregunta por las causas, la Dra. Jiménez recurre a una imagen que se queda grabada. Dice que los trastornos alimentarios son como un árbol de Navidad: para que se encienda, tienen que prender muchos foquitos a la vez. No hay una sola razón. Intervienen alteraciones bioquímicas del cerebro que favorecen conductas obsesivas, una sociedad que empuja estándares de belleza cada vez más exigentes y, en algunos casos, familias muy rígidas o marcadas por la búsqueda constante de la perfección.

Nada ocurre de la noche a la mañana. Es más bien un goteo. Un comentario aquí, una comparación allá, una exigencia más… y el cuerpo acaba siendo el campo de batalla.

Adolescencia y señales que no conviene ignorar

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Hablar del cuerpo también educa, para bien o para mal. Fuente:Canva

La adolescencia es uno de los momentos más delicados. De hecho, la Dra. Jiménez advierte de que uno de cada cuatro adolescentes mexicanos desarrollará un trastorno de la conducta alimentaria. En una etapa en la que se está construyendo la identidad, cualquier mensaje pesa el doble.

Por eso es clave que madres, padres y cuidadores sepan detectar los “focos rojos”: dietas constantes en casa, aislamiento, dejar de comer grupos enteros de alimentos, pasarse horas haciendo ejercicio “porque es sano”, o una caída clara del rendimiento escolar. En cuanto al lenguaje, la especialista lo tiene claro y lo dice sin adornos: del cuerpo ajeno no se habla. Ni en broma. Ni con buena intención. Las palabras dejan huella, aunque no siempre lo parezca.

Sí se puede salir: tratamiento y acompañamiento

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A pesar de todo, Nancy Jiménez lanza un mensaje que conviene subrayar: los TCA se curan. Y lo hacen cuando se abordan bien. El camino pasa por un trabajo multidisciplinar en el que nutrición, psiquiatría, psicología y terapia familiar caminan juntas. No vale atacar solo el síntoma.

También propone cambiar la forma en la que hablamos del cuerpo y de la salud. En lugar de “bien” o “mal”, prefiere preguntar qué funciona y qué no funciona. Porque el trastorno alimentario, al final, es solo la punta del iceberg. Debajo hay emociones no resueltas, miedos, inseguridades, heridas antiguas.

Y cuando eso se atiende —cuando alguien se siente acompañado de verdad— la recuperación deja de ser una promesa lejana y empieza, poco a poco, a ser una realidad posible.


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