domingo, 14 diciembre 2025

Este es el verdadero enemigo que causa hígado graso, presión alta y obesidad

- Cuando la salud metabólica se rompe en silencio y el cuerpo empieza a pedir cambios.

La presión alta no aparece de un día para otro, se va gestando en silencio. La salud metabólica rara vez se rompe de golpe. No hay un día exacto ni una fecha marcada en el calendario. Empieza poco a poco, casi sin darse cuenta. Un cansancio que ya no se va con dormir más. Un hormigueo extraño en los pies. Un dolor punzante que aparece sin avisar. Analíticas que empiezan a torcerse. Y uno sigue, porque hay que seguir.

Hasta que el cuerpo dice basta.

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De eso habla Arturo Botello en su vídeo. Y lo hace desde un lugar muy concreto: el de alguien que no llegó a este tema por curiosidad, sino por necesidad. No es médico, no pretende serlo. Es alguien que pasó por neuropatías, hipertensión, hígado graso… y que, cuando empezó a encadenar diagnósticos, decidió parar y preguntarse qué estaba pasando de verdad. A veces, el cuerpo obliga a aprender lo que no quisimos escuchar antes.

Cuando la insulina se desborda y todo empieza a desajustarse

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La salud metabólica se deteriora poco a poco, casi sin avisar. Fuente:Canva

En teoría, el metabolismo es sencillo. Comemos, el cuerpo convierte esa energía en glucosa y la insulina se encarga de llevarla a donde hace falta. Todo fluye. Hay energía, claridad mental, fuerza para el día a día.

El problema es que ya no vivimos así. Comemos a todas horas. Alimentos que llenan pero no nutren. Azúcares, harinas refinadas, ultraprocesados. El páncreas trabaja sin descanso y produce insulina una y otra vez. Demasiado, durante demasiado tiempo.

Llega un punto en el que las células se saturan. Dejan de responder. Se cierran. Y ahí aparece la famosa resistencia a la insulina. La glucosa ya no entra donde debería y la grasa empieza a almacenarse, sobre todo en el abdomen. Esa grasa visceral no es solo una cuestión estética. Inflama, oxida y desordena todo.

A partir de ahí, el cuerpo entra en un círculo complicado: sube el azúcar, suben las grasas en sangre, el hígado se sobrecarga… y los daños empiezan a aparecer donde menos se espera.

Ayuno intermitente: dejar de empujar para empezar a reparar

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Cuando el cuerpo se satura, empiezan las señales. Fuente:Canva

La propuesta que plantea Botello no va de hacer más, sino de hacer menos durante un tiempo. Dejar de comer constantemente. Darle espacio al cuerpo. El ayuno intermitente 16/8 consiste en eso: 16 horas sin comer y una ventana de 8 horas para alimentarse.

Durante ese descanso digestivo ocurren cosas importantes. Baja la insulina. El cuerpo deja de almacenar y empieza a usar lo que tiene guardado. Se activa la hormona del crecimiento, con un potente efecto reparador. Aparece la cetosis y la autofagia, procesos mediante los cuales el organismo quema grasa visceral y limpia células dañadas. Es como una puesta a punto interna.

Además, se estimula la hormona GLP1, relacionada con la regeneración neuronal y la reparación de la mielina. Algo especialmente relevante cuando hay neuropatías de por medio.

Cada cuerpo, su ritmo, y ninguna varita mágica

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Parar a tiempo también es una forma de cuidarse. Fuente:Canva

El proceso puede apoyarse con suplementos nutricionales, como concentrado de yerba mate, vitamina B12, ácido fólico y fibras. Pero el propio Botello insiste en algo importante: no existen milagros. Cada cuerpo llega con una historia distinta, con un desgaste acumulado, con heridas invisibles.

El mensaje final no es extremo ni dogmático. Es casi sencillo. Cuidar la salud metabólica no es una moda ni un reto pasajero. Es escuchar al cuerpo cuando empieza a hablar, antes de que tenga que gritar. A veces, no se trata de añadir más soluciones, sino de parar, simplificar y darle al organismo el tiempo que necesita para volver a hacer lo que siempre supo hacer: repararse.

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