Los niveles hormonales marcan cómo te sientes, cómo piensas y cómo vives esta etapa. La menopausia llega. No pregunta. Y cuando lo hace, muchas mujeres sienten que algo empieza a descolocarse por dentro, aunque desde fuera nadie lo note demasiado. Cansancio que no se va, noches rotas, cambios de humor que desconciertan incluso a una misma. Y, muchas veces, una frase que se repite como un mantra poco consolador: “es normal, es la edad”.
El Dr. Galicia Martini Iván, ginecólogo, lo dice claro: la menopausia es natural, sí, pero no tiene por qué vivirse mal. La mayoría de los síntomas tienen una causa concreta y un nombre propio: la bajada de hormonas como los estrógenos, la progesterona, la testosterona, la DHEA o la pregnanolona. Y cuando esas hormonas faltan, el cuerpo lo nota. Mucho.
Suele ocurrir entre los 45 y los 55 años, aunque cada mujer tiene su propio ritmo. Lo importante es entender algo básico: no es que “te estés volviendo así”, es que tu cuerpo está cambiando.
Sofocos, noches en vela y un cansancio que no se arregla durmiendo

Para muchas mujeres, todo empieza con los sofocos. Ese calor que sube de golpe, el sudor, las palpitaciones, la cara roja. A veces de día, a veces de noche. Y cuando llegan mientras duermes, la cosa se complica: despertares constantes, insomnio, agotamiento acumulado.
No es casualidad. Al bajar los estrógenos, el cerebro pierde su equilibrio térmico. El cuerpo interpreta que tiene calor cuando no lo tiene. Y reacciona. Se calcula que entre el 70 y el 80% de las mujeres pasa por esto.
Aquí el Dr. Galicia Martini es claro: la terapia hormonal bien indicada es lo que mejor funciona, con una mejora que puede alcanzar el 80 o incluso el 90%. Dormir mejor cambia muchas cosas. El ánimo, la energía, la paciencia. Todo.
Lo que no se ve, pero se sufre: sequedad, infecciones y molestias íntimas

Hay síntomas de los que casi no se habla. Por vergüenza, por pudor o porque durante años se han normalizado. Sequedad vaginal, escozor, dolor en las relaciones, infecciones que vuelven una y otra vez. No es mala suerte. Es hormonal.
Cuando faltan estrógenos, los tejidos íntimos se vuelven más frágiles, pierden colágeno y lubricación. El pH cambia y las infecciones aparecen con facilidad. Incluso la incontinencia urinaria puede empezar a dar la cara, sobre todo al reír, toser o hacer esfuerzo.
Aquí no hay misterio ni castigo: los estrógenos locales (en cremas u óvulos) funcionan. Hidratan, regeneran, devuelven elasticidad. Y, sobre todo, devuelven calidad de vida.
Cambios de humor, niebla mental y esa sensación de “ya no soy yo”

Irritabilidad, ansiedad, tristeza sin motivo claro, despistes, falta de concentración. Muchas mujeres piensan que se están “rompiendo” por dentro o que algo va mal en su cabeza. Pero el cerebro también depende de las hormonas.
El Dr. Galicia Martini insiste en algo importante: no es un problema psiquiátrico, es un cerebro que se ha quedado sin los mensajeros químicos que lo mantenían en equilibrio. Recuperar esos niveles hormonales ayuda a estabilizar el estado de ánimo y a proteger la memoria.
Además, iniciar la terapia hormonal en los primeros años de la menopausia reduce el riesgo de demencia y Alzheimer. No es solo sentirse mejor hoy. Es cuidarse para mañana.
El cuerpo pasa factura si se ignora: huesos, corazón, piel y energía
Cuando la menopausia no se trata, hay efectos que no duelen al principio, pero pesan con el tiempo. Los huesos se vuelven frágiles (osteoporosis), el músculo se pierde (sarcopenia), el metabolismo se ralentiza, aparece la grasa abdominal y el riesgo cardiovascular aumenta.
La piel se afina, pierde firmeza. El cabello cae más. Los ojos se secan. Todo está conectado. Las hormonas no eran un adorno, eran un sistema de protección.









