sábado, 13 diciembre 2025

DGT activa 122 nuevos radares invisibles: tecnología a 24.100 Ghz que tu detector no ve

La carretera ha cambiado y las reglas del juego también se han transformado por completo este año en nuestro país. Los conductores españoles se enfrentan ahora a una tecnología mucho más sofisticada que hace casi imposible esquivar las multas por exceso de velocidad en tramos interurbanos. Ya no basta con levantar el pie del acelerador cuando vemos una caja blanca en el arcén o intuimos un control policial a lo lejos.

La DGT ha decidido dar un golpe sobre la mesa implementando una renovación tecnológica sin precedentes en su arsenal de vigilancia viaria. No estamos hablando de una simple actualización de software, sino de una inversión masiva en cinemómetros de última generación. Estos aparatos, que ya están empezando a poblar nuestras carreteras secundarias y autovías, utilizan frecuencias de onda que escapan a la mayoría de los dispositivos de detección que usan los conductores. El organismo autónomo busca con esta medida frenar la siniestralidad, apostando por la invisibilidad como principal arma disuasoria frente a los excesos de confianza al volante.

Muchos automovilistas se llevarán una sorpresa desagradable al comprobar que sus habituales sistemas de alerta no les avisan de la presencia de los controles de Tráfico. La realidad es que la tecnología empleada opera en la banda de 24.100 gigahercios. Esta frecuencia específica, unida a un tamaño mucho más compacto y manejable de los dispositivos, permite a los agentes colocar los radares en ubicaciones antes impensables, como guardarraíles, trípodes ocultos o incluso vehículos camuflados en movimiento. La sensación de impunidad que algunos sentían al confiar en la electrónica de contramedidas tiene los días contados con este despliegue técnico.

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EL SECRETO DE LA INVISIBILIDAD ELECTRÓNICA

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Lo que realmente preocupa a los conductores más habituados a pisar el acelerador es la capacidad de estos nuevos equipos de la DGT para pasar totalmente desapercibidos. Ocurre porque emiten pulsos de ondas de muy baja potencia y corta duración. A diferencia de los modelos antiguos que lanzaban una señal constante y potente fácil de rastrear a kilómetros, estos nuevos «francotiradores» digitales apenas dejan huella en el espectro radioeléctrico hasta que ya es demasiado tarde. Cuando tu detector ilegal pita, si es que llega a hacerlo, la fotografía y la correspondiente propuesta de sanción ya han sido emitidas y procesadas.

Esta tecnología, a menudo denominada Multaradar C o similares en el argot técnico, representa un salto cualitativo enorme para la Dirección General. El problema para el infractor es que los barridos de frecuencia son extremadamente rápidos y aleatorios. Los detectores convencionales necesitan tiempo para analizar la señal y descartar falsas alarmas, como las puertas automáticas de las gasolineras, pero estos cinemómetros no les dan ese margen de tiempo. La eficacia de estos aparatos radica precisamente en su capacidad para discriminar objetivos en milisegundos, operando en una banda K pulsante que resulta prácticamente invisible para la mayoría de las contramedidas comerciales.

UBICACIONES IMPOSIBLES Y VERSATILIDAD

La versatilidad es otra de las grandes bazas que juega la DGT con la incorporación de estos 122 nuevos dispositivos a su red de control. Su tamaño reducido permite que puedan instalarse en cualquier punto de la geografía viaria. Ya no es necesario depender de grandes pórticos o cabinas laterales visibles a cientos de metros; ahora un pequeño trípode oculto tras un arbusto o un dispositivo magnético adherido al lateral de una patrulla es suficiente. Esta movilidad extrema facilita que los controles sean dinámicos, cambiando de ubicación varias veces en una misma jornada para cubrir diferentes tramos de concentración de accidentes.

Los agentes de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil cuentan ahora con una herramienta ligera que se maneja y calibra en cuestión de minutos. Gracias a su conectividad inalámbrica, pueden ser operados a distancia desde una tablet o patrulla. Esto significa que el agente no tiene que estar físicamente pegado al radar, aumentando su seguridad y permitiendo que el control sea aún más discreto para los conductores que se aproximan. La capacidad de controlar varios carriles simultáneamente y en ambos sentidos de la marcha multiplica la efectividad de cada unidad desplegada en la carretera.

ADIÓS A LOS FRENAZOS ANTE EL LENTE

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Una de las conductas más peligrosas que la DGT pretende erradicar con estos sistemas es el clásico frenazo justo antes de llegar a la altura del radar. Esa maniobra instintiva ya no servirá de nada porque la medición se realiza mucho antes de lo que el conductor cree. La precisión de la tecnología láser y de ondas empleada permite captar la velocidad del vehículo a una distancia considerable, haciendo inútil el intento de reducir la marcha en el último segundo. Además, estos equipos están preparados para captar la velocidad en curva, algo que los modelos antiguos tenían mucho más difícil por cuestiones de alineación.

La sorpresa es el factor determinante en esta nueva estrategia de vigilancia que busca pacificar el tráfico en las vías más conflictivas. Al eliminar la posibilidad de reacción ante el aviso de un detector, se fuerza al conductor a mantener una velocidad legal constante. El objetivo final no es tanto la recaudación, aunque las cifras aumentarán, sino modificar el comportamiento al volante para que el respeto a los límites sea la norma y no una excepción que se cumple solo cuando se teme una multa inminente. La incertidumbre sobre dónde estará el próximo control se convierte en el mejor regulador de velocidad.

LA GUERRA CONTRA LOS INHIBIDORES ILEGALES

El despliegue de estos 122 radares invisibles supone un jaque mate técnico a quienes invierten cientos de euros en inhibidores de señal prohibidos. Estos dispositivos ilegales, que intentan bloquear la señal del radar para evitar la medición, se encuentran ahora con una arquitectura de señal mucho más compleja. Al trabajar en frecuencias de 24.100 Ghz con salto de frecuencia, los inhibidores tradicionales no logran «enganchar» la señal a tiempo para anularla. Además, la DGT cuenta con sistemas capaces de detectar qué vehículos llevan instalados estos aparatos, lo que puede derivar en sanciones de hasta 6.000 euros y pérdida de 6 puntos.

Es una carrera tecnológica en la que la administración pública ha tomado claramente la delantera frente a la picaresca de algunos conductores. La inversión en I+D aplicada al control del tráfico demuestra que los sistemas de evasión tienen una vida útil cada vez más corta. Lo que ayer funcionaba para evitar una multa, hoy es un pisapapeles caro instalado en el salpicadero. Los foros de motor y grupos de conductores bullen estos días comentando la ineficacia de sus contramedidas frente a estos nuevos cinemómetros que parecen surgir de la nada en tramos que antes consideraban seguros para correr.

VÍAS SECUNDARIAS: EL OBJETIVO PRINCIPAL

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No es casualidad que la inmensa mayoría de estos nuevos cinemómetros vayan destinados a reforzar la vigilancia en carreteras convencionales. Las estadísticas que maneja la DGT son tozudas y señalan que es en estas vías donde se produce el mayor número de siniestros mortales. Al carecer de separación física entre carriles y tener intersecciones al mismo nivel, el exceso de velocidad se convierte en un factor letal que no perdona errores. La estrategia es clara: saturar de «ojos invisibles» aquellos tramos de doble sentido donde los adelantamientos indebidos y la velocidad inadecuada causan tragedias cada fin de semana.

El despliegue se ha planificado meticulosamente para cubrir los puntos negros y los tramos de riesgo identificados por los técnicos de movilidad. No obstante, la movilidad de los equipos asegura que ninguna ruta está exenta de ser fiscalizada en cualquier momento. Los conductores que frecuentan carreteras comarcales para evitar los radares fijos de las autovías se encontrarán ahora con una vigilancia mucho más férrea y difícil de predecir. La red viaria secundaria deja de ser un terreno abonado para la velocidad impune gracias a la portabilidad y discreción de esta nueva hornada de tecnología sancionadora.

UNA REALIDAD QUE TOCA EL BOLSILLO

El impacto de esta actualización tecnológica se notará irremediablemente en las notificaciones que llegan a los buzones de muchos españoles. La eficiencia de estos 122 nuevos equipos garantiza que el número de expedientes sancionadores se incremente notablemente a corto plazo. No se trata de meter miedo, sino de exponer una realidad técnica: las probabilidades de ser cazado superando los límites se han multiplicado exponencialmente. La capacidad de estos radares para operar en condiciones de baja luminosidad y clima adverso asegura que la vigilancia sea efectiva las 24 horas del día, los 365 días del año.

Adaptarse a este nuevo escenario requiere un cambio de mentalidad urgente por parte de quienes todavía ven los límites de velocidad como una sugerencia. La única forma 100% efectiva de que tu detector no falle ante la DGT es, irónicamente, no necesitarlo. La tecnología ha avanzado tanto que el respeto a las normas se convierte en la única estrategia infalible. Con radares capaces de ver lo invisible y operar en frecuencias fantasma, la época del «gato y el ratón» en la carretera está llegando a su fin, dando paso a una era de control digital absoluto donde el margen para la infracción es prácticamente inexistente.


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