La emisión de No somos nadie vivió uno de los momentos más tensos y emocionalmente desbordantes de su trayectoria reciente cuando Carlota Corredera, visiblemente afectada, terminó rompiéndose en pleno directo durante una conversación telefónica con Kiko Hernández.
2Carlota Correder suplica a Kiko Hernández
Lo que vino después fue una súplica nacida del miedo y de la responsabilidad que siente hacia su amigo. Corredera, incapaz de ocultar el temblor de su voz, le rogó que abandonara el local, que no siguiera en un encierro que estaba poniendo en riesgo su salud y su equilibrio emocional. «Idos de allí, por favor», alcanzó a pedir entre lágrimas, mientras se secaba la cara con las manos en un intento inútil de recomponerse ante las cámaras.
Aun así, en medio del caos emocional, mantuvo un compromiso que dejó claro cuánto le afectaba lo que estaba escuchando: le prometió que no iba a desvelar aquello que él acababa de confiarle, un gesto que evidenciaba que la información recibida era de un calado particularmente grave.
Tras ese episodio, y quizá movido por la reacción visible de su compañera, Kiko Hernández —que inicialmente había insistido en que no quería hablar en vivo— acabó aceptando que la conversación pasara a altavoz. Su voz, cuando finalmente llegó al plató, sonaba frágil, tensa, cargada de cansancio y angustia. No era la voz habitual del comentarista televisivo, sino la de alguien que se siente atrapado en una situación límite. Lo primero que quiso expresar fue que ha recibido «amenazas muy fuertes», palabras que reforzó con otra expresión aún más contundente: «amenazas de muerte».
El impacto de esa revelación fue inmediato. El plató quedó sumido en un silencio pesado que contrastaba con la intensidad del relato, mientras Corredera intentaba recomponerse para sostener el hilo de la conversación.








