Los del Río son mucho más que el dúo que puso a medio planeta a bailar la misma coreografía. Antonio Romero y Rafael Ruiz llevan desde los años sesenta cantando rumbas, sevillanas y coplas, primero en tablaos y luego en fiestas de alta sociedad. Cuando Macarena estalló, su nombre cruzó fronteras, llegó a Estados Unidos y les abrió las puertas de escenarios, campañas políticas y hasta del Vaticano. Aun así, nunca perdieron el acento de barrio ni la costumbre de volver a dormir a Dos Hermanas, a unos kilómetros de Sevilla.
Después de aquel pelotazo, Los del Río siguieron trabajando sin descanso, pero siempre con la idea de asegurar el futuro de hijos y nietos. La fortuna que les dejó Macarena se tradujo en propiedades, una empresa musical propia y una cómoda jubilación anticipada, aunque ellos insisten en que nunca dejarán de cantar. Este reportaje repasa cómo gestionaron ese dinero, por qué eligieron seguir en su pueblo y qué papel juegan hoy Sevilla y sus negocios de toda la vida. También se asoma a las tradiciones familiares, desde la devoción por las romerías hasta ese gusto tan andaluz por las tertulias largas en bares y bodegas de confianza.
LOS DEL RÍO, DEL ÉXITO GLOBAL A LA VIDA DE PUEBLO
El dúo sevillano Los del Río llevaba décadas actuando cuando Macarena se cruzó en su camino y lo cambió todo. La canción, publicada a principios de los noventa, se convirtió en éxito del verano en España y después en un fenómeno internacional con versiones en medio mundo. Durante varias semanas encabezó listas tan potentes como la estadounidense Billboard, algo inédito para una rumba española. Aquella exposición les dio fama, contratos y un colchón económico que hoy les permite escoger bien cada proyecto y moverse sin prisas.
A diferencia de otros artistas que se mudan a grandes capitales, ellos siguieron teniendo su centro de gravedad en Dos Hermanas, muy cerca de Sevilla. Viajaban a Madrid, a Marbella o a Miami para cantar en fiestas privadas, pero regresaban al pueblo en cuanto terminaban las actuaciones. Con el tiempo, esa decisión consolidó su imagen de vecinos ilustres y cercanos, reconocibles para cualquiera que pase por la plaza del Ayuntamiento. El éxito global no les cambió el gusto por las costumbres pequeñas: el café de siempre, la misa de los domingos y las charlas en los bares del centro.
MACARENA, LA CANCIÓN QUE LES HIZO MILLONARIOS
Macarena no solo les dio notoriedad, también generó una cantidad de dinero difícil de imaginar para dos músicos de origen humilde. Se calcula que, solo en derechos de autor, la SGAE llegó a ingresar en un semestre alrededor de mil millones de pesetas a su favor. A eso se suman los royalties por la venta de millones de discos y las más de doscientas versiones registradas en todo el mundo. Diversos medios estiman que, con el paso de los años, esa canción pudo reportarles decenas de millones de euros, situándoles entre los músicos españoles más afortunados económicamente.
El bombazo disparó el caché de Los del Río en conciertos y galas privadas, donde llegaron a cobrar varias veces más que antes del hit. Su agenda se llenó de actuaciones en clubes exclusivos, bodas de alto nivel y campañas promocionales en América y Europa. Pese a todo, el dúo repite que la riqueza importante no está en las cuentas bancarias, sino en la familia y en seguir subiendo a los escenarios. Esa filosofía les ha ayudado a sobrellevar con naturalidad el vértigo de pasar de las pensiones baratas a cantar para presidentes y grandes empresarios.
DOS HERMANAS, EL EPICENTRO DE SU VIDA COTIDIANA
Dos Hermanas, con decenas de miles de habitantes y a pocos kilómetros de Sevilla, se ha convertido en parte inseparable del relato del dúo. Allí instalaron su oficina, montaron su estudio y establecieron su particular cuartel general, al que cualquiera llega preguntando por ellos en la plaza. En el pueblo se les conoce por su cercanía, sus saludos largos y ese sentido del humor que muchos identifican de inmediato con el soniquete de Macarena. No es raro verles participar en procesiones, romerías o actos benéficos, reforzando un vínculo con la localidad que va mucho más allá de la fama.
Los vecinos presumen de tener entre ellos a los autores de la rumba española más internacional, pero también valoran que sigan llevando una vida relativamente normal. Viven en pisos amplios pero sin estridencias, en la misma calle y muy cerca de la parroquia donde acuden con frecuencia. Buena parte de su patrimonio inmobiliario se concentra precisamente en Dos Hermanas, con varias viviendas a su nombre y otras vinculadas a su empresa. Esa elección resume bien su manera de entender el éxito: prosperar económicamente, pero sin renunciar a la rutina diaria del barrio, el mercado y las terrazas.
NEGOCIOS, EMPRESA FAMILIAR Y PATRIMONIO INMOBILIARIO
Con el dinero de Macarena, el dúo reforzó Producciones Solera, la empresa con la que gestionan actuaciones, discos y derechos musicales. La sociedad posee varias propiedades en Dos Hermanas y en la aldea de El Rocío, además de encargarse del alquiler de locales y viviendas. En sus mejores años recientes, la firma llegó a facturar varios cientos de miles de euros anuales y a declarar activos de más de un millón. Se trata de una estructura modesta si se compara con grandes multinacionales, pero suficiente para asegurar ingresos estables a la familia.
Más allá de la empresa, Los del Río y sus esposas figuran como propietarios de varias casas en el municipio y de otros inmuebles que complementan su jubilación. Esa diversificación explica que hoy puedan permitirse elegir bolos con calma, sin necesidad de una gira interminable para mantener el nivel de vida. Al mismo tiempo, sus hijos han ido ocupando espacio en los escenarios con proyectos propios de flamenco fusión y rumba actualizada. El grupo Machukamba Music, formado por descendientes directos, mantiene viva la marca familiar mientras ellos se reservan para ocasiones especiales.
FAMILIA, DISCRECIÓN Y UNA FAMA MUY LARGA
A pesar de los millones generados por aquel éxito, la vida familiar ha seguido siendo el eje del día a día de Los del Río. Antonio y Rafael llevan décadas casados con sus respectivas esposas y han criado a ocho hijos que se consideran hermanos entre sí. El clan comparte vacaciones, romerías, comidas multitudinarias y hasta proyectos musicales, lo que refuerza la sensación de que todo queda en casa. En entrevistas, siempre subrayan que el verdadero lujo es poder seguir juntos, sanos y trabajando donde se sienten queridos.
Esa discreción no ha impedido que, con el tiempo, salgan a la luz asuntos personales como el reconocimiento de un hijo extramatrimonial por parte de Rafael. El proceso se resolvió por la vía legal y sin grandes escándalos públicos, fiel a la imagen de serenidad que intentan mantener. Ni siquiera esas noticias han empañado la percepción de dos artistas profesionales y respetuosos, que evitan alimentar polémicas. Con los años, su fama se ha vuelto más tranquila, ligada a la nostalgia y a los homenajes, lejos del ruido constante de otras celebridades.
SEVILLA, RUMBAS, BARES Y BODEGAS DE SIEMPRE
Aunque su nombre suena en todo el mundo, su imaginario sigue anclado en Sevilla, en sus ferias, sus casetas y sus peñas flamencas. Buena parte de su repertorio habla de ríos, barrios y fiestas populares, conectando con una tradición de rumbas de mesa camilla y palmas en familia. Esa estética encaja con una forma muy andaluza de entender el ocio, entre bares de confianza, bodegas centenarias y veladores llenos de tapas. Viajando o en casa, en esos ambientes se sienten cómodos, casi anónimos, compartiendo barra con vecinos que les tratan como a unos más del barrio.
Hoy, cuando se suben a un escenario, mezclan sus clásicos con colaboraciones más recientes, como relecturas de Macarena junto a artistas latinos actuales. Los del Río asumen que quizá nunca repitan un fenómeno semejante, pero disfrutan de seguir haciendo bailar a varias generaciones a la vez. Después, muchas noches acaban igual que empezaron décadas atrás: cenando en familia, charlando con amigos de siempre y cerrando el día en alguna bodega del entorno. Ese equilibrio entre éxito global y vida de pueblo explica por qué su historia sigue fascinando, más allá del baile que dio la vuelta al planeta.











