El fenómeno de ‘La casa de los gemelos 2’, que supera los 600.000 espectadores en algunas franjas del día en YouTube,, revela algo más que la popularidad de un reality extremo. Su impacto demuestra que el público sigue dispuesto a consumir formatos basados en la confrontación, el morbo y la imprevisibilidad, pero ahora busca ese tipo de contenidos fuera de la televisión en abierto.
Y, sobre todo, deja en evidencia la crisis estructural de Telecinco, que hace dos décadas dominaba el mercado y hoy se ve desbordada por las nuevas narrativas digitales que imitan —y radicalizan— su propia herencia.
El programa creado por Dani y Carlos Ramos funciona como un espejo deformado de la tradición televisiva del escándalo: un espacio que mezcla violentas peleas, figuras polémicas y una ausencia casi total de control editorial.
Esa fórmula, heredera de los excesos de ‘Crónicas marcianas’, ‘Tómbola’ o ‘Hotel Glam’, encuentra ahora su público en un ecosistema sin las restricciones regulatorias de la televisión convencional. Pero también conecta con un clima social enrarecido: tiempos donde el discurso de la ultraderecha, la violencia verbal y el matonismo simbólico han ganado presencia en redes y en el debate público.
El reality explota ese imaginario sin disimulo. ‘La casa de los gemelos’, que no deja de ser una copia sin normas de ‘Gran Hermano’, es un formato que no oculta su apuesta. No es casual que los grandes operadores audiovisuales hayan evitado comentar su éxito. La mezcla de violencia verbal, insultos xenófobos, homófobos o gordófobos, junto con momentos de agresividad física, resulta difícil de encajar en el ecosistema mediático actual.
Sin embargo, ese tipo de contenido es exactamente lo que lo ha convertido en un éxito viral entre jóvenes y adultos. En esta segunda edición, la presencia de Kiko Hernández, Víctor Sandoval y Coto Matamoros ha consolidado la fórmula. No solo atraen al público nostálgico de la televisión de los 2000; también simbolizan el puente entre dos mundos: el del espectáculo televisivo clásico más amarillo y el de los realities digitales sin supervisión editorial.
Otros participantes —influencers con perfiles polémicos, exconcursantes de realities, tiktokers como La Marrash, verdadera estrella del formato por su agresividad, o La Falete— refuerzan el carácter descontrolado del formato.
El precedente de la primera temporada fue una declaración de intenciones: apenas nueve horas después de arrancar, el programa terminó suspendido por una pelea entre dos concursantes. Lejos de corregir el rumbo, los Ramos han integrado ese incidente en la identidad del programa, construyendo una narrativa donde el caos es un recurso dramático.
Resulta imposible analizar este fenómeno sin compararlo con el ADN que Telecinco desarrolló durante décadas. De hecho, el propio programa actúa como un hijo ilegítimo del modelo instaurado durante la era Paolo Vasile: formatos basados en la polémica, la emocionalidad exagerada, la hiperexposición de los conflictos y la explotación del morbo.
La diferencia es que ‘La casa de los gemelos’ prescinde de límites. Telecinco siempre jugó con esa lógica, pero lo hacía dentro de un marco regulado. En el modelo digital que explotan los Ramos, no hay horarios protegidos, ni límites publicitarios, ni obligaciones de cuidado hacia menores. Y esa asimetría está en el centro del malestar de las grandes cadenas, que ven cómo los streamers y productoras digitales compiten con mayor libertad mientras ellas lidian con costes elevados y una regulación estricta.

La paradoja es evidente: quienes crecieron consumiendo ‘Gran Hermano’ o los crueles debates de la madrugada de ‘Crónicas Marcianas’ siguen buscando esa adrenalina audiovisual. Pero ya no la encuentran en un canal lineal. El traslado del morbo a plataformas digitales confirma una tendencia imparable: la televisión abierta pierde su hegemonía cultural incluso en aquellos géneros que ayudó a inventar.
CRISIS
La caída de audiencia de Telecinco no se explica solo por la fragmentación del consumo o por la irrupción de plataformas globales. También responde a un desgaste acumulado en su modelo de contenidos, a una pérdida de identidad y a una reducción progresiva de inversión. El final precipitado de ‘Gran Hermano 20’ es solo un síntoma más.
El relevo en el área de Contenidos —la salida de Manuel Villanueva y la llegada de Alberto Carullo— ha traído ajustes, pero no un giro de rumbo. La cadena sigue dependiendo de formatos muy desgastados y de una estructura productiva menguante.
A esto se suma un problema estratégico mayor: la pérdida de autonomía dentro de MFE–MediaForEurope, el conglomerado controlado por la familia Berlusconi. En 2025, el grupo ha priorizado la expansión internacional con la compra mayoritaria de ProSiebenSat.1 en Alemania y la adquisición de casi un tercio de Impresa en Portugal. España, mientras tanto, queda en segundo plano.
La plataforma Infinity no despega; la inversión en nuevos formatos es limitada; y la venta de contenidos a terceros sigue siendo testimonial. Todo ello configura un escenario donde Telecinco ha dejado de marcar el ritmo de la conversación pública, algo impensable en los años en los que monopolizaba el entretenimiento nocturno.
Que ‘La casa de los gemelos 2’ arrase mientras Telecinco intenta sobrevivir con una versión de sí misma cada vez más diluida dice mucho del momento audiovisual actual. No se trata de celebrar un producto que normaliza la violencia o que explota perfiles vulnerables para generar espectáculo. Se trata de entender por qué funciona.
En realidad, reproduce la misma lógica de consumo que acompañó al primer ‘Gran Hermano’: nadie decía verlo, pero todo el mundo sabía lo que pasaba. La adicción no procede del contenido en sí, sino de la mezcla de fascinación y rechazo que generan este tipo de formatos.
Y ahí es donde el éxito del programa interpela directamente al sector: demuestra que hay un público que no busca sofisticación, sino intensidad; que no quiere narrativa, sino estímulos; y que ha abandonado las cadenas tradicionales porque el entorno digital les da aquello que la televisión ya no se atreve a ofrecer. El problema, sin embargo, es más profundo.
Tanto la televisión en abierto como el universo streamer parecen atrapados en una espiral de repetición. Falta innovación, sobran copias del mismo modelo y abunda la explotación del conflicto como único motor narrativo. ‘La casa de los gemelos 2’ es la versión más cruda de esa deriva, pero no la única.







