martes, 9 diciembre 2025

Ceuta y Melilla, el agujero negro de la gestión sanitaria de Mónica García

Ceuta y Melilla se han convertido en el agujero negro de la sanidad española: son las únicas regiones donde Mónica García manda sin intermediarios y, al mismo tiempo, las que acumulan menos médicos, peores indicadores de salud y listas de espera desbordadas. Mientras el Ministerio centra el discurso contra las autonomías del PP —con Madrid en el punto de mira—, los datos oficiales y los informes independientes dibujan otra realidad incómoda: allí donde Sanidad conserva todas las competencias, el sistema ni protege igual ni funciona mejor.

Ceuta y Melilla son hoy el mayor punto ciego de la sanidad española: las dos únicas regiones donde el Ministerio de Sanidad mantiene íntegramente las competencias bajo la batuta de Mónica García, con menos médicos, peores indicadores de salud y un sistema tensionado al límite mientras desde Madrid se concentra el fuego político en las comunidades gobernadas por el PP, especialmente la Comunidad de Madrid. Datos oficiales y análisis independientes dibujan un panorama consistente: cola en médicos por habitante, peores años de vida saludable y un entramado asistencial que no garantiza a ceutíes y melillenses el mismo nivel de protección que disfrutan las autonomías con sanidad transferida.

El laboratorio de la gestión directa de García

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A diferencia del resto del país, donde los servicios de salud autonómicos planifican plantillas, inversiones y políticas de espera, la sanidad en Ceuta y Melilla sigue centralizada en el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (INGESA), organismo dependiente del Ministerio de Sanidad. Es el único territorio donde se puede evaluar sin intermediarios la gestión de Mónica García y su equipo, sin consejeros autonómicos ni “recortes regionales” a los que culpar.

Mientras la ministra multiplica sus ataques contra la sanidad madrileña o los gobiernos autonómicos del PP, Ceuta y Melilla arrastran una crisis estructural que sindicatos definen como insostenible y que dirigentes locales del PP describen ya como abandono sanitario y caos. Las ciudades autónomas se han convertido en el espejo incómodo de un modelo centralizado que acumula retrasos, contradicciones normativas e incentivos prometidos que no se materializan.

Listas de espera: la punta visible del iceberg

Las estadísticas oficiales muestran que Ceuta y Melilla no siempre lideran las peores cifras brutas, pero sí concentran demoras muy altas en especialidades clave y un elevado porcentaje de pacientes esperando más de dos meses. Ceuta registra en torno a 100 días de espera media para consultas de atención especializada, con más del 80% de pacientes superando los 60 días, por encima de la media nacional que el propio Ministerio utiliza para exhibir mejoras globales.

En cirugía, Melilla ronda los 13 pacientes en lista por cada 1.000 habitantes y un tiempo medio de espera en torno a 130–140 días, claramente superior al promedio estatal, mientras Ceuta se sitúa en unos 10 pacientes por 1.000 y cerca de 70–80 días. Traumatología, oftalmología y determinadas pruebas diagnósticas concentran las demoras más graves, con derivaciones frecuentes a la península y pacientes que, ante la incapacidad local, asumen de su bolsillo viajes y estancias para ser atendidos.

Menos médicos, más presión: el déficit humano

La radiografía de recursos humanos es clara: Ceuta y Melilla se sitúan en la cola nacional con aproximadamente 1,63 y 1,52 médicos por 1.000 habitantes, frente a una media en torno a 2,15. Eso supone hasta un 25% menos de facultativos por habitante que el estándar estatal y una brecha aún mayor respecto a comunidades como Navarra o País Vasco, mientras el Ministerio acusa a varios gobiernos del PP de “desmantelar” la sanidad.

En cirugía, Melilla ronda los 13 pacientes en lista por cada 1.000 habitantes y un tiempo medio de espera en torno a 130–140 días, claramente superior al promedio estatal, mientras Ceuta se sitúa en unos 10 pacientes por 1.000 y cerca de 70–80 días

En atención primaria, la tasa ronda los 0,64–0,65 médicos de familia por 1.000 habitantes, cuando varias comunidades superan el 0,8, con cupos más saturados, agendas al límite y menos tiempo por paciente. Ceuta es, además, el único territorio que ha llegado a perder médicos en la serie reciente mientras el conjunto del país los ganaba, confirmando una expulsión de talento que ni la etiqueta de “difícil cobertura” ni las promesas de incentivos han revertido.

Gasto sanitario: el espejismo del dato per cápita

Si se mira solo el gasto público sanitario por habitante, Ceuta y Melilla aparecen en un rango similar o ligeramente superior a la media estatal, lo que permite al Gobierno esgrimir cifras que, sobre el papel, no encajaría con un territorio desatendido. Pero el sobrecoste de operar sistemas pequeños y aislados, la dependencia de derivaciones y el retraso en infraestructuras hacen que cada euro rinda menos que en la mayoría de comunidades.

Informes sindicales y oficiales sitúan a las dos ciudades por debajo de la media nacional en camas hospitalarias por 1.000 habitantes y en dotación de centros de salud, mientras otros servicios autonómicos —la mayoría presididos por el PP— han reforzado durante años su red asistencial. El resultado es un sistema que gasta parecido, pero ofrece menos: menos camas, menos equipamiento y menor capacidad para absorber urgencias, ingresos programados y actividad quirúrgica.

Peores resultados de salud y prevención débil

El déficit se refleja también en los resultados. Informes de salud poblacional sitúan a Ceuta y Melilla entre las peores tasas de mortalidad general y por enfermedad isquémica del corazón, con Ceuta de forma recurrente en la parte alta del ranking. Ambas ciudades se colocan además en la cola en años de vida saludable al nacer, en torno a los 69,5 años frente a más de 79 de media nacional: una década de vida con peor salud que el conjunto del país.

En prevención, los indicadores de cribado de cáncer revelan una brecha notable: Melilla figura en última posición en participación en programas de mamografía en mujeres de 50 a 69 años, y en Ceuta la ausencia de datos completos ya es un síntoma de desorden y baja prioridad. El choque reciente entre el Ministerio y el Gobierno de Melilla por el control de los programas de cribado ilustra una gestión más centrada en la disputa política que en elevar unos resultados preventivos claramente por debajo de los estándares del SNS.

Melilla figura en última posición en participación en programas de mamografía en mujeres de 50 a 69 años, y en Ceuta la ausencia de datos completos ya es un síntoma de desorden y baja prioridad

Un territorio “de difícil cobertura” que no se trata como tal

El Real Decreto 118/2023 reconoció que todos los puestos sanitarios del INGESA en Ceuta y Melilla debían considerarse de difícil cobertura, abriendo la puerta a incentivos específicos para atraer y retener profesionales. Sin embargo, sindicatos y plataformas médicas denuncian que ese marco ha quedado en papel mojado: sin una política clara de incentivos, sin concursos de traslados regulares y con productividades de enfermería de las más bajas del sistema.

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Más aún, el Ministerio ha llegado a negar formalmente que Ceuta y Melilla sean zonas de difícil cobertura, asegurando que las plazas son “altamente demandadas” mientras se cierran camas, servicios como psiquiatría o hemodiálisis sufren falta de especialistas y los profesionales reclaman un plan de choque inmediato. Para muchos, las críticas desde el propio sector apuntan a un patrón: más ideología que gestión. Ceuta y Melilla no solo revelan un problema periférico, sino el fracaso de un modelo centralizado que ni se reforma ni se transfiere, mientras la sanidad se utiliza como ariete contra las autonomías rivales. En esa doble vara de medir, ceutíes y melillenses pagan el precio con más años de mala salud, esperas más largas en especialidades clave y un sistema que, pese a depender directamente de Mónica García, sigue lejos de los estándares que la ministra exige a los demás.


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