Esta es la principal conclusión a la que llega el último informe de DNV titulado Net-Zero Guide, que analiza los principales desafíos de la transición energética en el sector marítimo. En este aspecto indica que el sector marítimo se encuentra en una encrucijada, donde a nivel climático se le exige mayor velocidad en su transición energética; pero a nivel industrial no existen recursos técnicos e industriales suficientes para un cambio rápido.
El informe apunta que el transporte marítimo es responsable del 3% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) y que si esta situación no cambia, la situación podría empeorar fruto del comercio mundial. Los combustibles actuales que se utilizan como el fuelóleo pesado o el gas natural licuado, tienen la ventaja industrial de ser muy baratos y energéticos pero con la desventaja de ser altamente contaminantes.
Debido a esto, el informe apunta a que la transición hacia un transporte marítimo des-carbonizado deberá basarse en el cambio de combustibles. Entre estos destaca el amoniaco verde, que puede llegar al objetivo de cero emisiones, pero que todavía es una tecnología muy experimental y joven para tener una viabilidad en el corto-medio plazo.
Por otro lado, el metanol verde ya cuenta con motores comerciales disponibles para su uso, es una tecnología más asentada y fácil de desarrollar, tanto es así que el informe espera una adaptación rápida de este combustible en los próximos 10 años. No obstante, aún no hay disponibilidad suficiente de esta energía para su implantación masiva.
Y por último, destaca el hidrógeno verde, que destaca sobre todo en su formato de pilas de combustible, lo que le hace ideal según apunta el informe, para transporte en distancias cortas. Aún así sus mayores retos para su implantación son el almacenamiento y que es un combustible de baja densidad energética.
Al reto de los combustibles, según apunta DNV, se le suman los retos tecnológicos, como los motores dual-fuel, o híbridos entre combustible convencional y verde; el desarrollo de motores 100% sostenibles; y las pilas de combustible. Que a pesar de plantearse sobre el papel como soluciones innovadoras, en la realidad se enfrentan al problema de los costes.
El cuello de botella de la transición marítima
El informe de DNV identifica que el verdadero cuello de botella de la transición energética en el sector marítimo no es únicamente la falta de combustibles verdes, sino el coste elevado y la complejidad técnica asociados a adoptarlos. Cada opción implica sobrecostes relevantes, por lo que las navieras necesitan procesos sólidos para gestionar la transición y optimizar el gasto regulatorio .
Uno de los desafíos principales es que los combustibles de baja intensidad en carbono —como metanol verde o amoníaco— presentan precios muy superiores y una gran volatilidad, lo que dificulta planificar su uso con estabilidad.
DNV señala que las compañías recurren a contratos de suministro a largo plazo o a mecanismos de cobertura para limitar riesgos, aunque esto sólo reduce parcialmente el problema. Además, cambiar de combustible implica un coste de abatimiento por tonelada de CO₂ todavía elevado para una implantación masiva sin apoyo político o sin un mercado más maduro.
La reconversión de buques también supone un reto. Según DNV, la modernización a mitad de vida resulta significativamente más costosa que integrar tecnologías alternativas desde el diseño. Requieren cambios profundos en sistemas, mayor tiempo en puerto y pérdidas económicas por periodos de inactividad (“off-hire”). Incluso las mejoras de eficiencia energética exigen inversiones notables y análisis de retorno que tengan en cuenta combustible, penalizaciones y escenarios de operación futura.
La infraestructura portuaria añade otra capa de dificultad: las navieras necesitan garantías de que habrá suministro de metanol, hidrógeno o amoníaco en sus rutas habituales, algo aún limitado. La disponibilidad regional de bunkering condiciona inversiones millonarias en nuevos buques y la rapidez de adopción de cada combustible.
A pesar de las barreras, la demanda tecnológica crece: los pedidos de barcos capaces de operar con combustibles alternativos aumentaron un 78% en la primera mitad de 2025, según DNV. En definitiva, el informe concluye que la transición energética no se asentará plenamente hasta dentro de más de diez años, atrapada entre la presión climática y la falta de recursos técnicos e infraestructuras para acelerar el cambio.








