lunes, 8 diciembre 2025

Deja de estropear las gambas: el truco que cambia cómo las descongelas, crudas o cocidas

Si alguna vez has sacado unas gambas del congelador y han quedado chiclosas, no estás solo. La mayoría cometemos siempre los mismos errores al descongelarlas, sobre todo cuando vamos con mucha prisa en la cocina.

Las gambas son uno de los mariscos más delicados y, al mismo tiempo, uno de los que más estropeamos sin querer al descongelar. Muchas veces pensamos que, si han sobrevivido al congelador, lo demás da igual, pero la forma de pasarlas a la nevera o al plato es clave. Un mal proceso de descongelación dispara el riesgo de bacterias, cambia por completo la textura y puede dejar un sabor aguado o incluso rancio.

A la vez, nos encontramos con gambas en versiones muy distintas: crudas, cocidas, con cáscara, peladas o incluso ya preparadas en bandejas. Cada tipo necesita unos tiempos y cuidados ligeramente diferentes, aunque todos comparten una misma idea de base: hay que bajar la temperatura poco a poco. En este artículo verás trucos sencillos, explicados paso a paso, para descongelar bien el marisco en casa y ganar seguridad, frescura y sabor.

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ERRORES MÁS HABITUALES AL DESCONGELAR MARISCO

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El fallo más común es pasar las gambas directamente del congelador al chorro de agua caliente o templada. Ese cambio brusco de temperatura hace que los jugos interiores se pierdan y que la carne quede blanda, reseca por fuera y con poco sabor. Otro error es dejarlas durante horas sobre la encimera a temperatura ambiente, algo cómodo pero peligroso. En esa franja templada, las bacterias campan a sus anchas y se multiplican con rapidez.

También solemos apilar todo el marisco en un mismo bol, sin separar tamaños ni tipos, de forma que unas piezas se descongelan antes que otras. Eso provoca que algunas queden demasiado hechas mientras otras sigan medio duras en el centro. Además, muchas personas tiran sin querer el líquido que se forma al descongelar, cuando en realidad concentra bastante sabor. Con un poco de cuidado, puede aprovecharse después para enriquecer salsas, arroces o caldos suaves.

POR QUÉ LAS GAMBAS SON TAN DELICADAS

Las fibras de las gambas son finas y muy acuosas, por eso cualquier variación fuerte de temperatura les afecta enseguida. Al congelarse se forman pequeños cristales de hielo en su interior y, si luego se descongelan mal, esos cristales rompen la carne y la vuelven harinosa. Además, su contenido en proteínas es alto y se degrada rápido. Todo esto hace que una mala descongelación se note al primer bocado, incluso aunque el aliño sea potente.

Otro punto clave es la cabeza, donde se concentran gran parte del sabor y las grasas del animal, muy sensibles al calor. Si las gambas pasan demasiado tiempo en una zona tibia, esa parte empieza a oxidarse y aparecen olores extraños. Por eso, cuando el marisco ya huele fuerte incluso antes de cocinarlo, conviene no arriesgarse. Mejor desecharlo a tiempo que jugar con una posible intoxicación alimentaria seria.

DESCONGELAR MARISCO CRUDO EN LA NEVERA

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La forma más segura de tratar las gambas crudas es planificar con un poco de antelación y usar siempre la nevera. Lo ideal es sacarlas del congelador y colocarlas en un recipiente hondo, bien extendidas, para que no se amontonen. Después, se tapan ligeramente y se dejan en la parte baja del frigorífico durante unas doce horas, o incluso toda la noche. Así, la temperatura baja de manera progresiva y los jugos se quedan dentro.

Si la pieza viene envasada al vacío, conviene mantener ese envoltorio hasta el final, porque protege mejor de golpes y contaminaciones cruzadas. Una vez descongelado el marisco, no hay que volver a congelarlo, salvo que se cocine antes y se guarde ya preparado. También ayuda colocar una rejilla sobre el fondo del recipiente, para que el producto no esté en contacto directo con el agua del deshielo. De esta forma mantendrá mejor su textura.

CÓMO TRATAR LAS PIEZAS YA COCIDAS

Con las piezas cocidas, como muchas bandejas de gambas que compramos en fiestas o celebraciones, el enfoque cambia ligeramente. En este caso, ya no buscamos una textura perfecta para cocinar, sino conservar al máximo el punto que traen de fábrica. Por eso interesa descongelarlas en la nevera, pero durante menos tiempo, vigilando que no se resequen. Un truco útil es cubrirlas con un paño limpio ligeramente humedecido, sin que llegue a tocar directamente el marisco.

Cuando la pieza ya está descongelada, lo ideal es consumirla en un plazo corto, preferiblemente ese mismo día. Si sobra, puede guardarse en la nevera, bien tapada, pero no conviene alargar mucho su vida útil. A diferencia de otros alimentos, el marisco no mejora con los días y tiende a perder frescura enseguida. Por eso es mejor calcular bien las raciones antes de la compra y evitar acumular restos innecesarios.

QUÉ HACER SI TIENES MUCHA PRISA

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Hay momentos en los que llegas tarde a casa, tienes invitados y el reloj juega claramente en tu contra. En esas situaciones, la tentación de usar agua muy caliente o incluso el microondas en modo descongelación es enorme. Sin embargo, ambos métodos alteran mucho la textura y pueden dejar el exterior hecho y el interior aún frío. Si no queda más remedio, conviene optar por atajos algo más suaves y controlables.

Una alternativa menos agresiva es colocar el marisco, como las gambas peladas, en una bolsa bien cerrada y sumergirla en agua fría del grifo. El agua debe estar realmente fría y cambiarse cada pocos minutos, para mantener la temperatura baja y estable. Así se reduce bastante el tiempo respecto a la nevera, aunque no es tan seguro como el método lento. Por eso conviene reservar este recurso solo para emergencias y no usarlo a diario.

CONSEJOS FINALES PARA APROVECHAR CADA RACIÓN

Más allá de descongelar bien, conviene pensar en cómo sacar partido a todo lo que viene en el paquete de marisco. Las cabezas y las cáscaras, bien lavadas, son una base fantástica para caldos, fondos de paella o sopas rápidas. Basta con sofreírlas ligeramente, añadir verduras y cubrir con agua para obtener un caldo muy aromático. Congelado en cubitos, servirá después para darle un toque marinero a muchos platos sencillos.

También es importante anotar la fecha en que se congela cada lote y colocarlo siempre al fondo del congelador, siguiendo un orden. Así, lo que lleve más tiempo guardado saldrá antes y evitarás olvidos eternos que acaban en la basura. Organizar las raciones en bolsas pequeñas ayuda mucho a descongelar solo lo necesario. Con estos pequeños hábitos, tu congelador dejará de ser un caos y se convertirá en un gran aliado en la cocina diaria.


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