domingo, 7 diciembre 2025

Dra. Andrea Delgado García, cirujana: “La resistencia a la insulina muchas veces no da síntomas y por eso es tan peligrosa porque tú puedes tenerla años sin saberlo»

- La resistencia a la insulina avanza en silencio, pero detectarla a tiempo puede cambiarlo todo.

Hay problemas de salud que golpean fuerte y otros que, sin hacer ruido, van dejando huella. La resistencia a la insulina pertenece a esa segunda categoría: no duele, no avisa, no molesta… hasta que un día aparece en una analítica y cambia por completo la conversación. La Dra. Andrea Delgado García, especialista en medicina interna, lo explica con una claridad que agradeces cuando, de repente, todo te parece demasiado técnico.

La insulina: esa “llave” diminuta que mueve toda la energía del cuerpo

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La insulina actúa como la llave que permite usar la energía. Fuente: Canva

Imagina que cada bocado que comes se convierte en una especie de combustible. Pero para que ese combustible llegue a donde tiene que llegar —al músculo para caminar, al cerebro para pensar, al corazón para funcionar— hace falta una llave. Esa llave es la insulina.

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“La insulina la produce el páncreas”, dice la doctora casi como si contara algo evidente, aunque a veces lo olvidemos. “Su objetivo es meter la glucosa en los órganos para convertirla en energía”.

Sin esa llave, el azúcar se queda fuera, en la sangre, como alguien a quien no dejan entrar en casa.

Cuando la puerta deja de abrirse

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Algunas señales de alerta pueden pasar desapercibidas. Fuente: Canva

La resistencia a la insulina es eso: las cerraduras ya no reconocen la llave. La insulina está ahí, hace su trabajo, insiste… pero los órganos no responden igual.

“No reciben bien la insulina con la glucosa”, resume la doctora. “Y al no entrar, no se usa como energía… así que empieza a subir en sangre”.

El páncreas, angustiado, intenta compensar fabricando aún más insulina. Y ese “más, más, más” es lo que, con el tiempo, termina creando el terreno perfecto para la prediabetes, la diabetes tipo 2 o problemas cardiovasculares.

El peligro de sentirse bien cuando no lo estás

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Nuevas pruebas permiten medir mejor la resistencia a la insulina. Fuente: Canva

Lo más desconcertante de todo —y aquí la doctora se detiene mucho— es que la mayoría de las personas no nota nada.

“Hay pacientes que me dicen: ‘Pero yo me sentía perfecto’”, cuenta. Y es verdad. Por eso esta enfermedad es tan traicionera: va avanzando por dentro mientras tú haces tu vida como siempre.

Aun así, hay señales pequeñas, casi susurros:

  • Ganar peso sin entender muy bien por qué.
  • Ese sueño pesado después de comer.
  • Manchas oscuras y aterciopeladas en la nuca o las axilas.

Son detalles que muchas veces se pasan por alto, pero que cuentan una historia.

Cómo se diagnostica: de las pruebas clásicas al estudio más afinado

Durante años, la prueba más usada ha sido el índice HOMA, que compara los niveles de insulina y glucosa. Pero hoy existe una opción mucho más fina: el estudio cuantose.

“El cuantose es más específico”, explica la Dra. Delgado. “Mide otros compuestos que dicen qué tan bien está funcionando el páncreas y cómo responde el cuerpo a la insulina”.

Es como pasar de un mapa borroso a una imagen en alta definición.

Tratamiento: lo que sí ayuda… y lo que no tiene ningún sentido

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La doctora es muy clara con algo que suele generar confusión: dar insulina a alguien con resistencia a la insulina no soluciona nada.

“El problema no es que te falte insulina”, dice. “Es que no la usas bien”.

De hecho, agregar más insulina puede incluso provocar bajadas peligrosas de glucosa. Por eso, el enfoque real va por otro camino:

  • Moverse más (el músculo es un devorador de glucosa).
  • Comer mejor, sin dietas extremas y sin miedo al carbohidrato correcto.
  • Perder peso cuando es necesario, porque la grasa en exceso dificulta la acción de la insulina.
  • Metformina, especialmente útil en mujeres postmenopáusicas.
  • Omega 3, como apoyo extra.
  • Fármacos GLP1/GIP (como Ozempic o Wegovy), cuando hay obesidad o riesgo cardiovascular.

Pero lo más esperanzador de todo es esto: la resistencia a la insulina puede revertirse. No siempre, no en todos los casos, pero en muchos sí. Y a veces basta con cambios sostenidos, más constancia y menos culpa.

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