Cuando hablamos de perder grasa, las proteínas suelen ser el punto ciego de casi todo el mundo. Hablar de pérdida de peso sin caer en falsas promesas es casi un arte. Y eso es justo lo que hace Alan Aragon, uno de los investigadores más respetados del mundo en quema de grasa. En una intervención reciente —de esas que te hacen replantearte media vida— compartió ideas que, aunque suenan sencillas, chocan frontalmente con lo que mucha gente aún cree sobre adelgazar.
Su discurso tiene algo refrescante: no vende milagros. Explica lo que funciona, lo que no, y por qué tantas personas se frustran cuando intentan perder grasa, especialmente en el abdomen.
La verdad sobre la grasa abdominal: o baja todo… o no baja nada

Aragon no dio rodeos. La famosa grasa del vientre, esa que nos mira desde el espejo con cara de desafío, no se puede eliminar de forma localizada. Ni con 200 abdominales, ni con “alimentos quemagrasas”, ni con máquinas milagrosas. Nada de eso.
Lo resumió de forma directa:
“Si baja tu grasa corporal total, entonces —y solo entonces— bajará la del vientre.”
Esa es la cruda realidad. Y sí, si alguien está comiendo más calorías de las que necesita, da igual lo disciplinado que sea en el gimnasio: el cuerpo seguirá acumulando grasa. Sin embargo, Aragon hizo un matiz interesante: la dieta influye en dónde se almacena esa grasa. Las dietas muy ricas en grasas saturadas favorecen la grasa visceral (la peligrosa, la que rodea los órganos), mientras que cambiar parte de esas grasas por aceite de oliva, frutos secos o semillas puede ayudar a reducir justo la zona que más desespera a la gente.
La proteína: el eslabón perdido en el plan de mucha gente

Otro punto en el que Aragon fue muy claro: la mayoría de personas que no adelgazan simplemente no consumen suficiente proteína. Así, tal cual.
“Si cumples tu objetivo de proteínas para el día, básicamente has ganado el juego.”
La proteína es saciante, protege el músculo durante el déficit calórico y, además, obliga al cuerpo a gastar más energía en digerirla. Es decir, ayuda por todos los frentes.
El rango ideal que propone es de 1,6 a 2,2 gramos por kilo de peso corporal objetivo, una referencia que sorprende a muchos cuando hacen cuentas y descubren que estaban muy lejos de ese mínimo.
¿Comer cada dos horas? Un mito más

Quien haya crecido escuchando que “hay que comer seis veces al día para acelerar el metabolismo” se llevará una sorpresa. Aragon destruyó ese mito casi con humor:
“El total de proteína diaria es el pastel. La distribución es solo una capa muy fina de glaseado.”
Así que sí: tres comidas grandes con suficiente proteína funcionan igual de bien que seis pequeñas. Siempre que el total del día esté bien sumado, el cuerpo no se queja.
Por qué la pérdida de peso se estanca (y no es tu culpa)

Aquí vino uno de los momentos más reveladores: la famosa adaptación metabólica. Ese fenómeno en el que comes menos, haces las cosas “bien”… pero la báscula no se mueve.
Aragon explicó que esto ocurre porque, al hacer dieta, el cuerpo empieza sin darse cuenta a gastar menos energía: te mueves menos, caminas más despacio, fidgeting reducido… y además hay pequeños ajustes internos. En total, entre 300 y 400 calorías menos quemadas al día.
Es decir, no te estás autosaboteando: tu cuerpo está intentando protegerse.
Para luchar contra esto, propone sumar movimiento diario, entrenar fuerza para mantener músculo y, si hay un suplemento rey, ese es la creatina:
“Rey creatina”, la llamó, destacando sus beneficios en fuerza, masa muscular e incluso salud cerebral.








