La inteligencia artificial llegó para quedarse y ya forma parte de la vida diaria de millones de personas. Desde escribir un correo hasta planificar un viaje, cualquier consulta se resuelve en segundos. Pero la pregunta inevitable surge ahora: ¿qué ocurre con todos esos datos personales que entregamos cada vez que usamos un chatbot?
En este escenario, la privacidad empezó a pesar tanto como la comodidad. Ya no hablamos solo de la inteligencia artificial que responde rápido, sino de la IA que protege los mensajes, cuida la información y evita que nuestros datos terminen almacenados para siempre en servidores desconocidos. Existen alternativas concretas para quienes buscan tranquilidad sin renunciar a la tecnología.
Benis: la inteligencia artificial más privada y descentralizada
Benis se presenta como una inteligencia artificial pensada para usuarios que no quieren dejar huella. A diferencia de los grandes servicios, esta plataforma funciona bajo una lógica sencilla: lo que no se almacena, no puede filtrarse. Los mensajes se guardan en el navegador y nunca en servidores centrales. La IA reparte el contenido en paquetes cifrados que viajan a distintos ordenadores, lo que hace prácticamente imposible reconstruir una conversación completa.
La experiencia es rápida, sin necesidad de registro, y permite probar varios modelos. Incluso ofrece un plan pago con criptomonedas, una opción pensada para quienes buscan máximo anonimato dentro del universo de la IA. El único punto cuestionable es la poca claridad respecto a cómo gestionan ciertos fragmentos de datos, aunque el compromiso con la privacidad está muy marcado.
Duck AI y Okara: dos visiones distintas para un mismo objetivo
Duck AI es una propuesta ideal para principiantes. Nació como complemento del buscador DuckDuckGo y funciona como intermediario entre el usuario y algunos de los modelos comerciales de inteligencia artificial más conocidos. La plataforma mantiene las conversaciones en el navegador y no requiere cuenta. Además, tiene acuerdos con proveedores para evitar que entrenen su IA con mensajes privados.
Okara, en cambio, apuesta por un desarrollo más ambicioso. Utiliza modelos abiertos de inteligencia artificial y ofrece un cifrado de “acceso cero”, es decir, que ni siquiera la empresa puede leer las conversaciones. Permite usar diferentes herramientas dentro de un mismo chat, subir archivos y trabajar con imágenes, algo poco habitual en otras páginas centradas en privacidad.
La inteligencia artificial de Okara guarda el historial cifrado y solo se puede descifrar con una clave personal. Esa característica la convierte en una de las alternativas más prometedoras, aunque su juventud como empresa genera dudas a la hora de confiar datos importantes.
En todos los casos, lo esencial no es solo elegir una inteligencia artificial rápida y eficiente, sino una que respete la confidencialidad y marque límites claros desde el primer uso. La IA seguirá creciendo, pero quienes quieren protegerse ya tienen opciones reales para hacerlo sin renunciar a la comodidad. Al final, cada usuario deberá decidir qué inteligencia artificial se adapta mejor a su estilo, a sus necesidades y al control que desea sobre sus propios datos.
