miércoles, 3 diciembre 2025

Bruno Castaño (43), cardiólogo: “Si tu pulsera de actividad marca 3.000 pasos al día, no llevas una vida moderna: estás haciendo prácticas con tu primer infarto”

Pensar que un infarto es cosa de la mala suerte o del destino es el primer error que cometemos al mirar nuestra muñeca y ver cifras ridículas de movimiento. La realidad, aunque duela asumirla, es el recordatorio brutal de que nuestro cuerpo tiene un límite biológico y que lo estamos cruzando a diario sin darnos cuenta. Muchos creen que por no tener sobrepeso o por comer ensalada dos veces en semana están a salvo, pero la inactividad física es un asesino silencioso que no atiende a excusas de agenda, y lo que marca tu reloj inteligente puede ser la sentencia que tú mismo estás firmando cada jornada.

El aviso nos llega alto y claro de la mano de Bruno Castaño (43), cardiólogo, quien ha sacudido las conciencias con una frase lapidaria: “Si tu pulsera de actividad marca 3.000 pasos al día, no llevas una vida moderna: estás haciendo prácticas con tu primer infarto”. Esta advertencia médica destapa la gran mentira del estilo de vida urbano actual y pone sobre la mesa una verdad incómoda que preferimos ignorar mientras seguimos sentados frente a la pantalla. No se trata de ser deportista de élite, se trata de entender que ese sedentarismo disfrazado de ocupación es una bomba de relojería para tu salud cardiovascular.

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¿ESTAMOS OPOSITANDO PARA UN SUSTO MORTAL?

Analizamos por qué caminar poco nos acerca peligrosamente a sufrir un infarto y cómo hemos normalizado el sedentarismo extremo. Fuente: Freepik
Analizamos por qué caminar poco nos acerca peligrosamente a sufrir un infarto y cómo hemos normalizado el sedentarismo extremo. Fuente: Freepik

Cuando el doctor Bruno Castaño habla de “hacer prácticas” con nuestra propia salud, no está usando una metáfora vacía, sino describiendo una realidad fisiológica aterradora. Lo cierto es que equivale a comprar un billete de ida hacia una patología grave sin posibilidad de devolución si no cambiamos el chip de inmediato. Esas cifras de 3.000 pasos que menciona el especialista son, básicamente, lo que camina una persona para ir del dormitorio al baño y del coche a la oficina, un nivel de actividad tan bajo que nuestras arterias empiezan a sufrir mucho antes de lo que pensamos, elevando el riesgo de un colapso arterial.

Vivimos bajo el paraguas de la “vida moderna” que critica el cardiólogo, justificando nuestra inmovilidad con el estrés laboral y la falta de tiempo libre. Sin embargo, estamos atrofiando el motor más importante de nuestra anatomía y convirtiendo nuestro sistema circulatorio en un pantano estancado. Creer que la medicina nos salvará siempre es una imprudencia; la prevención real no está en una pastilla, sino en evitar ese fallo miocárdico moviendo las piernas, porque el corazón no entiende de reuniones urgentes ni de plazos de entrega, solo entiende de flujo sanguíneo y oxígeno.

LA MENTIRA DE LOS «FALSOS ACTIVOS»

Descubre por qué tu reloj inteligente no te protege de un infarto si no interpretas bien los datos que te ofrece cada día. Fuente: Freepik
Descubre por qué tu reloj inteligente no te protege de un infarto si no interpretas bien los datos que te ofrece cada día. Fuente: Freepik

Hay un perfil de paciente que preocupa especialmente a Bruno Castaño: aquel que se machaca en el gimnasio una hora pero pasa las otras quince despierto sentado o tumbado. Este comportamiento no compensa el daño acumulado de ocho horas ininterrumpidas en una silla y genera una falsa sensación de inmunidad frente a cualquier lesión coronaria. El cuerpo humano no está diseñado para el reposo absoluto interrumpido por picos de esfuerzo brutal; necesita movimiento constante y distribuido, algo que el concepto de los “3.000 pasos” delata como insuficiente para mantener la maquinaria engrasada.

Miramos la pulsera de actividad como si fuera un amuleto protector, pero si el contador no sube, ese dispositivo solo está certificando nuestra dejadez. El problema es que confiamos ciegamente en la tecnología mientras nuestra salud se deteriora paso a paso, o mejor dicho, por la falta de ellos. La muerte súbita o los problemas agudos no avisan con un correo electrónico; se gestan en esos días grises donde apenas nos levantamos de la silla, ignorando la advertencia del experto sobre que, en realidad, no estamos viviendo, sino sobreviviendo a la espera del susto.

EL PRECIO INVISIBLE DE NO MOVERSE

Entender la fisiología detrás de un infarto es clave para comprender por qué el doctor Castaño es tan drástico con sus palabras. Fuente: Freepik
Entender la fisiología detrás de un infarto es clave para comprender por qué el doctor Castaño es tan drástico con sus palabras. Fuente: Freepik

El metabolismo de una persona que apenas roza esos fatídicos 3.000 pasos diarios entra en una especie de modo de ahorro de energía pernicioso. Lo que ocurre dentro es que el azúcar y las grasas se acumulan silenciosamente en nuestras arterias en lugar de quemarse como combustible, creando el escenario perfecto para un bloqueo vascular. Bruno Castaño insiste en este punto porque la ausencia de contracción muscular regular impide que se liberen sustancias antiinflamatorias naturales que protegen nuestro endotelio, la capa interna de los vasos sanguíneos que, cuando falla, desencadena la catástrofe.

No se trata solo de quemar calorías para caber en el bañador, sino de mantener el flujo de la vida corriendo por las venas para evitar esa temida angina de pecho. La “vida moderna” a la que alude la cita textual es, en realidad, un entorno obesogénico y pro-inflamatorio donde la comodidad actual es el peor enemigo de nuestro sistema circulatorio y nos empuja al abismo. Cada vez que elegimos el ascensor en lugar de las escaleras, estamos validando esa estadística que nos sitúa en la sala de espera de cardiología antes de tiempo.

NO HACE FALTA SER UN ATLETA OLÍMPICO

Evitar un infarto está más relacionado con la constancia en el movimiento diario que con correr maratones sin preparación previa. Fuente: Freepik
Evitar un infarto está más relacionado con la constancia en el movimiento diario que con correr maratones sin preparación previa. Fuente: Freepik

La buena noticia que subyace en el mensaje de alarma de Bruno Castaño es que la solución es increíblemente barata y accesible para todo el mundo. Simplemente, basta con pequeños gestos diarios para revertir el riesgo acumulado y alejar fantasma de la enfermedad isquémica de nuestro horizonte vital. No hace falta apuntarse a CrossFit si no te gusta; se trata de que esos 3.000 pasos se conviertan en 7.000 u 8.000, caminando al trabajo, paseando al perro con brío o levantándote cada hora para beber agua y estirar las piernas.

La calidad del paso también importa, no solo la cantidad que marca el dispositivo en tu muñeca al final del día. Los expertos coinciden en que la intensidad de la marcha es tan importante como la distancia recorrida para fortalecer el corazón y prevenir cualquier trastorno cardíaco severo. Caminar como si llegaras tarde a una cita, notando que la respiración se acelera ligeramente, es el mejor medicamento preventivo que existe, mucho más efectivo que lamentarse cuando el cardiólogo tenga que intervenir de urgencia.

LA DECISIÓN ESTÁ EN TU MUÑECA

Cerramos reflexionando sobre si queremos seguir haciendo prácticas para un infarto o si tomaremos el control de nuestra salud cardiovascular. Fuente: Freepik
Cerramos reflexionando sobre si queremos seguir haciendo prácticas para un infarto o si tomaremos el control de nuestra salud cardiovascular. Fuente: Freepik

Retomando la contundencia de Bruno Castaño, la frase “estás haciendo prácticas con tu primer infarto” debería estar grabada a fuego en nuestra mentalidad cotidiana. Ignorar esta realidad supone jugar a la ruleta rusa con una pistola cargada de colesterol y sedentarismo, apostando a que el paro cardíaco le tocará al vecino y no a nosotros. La pulsera de actividad no está ahí para juzgarte, sino para abrirte los ojos ante una conducta que, aunque socialmente aceptada, es biológicamente suicida.

Al final, la elección es puramente individual y se toma cada mañana al poner un pie fuera de la cama. Recuerda que nunca es tarde para levantarse de la silla y salvarse la vida con algo tan simple y humano como caminar. No dejes que la comodidad te gane la batalla; mira tu reloj, levántate y empieza a sumar vida antes de que tu corazón decida pararse y te encuentres de frente con ese infarto que llevabas años ensayando sin querer.


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