Óscar Delcampo, criminólogo digital de 49 años, trabaja cada día con víctimas y sospechosos atrapados en fraudes donde el dinero viaja en segundos y las consecuencias duran años. Su especialidad son las llamadas mulas bancarias: personas normales que prestan sus cuentas para canalizar fondos de origen delictivo, a menudo sin entender del todo el riesgo. En esta entrevista, desmenuza el fenómeno, desmonta mitos y avisa de cómo un “favor inocente” por internet puede acabar en antecedentes penales y ruina financiera.
Según Delcampo, la mayoría de mulas bancarias no empieza con una intención criminal clara, sino con una mezcla de necesidad económica, ingenuidad y confianza ciega en supuestos “amigos” online. Describe un patrón repetido: mensajes que prometen comisiones fáciles, trabajos remotos confusos o ayudas urgentes para mover saldo de una cuenta a otra, siempre con excusas plausibles. Lo peligroso, recuerda, es que la ley no distingue entre el que sabía mucho y el que no quiso hacerse preguntas incómodas.
CÓMO FUNCIONA UNA MULA BANCARIA PASO A PASO
Delcampo explica que todo suele empezar con un contacto aparentemente casual en redes sociales, apps de mensajería o plataformas de empleo, donde alguien ofrece ganar dinero fácil solo “prestando” la cuenta bancaria. Tras una breve charla amable, el intermediario envía instrucciones muy concretas, casi siempre ya redactadas, para que la víctima facilite IBAN, capturas de pantalla o incluso claves de acceso, disfrazadas de verificación de seguridad. Una vez captados, los delincuentes reenvían transferencias fraudulentas a través de esa cuenta, difuminando el rastro.
El criminólogo detalla que, en muchos casos, el supuesto trabajo nunca aparece descrito con claridad: se habla de “gestión de pagos”, “soporte financiero” o “verificación de fondos” y se insiste en que es “totalmente legal”. La víctima ve entrar dinero, reenvía parte a otros destinos indicados y se queda con una comisión que refuerza la sensación de normalidad. Cuando el banco o la policía detectan el fraude, sin embargo, el nombre que figura en la cuenta señalada es el de la mula, no el del estafador que se esconde detrás de perfiles falsos.
LOS LUGARES DIGITALES DONDE SE CAPTA A MÁS VÍCTIMAS
Según Delcampo, los captadores de mulas bancarias se mueven allí donde hay gente con tiempo, problemas económicos y ganas de nuevas oportunidades: redes sociales generalistas, foros de empleo, plataformas de compraventa y grupos de mensajería masivos. En muchos perfiles, la misma cuenta que ayer ofrecía criptomonedas milagrosas hoy promociona supuestos trabajos administrativos desde casa, con comisiones muy superiores a las del mercado. El truco está en aprovechar el contexto de crisis y la sensación de urgencia.
Este experto insiste en que también proliferan anuncios camuflados en comunidades de estudiantes, migrantes y personas endeudadas, donde se lanza el mensaje de que “no hace falta experiencia, solo tener cuenta bancaria” y predisposición para colaborar. A veces, incluso, se recurre a canales de juegos online o apuestas, presentando el movimiento de dinero como algo casi lúdico. El patrón, explica, es siempre el mismo: presentar la operación como sencilla, rápida y sin consecuencias, para que nadie se detenga a leer la letra pequeña penal.
EL PAPEL DE LAS EMOCIONES Y LAS NECESIDADES ECONÓMICAS
Para Delcampo, entender el fenómeno de las mulas bancarias pasa por aceptar que no se trata solo de delincuencia, sino también de vulnerabilidad emocional y económica. Quien se siente ahogado por las deudas, un alquiler imposible o la precariedad recoge con más facilidad cualquier promesa de ingresos inmediatos, aunque algo no encaje del todo. Los captadores lo saben y afinan sus mensajes para despertar culpa si alguien duda, o urgencia si intenta pensarlo mejor.
Relata casos en los que la historia arranca con un falso romance online, una amistad improvisada o una supuesta mentoría laboral, donde primero se construye confianza y después se introduce el “favor financiero”. El objetivo es que la víctima sienta que ayuda a alguien cercano, no que participa en una red criminal. Cuando el castillo de naipes se cae, la sensación de traición se mezcla con la vergüenza de haber sido engañado y el miedo a las consecuencias legales.
CONSECUENCIAS LEGALES Y BANCARIAS QUE LO CAMBIAN TODO
Delcampo advierte que aceptar mover dinero ajeno por encargo puede traducirse en investigaciones por blanqueo, estafa o pertenencia a organización criminal, con antecedentes que complican durante años cualquier proyecto personal. Aunque las penas varían según el caso, la simple aparición en un procedimiento penal y en ficheros de riesgo ya cierra puertas a empleos, créditos o alquileres. No importa si la comisión cobrada fue pequeña: lo que pesa es la función de la cuenta en la cadena delictiva.
A nivel bancario, las consecuencias son igual de duras: cuentas bloqueadas, tarjetas canceladas y dificultades para abrir nuevos productos financieros, porque el historial queda manchado. Delcampo subraya que muchos afectados descubren el problema cuando su banco congela el saldo y comunica movimientos sospechosos a las autoridades. A partir de ahí, demostrar que “no sabías nada” se vuelve muy complicado si hay mensajes, transferencias y comisiones que apuntan a una colaboración, aunque fuera imprudente.
CÓMO DETECTAR Y EVITAR LAS OFERTAS SOSPECHOSAS DE DINERO
El criminólogo resume varias señales rojas que deberían activar las alarmas de cualquiera: ofertas de empleo sin contrato que giran solo en torno a gestionar dinero, contactos que insisten en que “todo es legal” pero rehúyen detalles y peticiones de usar cuentas personales para terceros desconocidos. También desconfía de las propuestas que prometen ingresos casi inmediatos con tareas mínimas, especialmente si piden datos bancarios sensibles desde el primer momento.
Para protegerse, recomienda nunca compartir claves ni códigos, limitar la información financiera que se envía por chats y consultar siempre con el banco ante cualquier propuesta extraña relacionada con movimientos inusuales. Además, anima a hablar con familiares o amigos antes de aceptar trabajos vagos que solo describen “movimiento de fondos”, porque una mirada externa suele detectar inconsistencias que la necesidad económica tiende a minimizar. La regla de oro, insiste, es simple: si algo suena demasiado fácil, conviene pararse.
QUÉ HACER SI YA HAS CAÍDO COMO MULA BANCARIA
Delcampo señala que, si alguien sospecha haber actuado como mula bancaria, el peor error es seguir colaborando para intentar “compensar” el daño o recuperar el dinero perdido. Lo primero es cortar todo contacto con quien dio las instrucciones, recopilar mensajes y justificantes de los movimientos, y pedir asesoramiento inmediato a un abogado o a los servicios jurídicos de su banco. Cuanto antes se dé la cara, mejor margen habrá para explicar la situación.
También recomienda denunciar, aunque duela reconocer que se ha sido víctima de engaño, porque esa información es clave para identificar redes y posibles otras víctimas. En muchos casos, subraya, el comportamiento posterior de colaboración con las autoridades se tiene en cuenta a la hora de valorar la responsabilidad. El mensaje final de Delcampo es claro: ningún favor a un desconocido justifica jugarse años de antecedentes, la estabilidad financiera y la tranquilidad del día a día.











