Hablar frente a otros puede convertirse en un desafío cuando los nervios aparecen sin pedir permiso. A muchas personas les ocurre en una reunión laboral, una conversación familiar o incluso en un encuentro casual con amigos. Allí, sin darse cuenta, cometen errores que les restan autoridad y debilitan su comunicación.
Fernando Miralles, campeón de España de oratoria y referente en comunicación no verbal, explica que estos fallos tienen solución si se entrenan con constancia. En su enfoque, la clave está en conocerse, regular la presencia escénica y entender cómo cada gesto modifica la percepción del público.
El ritmo, la mirada y el cuerpo: pilares silenciosos de la comunicación

Miralles sostiene que el error más frecuente es hablar con exceso de velocidad. Cuando alguien acelera sin control, transmite inquietud y debilita su comunicación, incluso cuando domina el contenido. Una persona segura, afirma, habla despacio, articula con claridad y se permite pausas que refuerzan su mensaje. Por eso recomienda un ejercicio sencillo: “masticar” cada palabra para entrenar al cuerpo a bajar revoluciones y recuperar el centro.
Otro hábito que mina la comunicación es justificarse de forma constante. Muchos comienzan sus intervenciones pidiendo disculpas por su nivel de idioma, por la presentación o por la falta de tiempo. Para el especialista, este gesto desvía la atención y reduce la fuerza del discurso. Recuerda la lección de un profesor francés que lo frenó en seco en la universidad: “No necesitas disculparte por intentar comunicarte en otro idioma; la gente valora el esfuerzo”. Esa enseñanza terminó moldeando su forma de entender la comunicación con autoridad.
Un tercer punto tiene que ver con la cadencia final de las frases. Cuando alguien termina en agudo y deja la sensación de que continúa hablando, transmite duda y fragilidad. Al contrario, una terminación grave ofrece firmeza y estructura, algo fundamental en cualquier proceso de comunicación efectiva.
Mirar al suelo o desviar la mirada también debilita el vínculo. Para Miralles, una comunicación sólida necesita contacto visual sostenido, sin rigidez, pero con intención. Practicar frente a la cámara o en conversaciones cotidianas ayuda a recuperar ese dominio.
Respiración, muletillas y entrenamiento: la base de una autoridad real
Respirar mal o hacerlo de forma desordenada es otro de los errores que afectan la comunicación. Cuando alguien habla sin pausa, pierde el aire, genera distracción y envía señales de tensión. Para corregirlo, Miralles propone practicar pequeñas inhalaciones al cierre de cada frase. Esta técnica ordena el ritmo y aporta serenidad al mensaje.
Las muletillas también erosionan la autoridad. Surgen cuando no se domina el tema o cuando la inseguridad gana terreno. “Si yo hablara con muletillas todo el tiempo, pensarías que no estoy seguro de lo que digo”, señala. La ausencia de estas muletas lingüísticas permite que la comunicación fluya con claridad y refuerza la presencia de quien habla.
Según Miralles, todos estos errores parecen simples, pero al combinarse generan un efecto dominó que complica la comunicación y crea una brecha con la audiencia. La buena noticia es que todo puede entrenarse.








