lunes, 1 diciembre 2025

¿Adicto sin saberlo? Las conductas cotidianas que tu cerebro convierte en dependencia

- Una mirada honesta a cómo la adicción se forma, se sostiene y atraviesa nuestra vida diaria.

Ser adicto no siempre empieza con una sustancia, sino con una sensación que queremos repetir. Un panel de debate abrió recientemente una conversación tan incómoda como necesaria: ¿la adicción es una enfermedad o una elección? La pregunta cayó como un baldazo de realidad. Porque sí, la ciencia la clasifica como una enfermedad, pero muchas veces empieza con una decisión muy consciente: repetir una conducta que sabemos que nos hace daño… y aun así volver a ella. Desde pasar horas viendo el móvil como si fuera oxígeno, hasta consumir sustancias o vivir enganchados a los ultraprocesados. La línea entre «yo lo controlo» y «esto me controla» es muchísimo más fina de lo que imaginamos.

El origen de la adicción: cuando la emoción y la química se mezclan

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El ciclo adictivo puede empezar como un hábito inocente. Fuente:Canva

Los especialistas fueron claros: la adicción casi nunca aparece de forma espontánea. Nace de un desajuste emocional. Ansiedad, estrés, depresión, soledad… Cualquiera de esos estados puede empujar a buscar un alivio rápido. Y ahí entra el cerebro, que es un poco tramposo: cada vez que repetimos la conducta adictiva, libera dopamina. Una recompensa intensa, casi seductora, que el cuerpo interpreta como: esto me ayuda a sobrevivir.

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Y claro, cuando ese circuito se activa una y otra vez, el hábito se consolida. Lo que empezó como una elección termina convertido en una dependencia. Los expertos fueron contundentes: la adicción, una vez instalada, es crónica. No desaparece; se aprende a manejar. “Un adicto rehabilitado sigue siendo un adicto, pero en rehabilitación”, recordaron.

Cuando falta la sustancia: el cuerpo grita

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La dopamina sostiene conductas que parecen imposibles de soltar. Fuente:Canva

Al dejar una sustancia o una conducta de golpe, el cuerpo protesta… y lo hace fuerte. El panel describió síntomas que van desde temblores y vómitos hasta escalofríos, ataques de pánico y episodios psicóticos. Para un adicto, la sensación es literalmente: “no puedo vivir sin esto, me estoy muriendo”. Por eso insistieron en que estos procesos nunca deben enfrentarse en soledad.

Rehabilitación: el paso más difícil y más valiente

Si algo dejó claro el panel es que la rehabilitación solo funciona si la persona reconoce su enfermedad. Sin esa aceptación, todo intento se convierte en paréntesis. También señalaron que la cárcel no es la respuesta: en muchos centros penitenciarios hay más acceso a sustancias que fuera, y personas no adictas pueden desarrollar adicción allí dentro.

Adicciones específicas… que van mucho más allá de las drogas

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La abstinencia muestra cómo el cuerpo se defiende del cambio. Fuente:Canva

El debate dejó historias crudas y reveladoras:

Azúcar:
Se describió como una de las adicciones más potentes. Una droga culturalmente aceptada. Desde cereales hasta muffins, crecemos rodeados de azúcar, creando adultos dependientes sin darnos cuenta.

Tabaco:
Un panelista confesó haber fumado dos cajetillas diarias antes de lograr dejarlo con terapias alternativas. Su relato fue un recordatorio de lo que significa pelear con uno mismo.

Opioides:
Se habló del problema creciente en EE. UU. Personas que empiezan con un analgésico recetado y terminan atrapadas. Hubo testimonios sobre lo que se siente al dejar bruscamente antidepresivos o recibir medicamentos como fentanilo o morfina: desde euforia artificial hasta sensaciones físicas terribles.

Teléfono móvil:
Quizá la más silenciosa y normalizada. Notificaciones constantes, miedo a desconectar, manos que buscan el móvil sin darnos cuenta.

Limpieza y organización compulsiva:
No siempre es disciplina. A veces es una búsqueda desesperada de dopamina.

Chisme, polémica, drama constante:
Para algunos panelistas, generar conflicto también puede ser un tipo de adicción: siempre hay un “subidón” detrás.

La adicción también tiene un contexto social y económico

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El panel se adentró en reflexiones incómodas:

  • La legalización de sustancias no elimina el riesgo: el cerebro funciona igual.
  • Se criticó la contradicción entre industrias que producen alimentos dañinos y, a la vez, lideran el sector salud.
  • Algunos participantes señalaron su preocupación por el aumento de diagnósticos como el autismo en EE. UU. y lo relacionaron —desde su opinión personal— con la alimentación ultraprocesada y los sistemas sanitarios.
  • También se mencionaron los cambios ocurridos tras eventos globales recientes, el auge farmacéutico y cómo la sociedad respondió a una especie de “pausa obligada”.

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