Nos hemos despertado con la noticia de que una reciente serie de mediciones ha puesto de nuevo a Islandia en el centro del debate climático: porque resulta que los glaciares que rodean la isla, afectados por temperaturas extremas en el Ártico, se están derritiendo a un ritmo acelerado. Y porque esa fusión masiva libera enormes cantidades de agua dulce hacia el Atlántico Norte, algo que puede tener consecuencias de gran calado global. Pero…¿Por qué?
Como explican los científicos del proyecto más reciente sobre la fusión de hielo, desde el año 2000 hasta 2023 los glaciares mundiales (incluyendo los del entorno de Islandia) han perdido una cifra escalofriante: 273.000 millones de toneladas de hielo por año. Ese deshielo no sólo contribuye al aumento del nivel del mar, sino que también altera la salinidad del océano y tiene un impacto directo en las corrientes marinas, y, por supuesto, en los animales que allí habitan.
Qué significa este deshielo para Islandia y el planeta
El agua dulce liberada desde los glaciares puede debilitar corrientes oceánicas clave como la corriente del Atlántico Norte —parte del sistema climático global—. Esto tiene efecto en la regulación de temperaturas en Europa y en el clima de muchas regiones.
Además, el aumento constante del nivel del mar amenaza, de manera paralela, las zonas costeras en todo el mundo, con efectos potencialmente devastadores en ciudades costeras densamente pobladas, ecosistemas y modos de vida dependientes del mar.
Por otra parte, la pérdida de masa glaciar impacta en los recursos de agua dulce globales. Y es que los glaciares actúan como reguladores naturales del agua; y el hecho de que se derritan reduce la capacidad de controlar reservas hídricas y puede degradar ecosistemas sensibles, incluidos los de las zonas árticas donde muchas comunidades dependen del hielo y la nieve.
¿Cuáles son los datos recientes sobre Islandia que preocupan?
La situación en Islandia no es un problema local: es un episodio más dentro de una cadena de cambios globales. El deshielo acelerado afecta al clima mundial, al nivel del mar, a los ecosistemas, a la disponibilidad de agua y al equilibrio oceánico.
Países costeros, con grandes poblaciones, podrían ver aumentados los riesgos de inundaciones y de pérdida de territorios. Áreas del Ártico y del Atlántico Norte están bajo presión ante el cambio en la dinámica del agua dulce y salada, lo que podría alterar corrientes, temperaturas y climas regionales.
¿Y cuáles son los datos específicos que tanto preocupan a la comunidad científica?
- Desde 2000 hasta 2023, los glaciares del mundo han perdido 6.542 miles de millones de toneladas de hielo. Este es un dato relevante y que deja muy clara la situación.
- Esa pérdida anual de 273.000 millones de toneladas representa la cantidad de agua dulce que consumiría toda la población mundial durante 30 años, asumiendo un uso medio diario de tres litros por persona, que en algunos casos será más y en otros será menos.
- Islandia, gracias a su proximidad al Ártico y a Groenlandia, se encuentra entre las zonas más vulnerables a estos cambios drásticos, con glaciares que retroceden y una exposición directa a variaciones oceánicas y climáticas. Y, a su vez, lo que allí suceda repercute en lo que pasa en el resto del mundo.
En definitiva, este nuevo aviso desde Islandia subraya la urgencia de actuar frente al cambio climático. Allí y en cualquier otra parte del planeta, por cierto. Porque el hielo no es solo un paisaje congelado: es un regulador climático esencial, un guardián de mares y glaciares, y el atraso de su pérdida dependerá, en gran medida, de las decisiones que tomemos hoy. Y, de hecho, ya vamos un poco tarde.
