viernes, 28 noviembre 2025

Joan Gallardo (41), escritor y mentor, nos da 29 consejos para llevar una vida más disciplinada

Con una mirada cercana y práctica, Joan Gallardo explica cómo pequeños hábitos cotidianos pueden fortalecer la disciplina, ordenar la vida y mejorar el bienestar. Su enfoque propone transformar gestos simples en una forma sostenida de amor propio.

La disciplina —esa palabra que tantos asocian con rigidez, sacrificio o renuncia— es, para Joan Gallardo, un territorio mucho más amable y poderoso de lo que la mayoría imagina. Escritor, mentor y autor de Las 48 reglas de la disciplina, Gallardo lleva años explorando cómo transformar la voluntad en acción cotidiana, y cómo hábitos muy sencillos pueden modificar el rumbo de una vida entera.

En su newsletter semanal —gratuita, íntima y cada vez más concurrida— dedica especial atención a esas pequeñas prácticas del día a día que, unidas, actúan como un músculo invisible: la disciplina. De allí surge una de sus reflexiones más recientes, donde reúne y desarrolla casi una treintena de costumbres concretas que, según explica, permiten entrenar la determinación incluso cuando las ganas brillan por su ausencia.

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Un mapa cotidiano hacia el orden interior

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Gallardo observa que la disciplina empieza mucho antes que las grandes decisiones. Comienza, por ejemplo, en el instante en que suena el despertador: levantarse a la primera, sin negociaciones con los cinco minutos extra, marca —dice— la primera victoria del día. Lo mismo ocurre al acostarse: ir a dormir a una hora razonable, resistir la tentación del “otro capítulo” y alejarse del móvil un rato antes de cerrar los ojos no solo favorece la salud, sino que construye un diálogo interno basado en el respeto y la coherencia.

El escritor insiste en que los rituales matutinos y nocturnos definen nuestra relación con el tiempo. Preparar la ropa la noche anterior, dejar ordenadas las cosas, salir de casa con margen suficiente para no convertir cada mañana en una carrera y mantener la puntualidad como regla moral colaboran —según él— a encarar el día con claridad, sin la sensación de caos que erosiona la voluntad.

En su mirada, la disciplina también se entrena en los detalles aparentemente mínimos: hacer la cama apenas nos levantamos, mantener la casa en orden, no dejar los platos sucios para mañana, sacar la basura aunque dé pereza, limpiar los zapatos, guardar la ropa en su lugar y desatar los cordones antes de quitarse los zapatos. Estos gestos domésticos, tan humildes como inofensivos, son en realidad pequeñas declaraciones de responsabilidad hacia uno mismo: cada cosa hecha en su momento evita que el desorden exterior se convierta en desorden interno.

La disciplina como una forma práctica de amor propio

La disciplina como una forma práctica de amor propio
Fuente:Canva

Gallardo sostiene que el entorno es un reflejo silencioso de la disciplina, y por eso también recomienda cuidar la presencia del móvil: no comer con él en la mesa, limitar conscientemente el tiempo en redes sociales y no dejar que los algoritmos decidan cuánto de nuestra atención les regalamos. Recuperar esas horas perdidas, subraya, es una forma de recuperar vida.

En su planteo no falta el trabajo personal. Para él, leer todos los días —aunque sea un rato— es una especie de gimnasia cerebral imprescindible. Igual que caminar: una caminata diaria, en silencio, permite pensar de formas que no aparecen durante el ruido cotidiano. Tampoco pasa por alto la importancia de dar siempre lo mejor en el trabajo, sin caer en la tentación de hacer menos de lo que podríamos, porque el esfuerzo —dice— acaba encontrando el reconocimiento que merece.

La disciplina, para Gallardo, también es una cuestión ética. Está en evitar hablar mal de otros sin motivo, en no posponer lo que realmente puede hacerse hoy, en ser amable cada vez que se presente la ocasión y en cuidar el dinero con criterio, entendiendo que cada gasto es tiempo de vida invertido en ganarlo. Se trata, para él, de ejercer una amabilidad activa: con los demás, pero también con uno mismo.

Esa suma de gestos, pequeñas autopromesas y decisiones conscientes constituye su filosofía: la disciplina no aparece de golpe, se construye. Tampoco se trata de aspirar a la perfección, sino de elegir, una y otra vez, el camino que nos acerca a la vida que queremos vivir.


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