El vínculo de España con la comida es único. Aquí se come muy bien. Y esa cultura está muy arraigada a todas las personas. Platos como el jamón ibérico, los quesos curados y los productos del mar, están viviendo una silenciosa pero imparable revolución culinaria. Pero en los últimos años, el mapa gastronómico de las grandes urbes se está redibujando, no para sustituir sus raíces, sino para complementarlas pedidos cada vez más vegetales y alejados del clásico jamón. Lo que al principio parecía un nicho, se ha convertido en una realidad de cada vez más jóvenes que optan por dejar la carne.
El fenómeno ya no es una tendencia minoritaria; es una realidad económica y turística. Ya no es solamente la necesidad de encontrar un alojamiento óptimo en sitios como Holidu. Hoy el turista busca mucho más, y la parte gastronómica es esencial a la hora de decidir el destino. En este artículo veremos cómo están cambiando las grandes ciudades españolas para adaptarse a lo que buscan este nuevo tipo de turistas.
Barcelona, a la vanguardia de las tendencias ‘Veg-Friendly’
Barcelona siempre ha sido la puerta de entrada de las tendencias europeas en España, y con la cocina vegetal no ha sido diferente. La Ciudad Condal ostenta con orgullo el título de ser una de las capitales más «veg-friendly» de todo el continente, un estatus que incluso ha sido reconocido institucionalmente. Sin embargo, su atractivo va más allá de las etiquetas. En barrios como Gràcia, el Born o Eixample, la densidad de propuestas basadas en plantas es asombrosa, abarcando desde la panadería artesanal que no utiliza lácteos hasta el café de especialidad con múltiples sustitutos vegetales de la leche.
La oferta veggie barcelonesa se beneficia de la herencia de innovación y diseño de la ciudad; no se trata solo de comida, sino de una estética y una experiencia sensorial completa. Aquí, la alta cocina que revolucionó el mundo también ha permeado la forma de tratar el vegetal, resultando en platos que son pura vanguardia y que dialogan tanto con la tradición catalana como con las cocinas del mundo.
Madrid como ejemplo de la explosión veggie europea
Si Barcelona fue la pionera, Madrid es la explosión. La capital ha vivido en la última década una efervescencia en su oferta vegetal, demostrando una capacidad de adaptación asombrosa. Lo fascinante de Madrid es cómo esta nueva ola convive con la tradición más castellana. En los barrios de Malasaña y Lavapiés, epicentros de la modernidad urbana, es tan fácil encontrar unos alimentos veganos cocinados a fuego lento. La ciudad, que en realidad es un crisol de todas las cocinas regionales de España y un pujante centro de gastronomía internacional, especialmente latinoamericana y asiática, utiliza esa paleta de sabores para enriquecer su propuesta «plant-based. El fenómeno madrileño es democrático: abarca desde el fast food más innovador hasta propuestas de alta cocina vegetal. La capital ha entendido que la vida social gira en torno a la mesa, y ha llenado sus bares y restaurantes de opciones que invitan a compartir, sin que nadie tenga que renunciar al sabor.
Valencia, un ejemplo que busca ser imitado por toda Europa
Valencia juega con una ventaja estratégica que la sitúa en el podio de las capitales veggies: la huerta. La ciudad está literalmente rodeada por una de las despensas más ricas y fértiles de Europa, lo que proporciona un acceso inigualable a productos de kilómetro cero con un sabor extraordinario. Este privilegio ha moldeado una escena «plant-based» profundamente conectada con la tierra y la sostenibilidad. En barrios vibrantes como Ruzafa o El Carmen, la creatividad no se basa en el artificio, sino en la exaltación del producto.
Aunque Valencia es la cuna de la paella, un plato con una receta canónica, la ciudad ha sabido innovar con maestría en el terreno de los arroces. Han surgido propuestas de arroces secos y melosos, cocinados en paella, que celebran la riqueza de las verduras de temporada, como la alcachofa, el pimiento o el garrofó, demostrando que se puede alcanzar una profundidad de sabor inmensa sin proteína animal. Esta filosofía honesta atrae a un público que busca autenticidad y una conexión real con el Mediterráneo.
La tapa vegetal le gana a los productos de origen animal
El verdadero termómetro del éxito de este movimiento en las grandes ciudades españolas es su conquista del espacio más sagrado de la socialización: el tapeo. La revolución veggie ha triunfado porque no se ha aislado, sino que se ha integrado en las barras y terrazas, compitiendo cara a cara con las tapas de toda la vida. El fenómeno más interesante es que estos platos no son solo para veggies; son para todos. Los chefs han entendido que el comensal, sea cual sea su dieta, busca ante todo el sabor. Así, las barras se han llenado de creaciones sorprendentes que imitan o superan a las originales.
Hablamos de croquetas increíblemente melosas de setas y trufa sin rastro de lácteos, de «sobrasadas» vegetales a base de tomate seco, pimentón y frutos secos que replican el umami y la textura untuosa, o de «chorizos» a la sidra vegetales que no renuncian al pimentón. Las patatas bravas en Barcelona son cada vez más requeridas en distintos locales de España. Estas nuevas tapas, visualmente atractivas y deliciosas, han demostrado que se puede tapear con la misma intensidad y placer usando solo el reino vegetal, retando al paladar y ganando adeptos en cada ronda.








