La Guía Michelin vuelve a poner patas arriba el mundo de la gastronomía española. La edición 2026, cuya gala de presentación tiene lugar en Málaga, llega marcada por una mezcla de esperanza y nerviosismo: los fogones más ambiciosos sueñan con conquistar nuevas estrellas, pero muchos otros viven con el miedo latente de perder las que ya tienen. Porque en esta edición, la presión no recae solo en los que quieren subir… también en los que buscan no caer.
La pasada semana, el sector estaba en vilo cuando se conocieron algunos casos recientes en el mundo —sobre todo en Estados Unidos— donde restaurantes perdiendo incluso tres estrellas encendieron todas las alarmas. Eso ha hecho que muchos cocineros españoles empiecen a mirar el calendario de reservas y los costes con otras gafas: un menú degustación extenso ya no es garantía de estabilidad, y quienes compitan por nuevas estrellas saben que la exigencia será máxima.
Novedades y apuestas de la edición 2026
Entre los nombres que suenan con fuerza para subir de categoría hay locales consolidados como Coque, Deessa o Skina —posibles candidatas a la ansiada tercera estrella—, así como restaurantes más jóvenes como Éter, Playing Solo, EMi o Caja de Cerillas, que podrían lograr su primera estrella. Esta diversidad de aspirantes muestra la vitalidad del panorama gastronómico español, donde lo tradicional convive con lo experimental.
Pero precisamente ese dinamismo genera incertidumbre: para muchos, mantener el nivel año tras año se ha vuelto un reto. “La Guía Michelin exige consistencia, creatividad, técnica… y en tiempos económicos difíciles eso pesa más que nunca. Un solo error puede costarte una estrella”, dice un chef veterano que prefiere mantener el anonimato. Y no le falta razón: la sostenibilidad del negocio tras recibir una estrella ya no es solo cuestión de prestigio, sino de equilibrio financiero.
La presión del estrellato por la Guía Michelin: más glamour… y más líos
Que un restaurante alcance la cúspide de la cocina es motivo de celebración, pero también de preocupación. Los costes se disparan: productos de alta gama, personal especializado, estándares de servicio altísimos y un ritmo de trabajo agotador. Muchos locales se han visto obligados a subir precios, recortar márgenes o replantear su modelo. Algunos chefs han admitido que el glamour del estrellato se convirtió en una carga insostenible.

Esto ha provocado debates internos: ¿vale la pena perseguir una tercera estrella si pone en riesgo la viabilidad del restaurante? Un buen plato y una clientela fiel pueden ser suficientes, explican muchos cocineros. Y algunos incluso reconocen que prefieren mantener una estrella tranquila antes que intentar escalar una meta que implique constantes riesgos. Se espera que se anuncie una lluvia de estrellas nuevas, pero también que varios restaurantes pierdan alguna de las suyas. El sector está tan tenso como expectante: cada local, cada chef, cada sala de espera de un MICHELIN tiene los ojos bien abiertos.
Para los foodies y amantes de la gastronomía es, sin duda, un momento emocionante: nuevos menús por descubrir, mesas exclusivas y la posibilidad de vivir la “fiebre de la estrella” en primera persona. Pero para muchos profesionales, este año será una prueba de resistencia, de creatividad y de capacidad para adaptarse.
Las luces verdes y rojas que acompañan al sello de la Guía Michelin siguen brillando y estremeciendo a partes iguales. Entonces, ¿triunfar o sobrevivir? En 2026, esa pregunta ha adquirido un sabor más amargo.
Sea como sea, en los próximos días iremos sabiendo más sobre los restaurantes que suenan con respecto a la posibilidad de escalar, tanto a conseguir más de una estrella, como a conseguir la ansiada primera, que suele cambiar bastante el paradigma de cada proyecto.









