A veces basta un instante de coraje para empezar a vivir con el volante en nuestras manos. Hay personas que llegan con mensajes que no solo informan, sino que nos sacuden un poco por dentro. Rodrigo Ruiz, naturópata y divulgador, es de esos. Desde hace años lleva señalando algo que muchos intuimos pero casi nadie se atreve a mirar de frente: la enorme cantidad de gente que vive su vida sin realmente vivirla, atrapada en un “piloto automático” que consume energía, claridad y hasta las ganas de hacer las cosas con sentido.
El piloto automático: ese enemigo silencioso que todos llevamos dentro

Ruiz lo explica sin rodeos: no logramos lo que queremos porque el sistema nervioso está exhausto. Punto. “La gente no consigue lo que quiere porque no sabe salir del piloto automático”, repite casi como un mantra. Este estado no es poesía ni metáfora bonita; es una estructura neuronal real, moldeada entre los 0 y los 7 años, cuando el cerebro aprendía a sobrevivir y a encajar.
Para que lo entendamos, cuenta la historia del “cementerio feliz”: un pequeño pueblo donde la edad que aparece en cada lápida no son años biológicos, sino el número de días realmente vividos. Días en los que la persona estuvo despierta, consciente, decidiendo por sí misma en lugar de ser arrastrada por inercias. “Si aplicáramos esto aquí, muchos descubrirían que apenas han vivido unas semanas”, bromea con cierta tristeza.
Y sí, automatizar nos sirve para no pensar en cómo se enciende un coche o cómo nos cepillamos los dientes. El problema llega cuando esa automatización invade todo: las relaciones, el trabajo, las decisiones importantes o incluso la manera en la que nos hablamos.
Estrés, agotamiento y esa “normalidad” que en realidad no lo es

Según Ruiz, hemos llegado a aceptar como normal algo que no lo es: vivir en estrés constante. No lo notamos porque llevamos años con el sistema nervioso desregulado, y cuando todo está fuera de sitio durante tanto tiempo… se convierte en costumbre.
Explica las fases del estrés de forma muy visual: primero la adrenalina te pone en alerta, después el cortisol intenta mantenerte en pie… y si la amenaza no cesa, ambos se vuelven tóxicos. Entonces aparecen la apatía, la ansiedad, la pérdida de motivación y esa desconexión tan extraña que cuesta describir.
Intentar “eliminar el estrés” es imposible. La clave, dice, es aumentar la resistencia. “No puedo pretender luchar con la amenaza; lo que tengo que hacer es aumentar mi resistencia”. Y tiene sentido: el mundo no va a dejar de ponernos a prueba.
Herramientas biológicas para volverte más fuerte por dentro

Ruiz comparte tres adaptógenos que, bien utilizados, pueden dar un empujón real a la energía y la capacidad de resistencia del cuerpo:
- Ashwagandha: para el cansancio leve y el sueño revuelto.
- Rhodiola Rosea: para momentos de alta demanda mental y física.
- Panax Ginseng: para estados de agotamiento profundo, cuando ya no queda ni chispa.
Y añade un recurso tan simple como poderoso: la respiración 4-8 abdominal. Cuatro segundos inhalando, ocho exhalando, dejando que el abdomen haga el trabajo. Un masaje al nervio vago que apaga el modo amenaza y enciende el modo calma. “Es el botón biológico que todos tenemos y casi nadie usa”.
Entrenar la cabeza: el trabajo del que nadie nos habló
Para él, el estrés no es más que resistirse a lo que es. La salida pasa por la aceptación. Y cuando alguien le pregunta cómo saber si una emoción es válida, responde con una simplicidad desarmante: “porque es lo que está pasando”.
Su mensaje final es una invitación, casi un desafío:
“Para convertirnos en las personas que queremos ser, hay que tener el coraje de entrenar la cabeza.”
Entrenar para vivir fuera del piloto automático. Para sentir con profundidad. Para dejar de huir y empezar, por fin, a vivir de verdad.









