martes, 25 noviembre 2025

Sonia Contera (55), Catedrática de Física en Oxford: «Eistein era un idealista alemán y lo que le interesaba era un mundo controlable»

Sonia Contera, catedrática de Física en Oxford, explora los límites del conocimiento y cuestiona el legado de Einstein al subrayar que su idealismo buscaba un mundo controlable, mientras la ciencia moderna abraza incertidumbre y complejidad.

En un estudio repleto de libros, ecuaciones y maquetas de ADN, Sonia Contera —catedrática de Física en la Universidad de Oxford y una de las voces más influyentes en biología cuántica y nanotecnología— reflexiona sobre los límites del conocimiento. Su nueva obra, Seis problemas que la ciencia no puede resolver (Arpa), es una exploración de aquellas preguntas esenciales que la ciencia arrastra desde hace más de un siglo y que, pese a los avances tecnológicos, siguen sin respuesta definitiva.

La física no rehúye la complejidad: la abraza. Asegura que el progreso no consiste solo en acumular datos o éxitos tecnológicos, sino en volver a formular las preguntas que nos hicieron humanos. “Quizá necesitamos esos problemas que parecen imposibles para avanzar”, sostiene. En su voz conviven el rigor de la física y la sensibilidad de quien observa a la ciencia como un espejo de la condición humana.

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Física: Cuando las leyes dejan de ser leyes

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Uno de los ejes del libro es la dificultad de comprender lo que ocurre en las escalas más pequeñas de la naturaleza. Allí, la física explica, la lógica cotidiana se deshace: el tiempo deja de ser lineal, los efectos preceden a las causas y los objetos se comportan como si estuvieran en varios lugares a la vez. “La naturaleza tiene discontinuidades que rompen nuestras intuiciones”, señala.

Hace un siglo, este desconcierto enfrentó a Einstein con la generación posterior de físicos. “Einstein era un idealista alemán y lo que le interesaba era un mundo controlable”, afirma Contera. “No aceptaba que la realidad pudiera ser intrínsecamente extraña”. Aquella resistencia sigue viva hoy: la mecánica cuántica funciona, sostiene nuestras tecnologías, explica desde el transistor hasta los experimentos sobre el entrelazamiento, pero continúa siendo conceptualmente inquietante.

La ciencia como relato del mundo

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Contera insiste en que los grandes descubrimientos científicos no pueden separarse de su contexto histórico. La aparición de la mecánica cuántica coincidió con un mundo que se fracturaba; la relatividad general, con un planeta que empezaba a cuestionar sus certezas. Tras la Segunda Guerra Mundial, la ciencia se volvió práctica, industrial y orientada al control. Décadas después, los movimientos contraculturales devolvieron al centro aquellas preguntas “raras” que la física había dejado en un cajón.

Es en esa oscilación donde Contera sitúa la evolución actual: “La física, la biología y la tecnología se han ido copiando mutuamente desde los años cincuenta. Pero tanto el paradigma digital como el modelo simplista de la biología molecular se están agotando”. Para ella, el futuro pasa por integrar disciplinas en vez de fragmentarlas.

Un ejemplo revelador está en las décadas de intentos por entender cómo se orientan las palomas mensajeras. La respuesta parecía estar en la retina; luego en unas estructuras microscópicas del oído interno; y hoy, explica Contera, todo apunta a que coexisten mecanismos redundantes, algunos incluso basados en procesos cuánticos.

“Estos fenómenos, que hace años se consideraban imposibles para la biología, ahora inspiran experimentos en empresas como Google y podrían tener aplicaciones médicas”, afirma. La biología cuántica, un campo que durante mucho tiempo fue visto con escepticismo, empieza a abrirse paso.


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