El empresario asturiano Blas Herrero, conocido por su imperio Radio Blanca —que incluye a Kiss FM y DKiss—, ha quedado al margen de la carrera por la última licencia de TDT tras despertar recelos en La Moncloa.
La decisión marca un nuevo capítulo en la controvertida trayectoria de un hombre acostumbrado a dar grandes golpes en el sector mediático, pero también a generar suspicacias. Herrero, que en su momento mostró interés por hacerse con Prisa con el objetivo de debilitar la influencia del sanchismo en los medios, había intentado acercarse al PSOE a través de José Miguel Contreras, principal asesor mediático del Ejecutivo.
Sin embargo, en Moncloa no se fían. La sombra de su historial, donde la falta de apuesta real por la industria han sido la norma, pesa demasiado. Fuentes del sector aseguran que, para el Gobierno, Herrero siempre ha sido un jugador capaz de grandes maniobras —desde los tiempos de Alfonso Guerra hasta María Dolores de Cospedal— pero que termina comportándose más como un «rentista» que como un operador televisivo o radiofónico de primera división.
En concreto, Herrero ha mostrado a lo largo de su carrera una limitada inversión en contenidos. Sus emisoras de radio funcionan como radiofórmulas con pocos empleados y escaso impacto industrial. En televisión, su actividad se centra en la emisión de programación de Discovery a través de su señal DKiss.
Discovery apunta al público masculino con DMax, mientras que DKiss, bajo la marca de Radio Blanca, se orienta al femenino, dejando claro que el grupo actúa más como arrendador de contenidos que como productor independiente.
HERRERO Y LAS CONCESIONES POLÍTICAS
El historial de Herrero incluye varios ‘grandes golpes’ que han marcado la radio y la televisión en España. Su primer éxito significativo llegó en 1989 con la adjudicación de licencias FM por parte del Gobierno. Un grupo de postes recayó en Herrero, que no lanzó la cadena guerrista que prometió al PSOE y finalmente firmó un acuerdo para integrar las señales en la nueva Onda Cero a través de la entonces propietaria de esta última, ONCE.
En 2001, Herrero cerró un acuerdo con Onda Cero, entonces en manos de Telefónica, para lanzar Kiss FM, que derivó en un laudo de más de 200 millones de euros a favor de su empresa frente a la emisora en 2004. Más adelante, en la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre, se hizo con varias licencias TDT, y en 2016 logró otra licencia estatal gracias al Gobierno de Mariano Rajoy tras haber contratado al entonces marido de María Dolores de Cospedal, Ignacio López del Hierro.

Cada uno de estos movimientos reflejaba la capacidad de Herrero para maniobrar políticamente y sacar provecho económico, sin apostar por el desarrollo de contenidos propios ni por la generación de empleo audiovisual.
El interés de Herrero en la TDT se enmarcaba ahora en un contexto de fuerte competencia y desconfianza. La licencia podría acabar en manos de un grupo afín al sanchismo o de Mediaset España, que parece dispuesta a destinar recursos a un canal extra en lugar de invertir en nuevos contenidos o diversificar sus ingresos.
Esta situación refleja, según analistas del sector, la precariedad del planteamiento de Herrero: siempre rentable en lo financiero, pero cuestionable desde la perspectiva de la industria. En los últimos años, Herrero había mantenido un perfil bajo, con mínima actividad en el sector televisivo y radiofónico. Sin embargo, recientes movimientos indican que pretende reactivar su influencia.
Según El Independiente, a partir de 2026 iniciará una ronda de contactos con editores de medios digitales para plantear medidas conjuntas en la Asociación Española de Televisiones Privadas Digitales Terrestres, asociación que creó en 2017 junto a pequeños operadores. Su objetivo declarado: que la publicidad se distribuya de manera más justa entre los licenciatarios de TDT y otros medios.
INFLUENCIAS
Más allá de su perfil empresarial, Herrero siempre ha sido un personaje capaz de mover influencias políticas y sociales. El empresario ha conseguido acercar a figuras tan dispares como Álvarez Cascos y Rodríguez Ibarra, o incluso invitar a ministros del Interior a mariscadas, demostrando su habilidad para tejer redes de poder.
Sin embargo, pese a estas conexiones y a su historial de victorias puntuales, el camino hacia una nueva licencia de TDT parece cerrado. Los recelos en Moncloa, sumados a su limitada apuesta por la creación de contenidos y a su reputación de operador financiero de perfil bajo, han pesado más que cualquier estrategia de acercamiento político.
Herrero, cuyo modus operandi siempre ha sido ganar sin asumir riesgos industriales, vuelve a encontrarse frente a un límite: ser un operador independiente en apariencia, pero con capacidad limitada de influir en la transformación real del sector audiovisual español. Con una licencia de TDT fuera de su alcance y el sector cada vez más concentrado, su capacidad de maniobra se ve reducida, aunque su historial demuestra que siempre está listo para encontrar un resquicio donde obtener beneficios.







