Según los especialistas, en España se ha instalado una sensación de desajuste permanente. Mientras el coste de la vida sube año tras año, los salarios parecen congelados en un tiempo que ya no existe. Esa brecha, cada vez más amplia, empieza a marcar no solo la economía doméstica, sino también la forma en que los jóvenes imaginan —o directamente descartan— su futuro.
Javi Linares, asesor financiero, observa este fenómeno con preocupación. Desde su óptica, el país atraviesa un punto crítico: una generación que trabaja más, tiene peores salarios y convive con la idea de que la promesa de progreso que acompañó durante décadas al proyecto español ya no alcanza para sostenerse.
Salarios en jaque: Un mercado laboral que perdió el pulso

Para Linares, el gran problema de fondo es simple de entender y difícil de resolver: los salarios llevan dos décadas sin recuperar poder adquisitivo. No es solo que los precios crezcan; es que no acompañan ese ritmo y se han convertido en una carga emocional y económica para millones de hogares. En su análisis, los jóvenes son quienes más han sufrido esta desigualdad porque sus salarios no solo están estancados, sino que quedaron muy por debajo de los incrementos en vivienda, energía y bienes básicos.
La consecuencia es un país donde los proyectos vitales se retrasan indefinidamente. Con salarios que no permiten independencia, muchos jóvenes continúan viviendo en casa de sus padres o comparten habitación en grandes ciudades. Esa falta de estabilidad dificulta acceder a una vivienda, pensar en formar una familia o siquiera proyectar el futuro con cierta tranquilidad. En palabras del asesor, “un país donde los salarios no avanzan es un país que detiene también la vida de su población”.
A esto se suma un mercado laboral rígido que desalienta a las empresas a crecer y contratar. Linares explica que la complejidad normativa, los altos costes y la incertidumbre jurídica terminan generando menos competencia, menos inversión y, por supuesto, peores salarios. En ese contexto, miles de jóvenes formados en España optan por buscar oportunidades fuera, donde los salarios reflejan mejor su preparación.
Pensiones, deuda y un futuro que exige decisiones
Linares destaca un punto que suele incomodar: las pensiones actuales se sostienen gracias a los trabajadores, muchos de los cuales tienen salarios inferiores a las pensiones que contribuyen a pagar. Esa presión, unida al envejecimiento poblacional y a la creciente deuda del Estado, dibuja un escenario donde los salarios seguirán sometidos a una carga fiscal elevada si no hay cambios profundos.
Por eso insiste en que la sociedad necesita un debate honesto sobre competitividad, regulación e impuestos. España —dice— tiene talento, clima, historia y calidad de vida, pero requiere un marco laboral y fiscal que permita que las empresas crezcan, que la economía respire y que los salarios vuelvan a ser un reflejo del valor real de quienes trabajan. Mientras eso no ocurra, los recibos seguirán marcando la frontera entre un país que avanza y otro que se resigna.








