En tiempos de ruido en redes sociales, la claridad médica se vuelve un acto de responsabilidad. El Dr. Diego Arayaisa Garay Gordóvil es uno de esos nombres que empiezan a sonar cada vez más fuerte en la cardiología mexicana. Joven, pero con una trayectoria que parece comprimida en varias vidas, combina labor clínica en cuidados críticos, un camino académico sólido y una vocación genuina por enseñar. Su historia —marcada por curiosidad, disciplina y un amor casi obstinado por el conocimiento— encarna el perfil del médico del siglo XXI que no se conforma con una sola faceta.
De Guadalajara a la Ciudad de México: una formación hecha de preguntas (y oportunidades)

Diego nació en Guadalajara, pero su vida dio un giro cuando su familia se mudó a Colima. Ese cambio, que pudo haber sido solo una anécdota familiar, terminó abriendo una ruta inesperada: estudió medicina en la Universidad de Colima, una institución que —según él mismo cuenta— le permitió asomarse al mundo antes de tiempo. “Pude formarme fuera del país tres o cuatro veces desde el pregrado”, recuerda con gratitud.
El modelo educativo PBL (aprendizaje basado en problemas) lo marcó profundamente. No se trataba de memorizar, sino de razonar. No de repetir, sino de entender. Ese fue su primer entrenamiento real en pensar como médico.
Después vino la Ciudad de México: primero medicina interna en Médica Sur; luego cardiología en el Instituto Nacional de Cardiología. Al llegar al Instituto, encontró su hogar profesional. “Entré hace más de una década y no me he ido”, dice. Hoy es adjunto en urgencias y la unidad coronaria, además de mantenerse muy activo en investigación.
¿Por qué cuidados críticos? “Es estar en la primera fila del espectáculo de la vida”

Durante un tiempo creyó que su camino sería la ecocardiografía. Pero había algo más fuerte. El impulso de estar donde la vida y la muerte se asoman sin maquillaje. “Me gusta estar en la primera fila del espectáculo de la vida”, confiesa.
Las terapias intensivas y las unidades coronarias le ofrecen justamente eso: inmediatez, decisión, humanidad. Ahí, la vulnerabilidad no distingue profesiones ni ingresos. Él mismo cita una frase de Valentín Fuster que le acompaña siempre: “El infarto es el gran ecualizador”. Un carpintero y un director de empresa pueden sentir exactamente el mismo miedo cuando la salud se tambalea.
Eso sí: su amor por la ecocardiografía sigue vivo. La practica a diario y la considera un pilar absoluto en el manejo crítico.
El “triple thread physician”: clínica, investigación y docencia como estilo de vida

La semilla de la investigación se plantó temprano. Durante una rotación en Colima, un profesor le dejó una lección que se le quedó grabada: un médico académico debe atender pacientes, hacerse preguntas y enseñar. Tres hilos, un mismo tejido.
Quiso convertirse en eso —un triple thread physician— pero el camino no fue inmediato. “Tardé siete años en publicar mi primer artículo indexado”, admite. ¿La razón? Esperaba permiso. “La investigación empieza cuando uno decide empezar”, reflexiona.
Ese descubrimiento lo llevó a fundar Públicavez, una academia digital de investigación científica. Hoy reúne a más de 1.000 alumnos de más de 10 países. Su misión es clara: que otros médicos aprendan a investigar, a enseñar y a no renunciar al rigor académico.
Redes sociales: influencia, responsabilidad y ciencia en tiempos de ruido
Con casi 200.000 seguidores, el Dr. Arayaisa tiene claro el peso de sus palabras. “Los médicos somos influencers natos”, afirma. Una simple indicación clínica —“no comas sal”— ya es una forma de influir.
Pero también advierte del riesgo: en redes sociales, cualquiera puede parecer experto. “Una mentira repetida millones de veces no se vuelve verdad”, recuerda. Por eso prefiere llamarse líder de opinión digital y pide a los médicos ocupar el espacio digital con ciencia, claridad y responsabilidad.
La frase que nunca dejó ir
En su pregrado, durante una rotación en Santander, un caso clínico le enseñó algo que repite hasta hoy:
“En medicina, 2 + 2 casi siempre es 4… pero a veces es 5”.
Un recordatorio de que la medicina —como la vida— exige humildad.
Hoy, además de su labor clínica, co-dirige C3, un curso de cuidados críticos cardiovasculares que busca formar especialistas que piensen rápido, investiguen mejor y comuniquen con rigor.









