domingo, 23 noviembre 2025

Mercedes Cuesta, directora médica del Hospital Ruber Internacional: «Tienes que ayudar al paciente a bien morir»

La médica Mercedes Cuesta revela una visión íntima de la práctica sanitaria: acompañar al paciente con humanidad, incluso en el final de la vida, es una responsabilidad ética que une memoria, empatía y decisiones que marcan destinos.

Los hospitales suelen ser territorios donde el tiempo se mueve distinto y donde cada decisión tiene un peso emocional evidente. En ese escenario, la trayectoria de Mercedes Cuesta, directora médica del Hospital Ruber Internacional, se convierte en un testimonio único sobre el valor del paciente, el vínculo humano y la forma en que la medicina define la vida cotidiana.

A lo largo de su profesión, Cuesta aprendió a convivir con la tragedia, el dolor y la esperanza. Su mirada, profunda y serena, sostiene una idea que atraviesa toda su carrera: acompañar al paciente en cada etapa de su proceso, incluso en el momento más duro, es una responsabilidad ética que exige empatía, claridad y una enorme humanidad.

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Una vida entera dedicada a comprender al paciente

Una vida entera dedicada a comprender al paciente
Fuente: agencias

La doctora Mercedes Cuesta se define como una mujer normal, pero quienes la rodean no coinciden. Su presencia en el hospital es constante, casi silenciosa. A veces pasa la noche allí porque el bienestar del paciente siempre va primero. Ese compromiso, que para muchos podría resultar extremo, para ella es simplemente una forma de estar disponible cuando un paciente la necesita. Es un hábito que arrastra desde sus primeros años como intensivista, donde aprendió que, en cuestión de minutos, la vida de un paciente puede cambiar por completo.

Su filosofía es sencilla y contundente: el médico no solo debe tratar al paciente, sino también respetarlo, escuchar lo que no dice y acompañarlo a bien morir cuando la ciencia ya no puede ofrecer más. Para Cuesta, incluso en el final, un paciente puede demostrar inteligencia, serenidad y dignidad, y es deber del médico sostener ese último acto vital con respeto absoluto.

Empatía, memoria y decisiones que marcan vidas

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Cuesta sostiene que la medicina se construye también sobre la memoria. Recuerda a cada paciente, cada familia, cada historia que dejó marca. Ella misma reconoce que en su casa conserva objetos que le recuerdan a personas a las que cuidó. Es su manera de mantener vivo ese vínculo que, más allá de la profesión, habla del impacto que una persona puede tener en la vida de un médico.

Para ella, cada conversación enseña algo. Cada despedida deja una huella. Cada decisión exige pensar no solo en lo clínico, sino en lo emocional. Y aunque dirige uno de los hospitales más importantes de Europa, nunca abandonó la atención directa: sigue entrando a las habitaciones, sigue escuchando y sigue acompañando. Su agenda está repleta, pero jamás pierde el foco: el paciente es siempre la prioridad.

Incluso cuando el final se acerca, Cuesta insiste en que el médico debe preguntar a la familia qué hubiera querido ese paciente. Respetar esa voluntad, dice, es tan importante como cualquier tratamiento. Y aunque a veces el desenlace sea inevitable, la serenidad con la que un paciente se va depende en gran medida de cómo fue acompañado.

Para Mercedes Cuesta, cada paciente representa un universo distinto. Y en cada uno de ellos encuentra la razón por la que, después de tantos años, sigue levantándose —o incluso durmiendo en el hospital— para volver a empezar. Porque, en su mirada, la medicina sigue siendo el arte de acompañar vidas, paso a paso, hasta el final.


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