viernes, 21 noviembre 2025

David Jiménez, exreportero de guerra, nos da su opinión sobre los «safaris humanos de Sarajevo»

La denuncia sobre supuestos “safaris humanos” en Sarajevo reabre viejas sombras de guerra. El exreportero David Jiménez pide cautela: sin pruebas sólidas, sostiene, una historia tan brutal no puede aceptarse solo por su impacto o resonancia.

Los ecos de la guerra vuelven a resonar tres décadas después, esta vez envueltos en una polémica que ha sacudido al público: la supuesta existencia de “safaris humanos” en Sarajevo. La denuncia, impulsada desde Italia, apunta a turistas millonarios que habrían pagado para disparar contra civiles en pleno asedio. La noticia viajó rápido, pero las certezas no tanto.

David Jiménez, exreportero con dos décadas recorriendo frentes de guerra, se ha convertido en una de las voces más buscadas para iluminar un episodio que, de ser real, representaría uno de los actos más atroces jamás documentados. Su respuesta, sin embargo, no se inclina por la espectacularidad, sino por la cautela: en su experiencia, las grandes historias requieren pruebas, no solo ruido.

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Guerra: La sombra de una historia irresistible

Guerra: La sombra de una historia irresistible
Fuente: agencias

Entre los veteranos de la crónica internacional, la guerra de la exYugoslavia ocupa un capítulo inmenso: cientos de periodistas pasaron por Sarajevo, muchos de ellos varias veces, en un territorio donde la muerte podía aparecer con la velocidad de un disparo. Para Jiménez, ese dato es clave. Si los supuestos safaris humanos hubieran existido, sostiene, alguien lo habría visto. La guerra, incluso en su brutalidad, deja rastros.

Lo que sí deja esta polémica es una pregunta incómoda: ¿cómo una generación entera de reporteros, soldados, cooperantes y residentes no detectó nada? Jiménez explica que en todos esos años jamás encontró turistas armados asesinando civiles, aunque sí conoció a los llamados “turistas de la guerra”: curiosos temerarios que aparecían para presumir valentía, nunca para matar. El salto entre una imprudencia y un crimen industrializado, recuerda, es demasiado grande para aceptarlo sin pruebas.

Otro punto que cuestiona es la falta de testimonios directos. El documental Sarajevo Safari, una de las bases de la denuncia, no aporta imágenes, nombres verificables ni documentos sólidos. Los relatos se repiten de boca en boca, siempre desde alguien que “oyó”, “escuchó” o “cree”. En periodismo —y más si se trata de una guerra—, ese tipo de vaguedades no alcanza. La distancia entre lo posible y lo verificado sigue intacta.

Cuando la memoria necesita certezas

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Jiménez insiste en que la guerra revela lo peor del ser humano. Él lo ha visto: ejecuciones en Birmania, poblaciones masacradas en Borneo, víctimas inocentes atrapadas entre fuerzas desatadas. Pero incluso ante la ferocidad que documentó en cada guerra, nunca encontró un escenario donde personas ajenas al conflicto pagaran para matar por deporte. Esa ausencia de lógica —y de pruebas— erosiona la versión que hoy recorre titulares.

También recuerda que una guerra no permite fantasías logísticas. Nadie entra y sale de un frente sitiado sin dejar señales. Los vuelos humanitarios priorizan víveres, no visitantes caprichosos. Los francotiradores requieren entrenamiento extremo, no un curso breve para millonarios aburridos. Y los entornos controlados por ejércitos o milicias —como ocurrió en aquella guerra— convierten cualquier movimiento extraño en un riesgo mortal.

La polémica, afirma, habla menos de la guerra pasada y más de los mecanismos actuales del periodismo. Noticias potentes, aunque frágiles, encuentran eco inmediato. Las redacciones, presionadas por la velocidad y el impacto, a veces olvidan el principio básico: comprobar. En esta historia, tras la conmoción inicial, quedan más dudas que certezas. Y en el terreno de la guerra, donde la verdad suele costar sangre, eso nunca es un detalle menor.


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