El sueño siempre avisa cuando lo estamos descuidando, aunque prefiramos ignorarlo. Dormir… qué cosa tan sencilla y tan difícil a la vez. Todos sabemos que es importante, pero aun así lo relegamos como si fuera opcional. Y ahí está la frase que se ha puesto casi de moda —“Ya descansaré cuando muera”— que da risa hasta que piensas en lo que implica. Porque el cuerpo, a diferencia de la mente, no entiende de chistes, y tarde o temprano te pasa la factura.
Dormir mal: cuando el cuerpo empieza a avisarte (y tú no escuchas)

El sueño no es un apagado automático. Es más bien un taller nocturno donde el organismo se pone manos a la obra: repara, limpia, depura, ordena. Cuando le quitamos horas o profundidad, ese taller se queda a medias. Luego nos extraña sentirnos agotados o “raros” al despertar.
Las consecuencias, según los especialistas, no son pequeñas:
- Baja la fertilidad.
- La digestión se desajusta: hinchazón, reflujo, gastritis… lo que quieras.
- Las emociones se vuelven montaña rusa.
- Aumenta el riesgo de cáncer, ese tema del que nadie quiere hablar.
- Sube la irritabilidad, tanto que en trabajadores por turnos se ve más agresividad y hasta más casos de violencia doméstica.
Y tiene sentido. Quien trabaja de noche vive justo al revés de cómo está programado. Intenta dormir con el sol afuera, con ruido, con actividad. ¿Quién descansa así? Es imposible, y las consecuencias no tardan en aparecer.
Pantallas, luz azul y un cerebro que ya no sabe si es de día o de noche

La luz azul altera la producción natural de melatonina. Fuente:Canva
Ahora súmale esto: vivimos pegados al móvil como si nos diera oxígeno. Y esa luz azul, tan inocente en apariencia, es como una señal engañosa para el cerebro. “Aún es de día”, le dice. “No produzcas melatonina”. El resultado: te metes en la cama cansado, cierras los ojos… y nada. Ni rastro del sueño.
Muchos expertos recomiendan que los menores no tengan móvil antes de los 16 años. Y lo dicen casi suplicando. Porque su cerebro, todavía en desarrollo, sufre mucho más la desregulación. Peor aún: dormir con el móvil cerca hace que muchos se queden pegados a la pantalla unos “minutitos”… que terminan siendo casi una hora.
¿A quién no le ha pasado?
El insomnio no es “solo insomnio”: algo hay debajo
Dormir mal no es el problema: es un síntoma. Y para entenderlo hay que mirar la película completa, no solo la escena final.
Tres de las causas más habituales son:
- El estrés, ese viejo conocido. Tanto el agudo (una ruptura, una pérdida, una discusión) como el crónico que se acumula día tras día. Incluso experiencias dolorosas de la infancia pueden cambiar la forma en que dormimos años después.
- Los problemas digestivos, que parecen menores hasta que intentas dormir con ardor, gases o inflamación.
- La apnea, un trastorno que muchos ni saben que tienen y en el que pasan segundos sin respirar durante la noche. Eso sí que deja huella.
Y la prueba más simple de todas para saber si descansas bien es esta:
¿Te despiertas con energía… o con la sensación de que necesitas otra noche?
Cómo volver a dormir de verdad: crear un entorno que invite al descanso

Los especialistas coinciden en que el cuerpo necesita señales claras, como si fuese un niño pequeño. Si quieres que entienda que es hora de dormir, tienes que ponérselo fácil:
- Una habitación fresca (18–19ºC).
- Oscuridad total (aquí un antifaz puede ser oro puro).
- Nada de luces frías; mejor cálidas, suaves.
- Y silencio, o al menos el mínimo ruido posible.
Nuestro reloj interno —ese “tic-tac” biológico del que casi nunca hablamos— depende de la luz, de los horarios de comida, del movimiento y hasta de las interacciones sociales. Por eso la crononutrición recomienda comer de día, no de noche. Después de las 19:00, tu cuerpo no quiere digestiones largas: quiere prepararse para reparar.
Lo que comes también afecta a cómo duermes
Aunque no lo parezca, hay nutrientes que influyen directamente en el descanso:
- Magnesio, esencial para fabricar serotonina y melatonina.
- Omega-3, que ayudan a bajar la inflamación.
- Proteína, el material base de muchos neurotransmisores del sueño.
- Carbohidratos complejos, que alimentan al sistema inmunitario durante la noche.









