El cuerpo siempre habla, incluso cuando nosotros no queremos escucharlo. El Dr. Sergio Valdes, médico cirujano y fundador del Centro de Medicina Funcional Integrativa en Ciudad de México, lleva tiempo reflexionando sobre hacia dónde se dirige la medicina y por qué urge volver a un enfoque más humano, más cálido y, sobre todo, más honesto con el paciente. Desde su experiencia diaria, insiste en algo que parece obvio, pero que a veces se olvida: “medicina solo hay una, ¿no? Al final se trata de encontrar la forma de ayudar a un paciente”. Y lo dice así, sin adornos.
Su propuesta pasa por unir lo mejor de cada corriente: la medicina convencional, la funcional y la integral. No las ve como mundos separados, sino como piezas que encajan cuando el objetivo es tratar las hormonas y recuperar la funcionalidad real del cuerpo. Para Valdes, la medicina funcional no es una moda pasajera, sino un enfoque profundamente científico y muy personalizado que intenta algo simple y a la vez enorme: devolverle al cuerpo su equilibrio. Lamenta, con cierta tristeza, que esta mirada se haya ido perdiendo: “El verdadero origen del problema deberíamos buscarlo todos los doctores, pero lo hemos perdido”, reconoce.
El cuerpo como aliado: la farmacia más inteligente

Una de las ideas que más repite —y que uno termina recordando casi sin querer— es su convicción de que el cuerpo sabe más de lo que creemos. “El cuerpo es la farmacia más inteligente del mundo”, afirma, y lo dice con la seguridad de quien lo ha visto mil veces en consulta. El papel del médico, explica, no es sustituir esa sabiduría, sino ayudarle a despertar. A veces, ese proceso implica “una reestructuración por completo de que el cuerpo recuerde su naturaleza”. Y aquí aparece algo muy humano que él defiende con fuerza: el acompañamiento. “No hay nada como que te vea una persona y te diga: ‘Tranquilo, tu cuerpo no está roto’”. ¿Cuántas veces necesitamos escuchar justo eso?
Crítica al sistema de salud y a la cultura de la inmediatez

Cuando habla del estado actual de la salud pública, su tono cambia. Valdes no evita señalar a los responsables: “La industria farmacéutica y la alimentaria son las que tienen más enferma a nuestra población”. A esto se suma una sociedad obsesionada con soluciones rápidas —“que en realidad no solucionan”, añade— y que, según él, ha derivado en una práctica médica mediocre. “Nos hemos vuelto una sociedad mediocre”, sentencia, “y como profesionales de la salud practicamos medicina mediocre, no actualizada”.
Para él, la salida pasa por una mezcla de humildad y trabajo en equipo. “Debo dejarme estupideces y quitarme el ego”, dice sin rodeos. Y no cuesta imaginar que esa frase ha movido a más de un profesional que lo escucha.
Los cuatro pilares básicos: el verdadero fundamento de la salud

A pesar de todo lo anterior, insiste en volver a lo sencillo, a lo que funciona. Valdes resume la salud en cuatro pilares fundamentales, esos que todos conocemos, pero pocos aplican:
- Una buena alimentación.
- Ejercicio regular (“muévete”, dice él).
- Dormir lo suficiente.
- Vivir con bajos niveles de estrés.
Sobre este último, no duda: “Lo más importante para la longevidad es vivir con bajos niveles de estrés”. Y añade algo casi obvio pero fácil de olvidar: “La prioridad más importante en la vida debe ser tu salud para que la número dos sean tus vínculos de amor”. Sin salud, y menos aún sin salud mental, ¿qué construimos?
También recuerda que gran parte de la medicina consiste simplemente en corregir lo esencial: “El 95% de las cosas que hacemos son básicas”, como ajustar una deficiencia de hierro o equilibrar hormonas en la menopausia.
Tecnología, futuro y bienestar personal
Aunque reconoce lo mucho que la inteligencia artificial puede aportar, deja claro que el corazón de la medicina sigue estando en el trato humano. “El contacto humano y la empatía no los va a suplir ninguna inteligencia artificial”.
A nivel personal, comparte una meta que muchos desearían: “Estoy volando a trabajar menos y disfrutar más de mis seres queridos”. Para ello, recomienda desconectarse —literalmente— del exceso de pantallas: “Vas a ganar más conectando que conectado”.
Y cierra con una reflexión simple, pero poderosa: la mayor barrera no está fuera, sino dentro. “Nuestra principal barrera somos nosotros mismos: nuestra mente y nuestros miedos”. Su consejo para empezar no sorprende, pero viene cargado de experiencia: volver siempre a los cuatro pilares básicos.









