Telecinco cerrará 2025 encadenando su cuarto mínimo anual consecutivo, otra vez sin llegar al 10% de share y con Antena 3 y La 1 muy por encima del canal. Sin embargo, este retroceso continuado no parece haber activado alarmas en los despachos de Mediaset España.
En los últimos días el grupo ha lanzado un mensaje interno y externo de tranquilidad: no habrá medidas drásticas, ni recortes, ni cambios estratégicos inmediatos. Y ello pese a que su gran apuesta para la temporada —un nuevo guiño al vasilismo con ‘Gran Hermano’— ha naufragado con el peor estreno de su historia.
La tira diaria de la vigésima edición, ‘GH: La vida en directo’, tuvo que ser retirada tras marcar un lamentable 5,5% de cuota en sus primeras cuatro emisiones. Ni la nueva casa, ni el retorno de Jorge Javier Vázquez como baluarte de la cadena han logrado reactivar el fenómeno.
La gala de los jueves está marcando un rendimiento discreto, y los debates dominicales han mostrado una debilidad aún mayor. Pese a ello, el mensaje oficial es claro: no habrá un giro brusco. Y la explicación, según fuentes del sector, no está tanto en la confianza creativa como en un análisis empresarial mucho más frío y estructural.
La cadena paga hoy la herencia de una década perdida. Su histórico consejero delegado, Paolo Vasile, no fue capaz de anticipar el cambio de paradigma audiovisual ni la transición hacia el consumo digital. Telecinco llegó tarde a la diversificación de géneros y a la renovación de público, fiando su identidad a unos formatos que funcionaron como un reloj… hasta que comenzaron a dar síntomas de desgaste.
El relevo generacional se esfumó junto al consumo lineal. Con la salida de Vasile, la llegada de Alessandro Salem al frente de Mediaset España pretendía inaugurar una nueva era. Pero sus decisiones han generado una cascada de dudas.
Su torpe apuesta por matar ‘Sálvame’ y prescindir de La Fábrica de la Tele, productora que llevaba años garantizando audiencias, dejó a Telecinco sin un sustituto capaz de ocupar el hueco. El giro editorial hacia un entretenimiento blanco, apoyado en en las factorías Unicorn Content y Banijay, tampoco dio resultado: varios estrenos fallidos y un catálogo sin personalidad sumieron a la cadena en un territorio difuso, sin referentes ni señas de identidad.

El reciente intento de recuperar el modelo Vasile —‘GH’, ‘La isla de las tentaciones’, una doble edición anual de ‘Supervivientes’, el regreso de Jorge Javier Vázquez a las tardes y el retorno de Ana Rosa Quintana a las mañanas— tampoco está arrojando los frutos esperados. Telecinco, hoy por hoy, no ha encontrado una oferta transversal capaz de reconstruir su base de público.
SITUACIÓN
Otro actor clave en este escenario es Massimo Musolino, CEO de Gestión y Operaciones de Mediaset España. Brazo derecho de Salem, ha impulsado en los últimos años un programa de recortes continuados que ha permitido contener gastos, pero también ha resentido la capacidad creativa de la compañía. La reducción presupuestaria ha afectado a la producción propia, a la renovación de formatos y a la agresividad comercial.
Pese a ello, Musolino ha conseguido mantener a flote los márgenes operativos en un mercado publicitario complicado, y ese equilibrio financiero es una de las razones por las que en Italia no perciben la situación como crítica. Paradójicamente, la filial menor del grupo, Cuatro, otorga oxígeno a Mediaset España.
Su vuelta al contenido político y social —aunque con una marcada visión derechista, especialmente visible en ‘En boca de todos’, ‘Todo es mentira’ y ‘Horizonte’— ha permitido al canal recuperar identidad y cuota. Este repunte contribuye a que, globalmente, Mediaset España no se hunda tanto como lo haría si Telecinco estuviera sola en la travesía.
LOS BERLUSCONI NO MIRAN A ESPAÑA
En última instancia, el motivo principal por el que no habrá cambios radicales es el foco estratégico del grupo matriz. Media For Europe, presidida por Pier Silvio Berlusconi, está actualmente más concentrada en crecer en Alemania y en desembarcar en Portugal que en intervenir en el mercado español, donde la competencia se mueve en un régimen oligopolístico y las guerras de audiencias ya no tienen el impacto financiero de otros tiempos.








