lunes, 17 noviembre 2025

Fake cooking, el nuevo timo foodie en Instagram: por qué la comida dorada no se come y está alterando la realidad de una generación

Esta tendencia genera frustración y ansiedad al establecer estándares de belleza culinaria imposibles de alcanzar en una cocina real. Como respuesta, ha surgido un movimiento que defiende la comida imperfecta y real, valorando la autenticidad por encima de la estética.

Esa hamburguesa con el queso perfectamente derretido que te suplica un bocado desde tu pantalla es, en realidad, el timo foodie más grande de nuestra era. ¿Te has preguntado alguna vez por qué tus platos nunca lucen así?, pues la respuesta es que la comida que ves en muchos perfiles de éxito es un decorado de cine incomestible diseñado para hackear tu cerebro y tus likes. Es el fenómeno del fake cooking, una tendencia que nos hace desear algo que, paradójicamente, no alimenta.

La trampa es tan sutil como efectiva y ha convertido las redes en un escaparate de mentiras culinarias. Este engaño visual nos empuja a una espiral de frustración en la cocina, y es que una generación entera está aprendiendo a cocinar a través de imágenes falsas que generan expectativas inalcanzables. La verdad es que esa comida dorada, brillante y perfecta a menudo no se come, y entender este nuevo timo es el primer paso para liberarnos de la dictadura del plato perfecto y volver a disfrutar de la comida real.

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TIMO: ¿QUÉ ES EXACTAMENTE EL «FAKE COOKING»?

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El fake cooking va mucho más allá de elegir el ángulo perfecto o de potenciar los colores de una fotografía. Hablamos de una elaborada puesta en escena donde la comida es atrezo, y es que los estilistas de alimentos usan técnicas y materiales no comestibles para lograr una perfección visual imposible de replicar en casa. Este fraude culinario transforma una receta en una escultura, un objeto de arte diseñado para ser viralizado pero nunca para ser degustado, confirmando que, en efecto, la comida dorada no se come.

Esta práctica, antes reservada para la alta publicidad, ha sido democratizada por creadores de contenido que buscan la imagen ideal. La consecuencia de esta estafa visual es que la línea entre la inspiración y la ficción se ha desdibujado por completo, pues lo que se presenta como una receta casera es en verdad una producción de estudio con trucos profesionales. El objetivo ya no es compartir una pasión por la cocina, sino generar una reacción inmediata y adictiva en el espectador a cualquier precio.

LOS INGREDIENTES SECRETOS QUE NADIE TE CUENTA

Puede sonar increíble, pero esa espuma de leche tan cremosa es a menudo espuma de afeitar y esa leche blanca y densa es pegamento blanco. Este tipo de fraude en Instagram utiliza un arsenal de productos tóxicos para simular la frescura, ya que el helado que nunca se derrite está hecho de puré de patata teñido y manteca vegetal. La próxima vez que veas un postre inmaculado, recuerda que la comida dorada no se come porque su belleza es fruto de un engaño muy bien orquestado.

La lista de trampantojos es interminable y destapa un timo que juega con nuestra percepción de la realidad. ¿Ese vapor que emana de un plato de sopa? Bolas de algodón húmedo calentadas en el microondas, y es que el brillo irresistible de la fruta se consigue con laca o desodorante en espray para que la cámara lo ame. Es la cruda realidad del fake cooking: una estética impecable construida sobre una base de falsedad que nos aleja del verdadero placer de cocinar y comer.

LA PERFECIÓN DORADA: UNA META INALCANZABLE Y PELIGROSA

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La frustración es el primer síntoma de haber sido víctima de este timo visual. Intentas seguir la receta de un vídeo, pero tu bizcocho no sube igual y tu salsa no tiene ese brillo, así que la comparación constante con estos estándares ficticios genera una sensación de fracaso personal en la cocina. Esta presión por alcanzar una perfección que no existe nos lleva a sentir que no somos lo suficientemente buenos, olvidando que la comida real tiene imperfecciones, y eso es lo que la hace auténtica.

El impacto va más allá de un plato fallido; se instala en nuestra autoestima de una forma silenciosa pero profunda. Este fenómeno contribuye a la cultura de la apariencia que domina las redes sociales, pues la ansiedad por mostrar una vida perfecta se traslada también a lo que cocinamos y comemos cada día. Es la tiranía de una estética que nos enferma, recordándonos una y otra vez que esa comida dorada no se come, pero sí que alimenta nuestras inseguridades más profundas.

ASÍ FUNCIONA LA MAQUINARIA DEL ENGAÑO VIRAL

Detrás del fake cooking no siempre hay una intención maliciosa, sino un sistema que recompensa lo visualmente impactante. Los algoritmos de las redes sociales están diseñados para promover el contenido que genera más interacción, y las imágenes de comida hiperperfecta capturan la atención de forma más eficaz que las de un plato real y cotidiano. Los creadores, conscientes de ello, se ven empujados a participar en esta farsa para mantener su relevancia y crecimiento en un entorno digital ultracompetitivo.

Las marcas también juegan un papel fundamental en la perpetuación de esta estafa foodie. Necesitan que sus productos luzcan impecables en las campañas y colaboraciones con influencers, por lo que se invierte más en estilismo alimentario fraudulento que en mostrar usos y resultados realistas del producto. De este modo, todos los actores del ecosistema digital contribuyen a un ciclo vicioso donde la autenticidad es castigada y la mentira visual, premiada, normalizando la idea de que la comida dorada no se come.

LA REBELIÓN DE LO IMPERFECTO: ¿EL FIN DE LA COMIDA FALSA?

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Cada vez más usuarios y creadores de contenido están alzando la voz contra esta dictadura de la perfección. Empiezan a proliferar cuentas que muestran sin complejos el lado menos glamuroso de la cocina, pues la tendencia #foodfails o #realfood celebra los bizcochos quemados y las verduras deformes como un acto de honestidad. Esta corriente de autenticidad es un soplo de aire fresco que nos invita a reconciliarnos con nuestras cocinas y a desmitificar la idea de que todo debe ser perfecto.

El verdadero placer no está en la foto, sino en el proceso: en mancharse las manos, en probar, en equivocarse y en compartir alrededor de una mesa. La próxima vez que sientas la tentación de compararte, recuerda que esa comida dorada no se come y que la alegría de cocinar reside en la experiencia y no en la búsqueda de una validación externa a través de una imagen. Porque un plato con un borde ligeramente tostado o una salsa que no brilla bajo los focos no es un fracaso, es una deliciosa y maravillosa señal de que estamos vivos


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