Los microseguros de móvil se han convertido en ese pequeño extra que casi todos aceptamos sin pestañear al estrenar teléfono. ¿Qué son un par de euros al mes a cambio de la tranquilidad absoluta? Pues quizás sean el principio de un problema mayor, porque lo que parece una decisión inteligente esconde una realidad donde las aseguradoras pagan de media solo el 8% del valor de la reparación. ¿Te imaginas la cara que se te queda cuando descubres el engaño?
Esa sensación de seguridad que te da proteger tu nuevo smartphone puede ser, paradójicamente, una trampa muy bien diseñada. Te venden una cobertura total contra accidentes y robos, pero cuando llega el momento de la verdad, la historia cambia, ya que la letra pequeña está pensada para que la indemnización sea mínima o directamente nula. Sigue leyendo y descubre el entramado que se esconde detrás de estas pólizas y por qué ese 8% no es una cifra casual.
¿UNA TRANQUILIDAD QUE SALE CARA?
La oferta es tentadora y apela directamente a nuestro miedo a quedarnos desconectados por un accidente tonto. Pagas religiosamente tu cuota, sintiendo que has hecho una buena inversión en tu nuevo móvil, porque la estrategia comercial se basa en vender una sensación de invulnerabilidad a un precio muy bajo. Es un mecanismo psicológico brillante que nos hace bajar la guardia ante lo que estamos firmando realmente.
Pero, ¿qué ocurre cuando ese flamante dispositivo se cae al suelo y la pantalla se hace añicos? Es entonces cuando la tranquilidad se esfuma y empieza un frustrante viaje por el laberinto de las condiciones, pues el contrato que firmaste a toda prisa está plagado de cláusulas de depreciación y exclusiones. De repente, descubres que la protección de tu terminal no era tan completa como te habían prometido al contratarla.
LA LETRA PEQUEÑA: UN LABERINTO DE EXCLUSIONES

Te sumerges en el condicionado y empiezas a ver la realidad: “daños estéticos” que no se cubren, “hurto” que no es lo mismo que “robo con violencia” o roturas por “inmersión” que solo se contemplan si el teléfono estaba apagado y en agua dulce. Te das cuenta de que casi cualquier supuesto habitual de accidente está convenientemente excluido de la póliza de tu teléfono, una verdad que solo se revela cuando ya es tarde.
Además, entra en juego el concepto de la depreciación, el arma secreta de estas aseguradoras. Tu móvil de 1.000 euros, con apenas un año de uso, es valorado por la compañía en una fracción de su coste original, y sobre ese valor ya rebajado es desde donde empiezan a aplicar el resto de deducciones y franquicias. Así es como logran que la compensación por tu dispositivo dañado se reduzca a ese mísero 8%.
EL CÁLCULO ENGAÑOSO: ASÍ LLEGAN AL FAMOSO 8%
Imaginemos un siniestro con un terminal que costó 1.200 euros. Tras un año, la aseguradora decide que su valor actual es de 600. A esa cifra le restan una franquicia de, digamos, 100 euros. Ya vamos por 500. Pero la cosa no acaba ahí, porque la compañía puede alegar que solo cubre un porcentaje del coste de las piezas o de la mano de obra, reduciendo aún más la cantidad final a percibir.
Es un goteo incesante de deducciones que convierten una reparación de 400 euros en una indemnización final de apenas 96 euros, casualmente, ese fatídico 8%. El cliente, indignado, se encuentra con que ha estado pagando para nada, ya que la estructura de costes está diseñada para que la reparación casi nunca salga a cuenta a través del seguro. Es el modelo de negocio perfecto: cobrar por un servicio que, en la práctica, es casi imposible de utilizar de forma justa.
¿QUIÉN ESTÁ DETRÁS DE ESTAS PÓLIZAS?

Normalmente no son las grandes aseguradoras tradicionales las que operan en este nicho, sino empresas más pequeñas y especializadas, a menudo en colaboración con las propias tiendas donde compras el teléfono. Su negocio no se basa en la mutualización del riesgo, sino en un volumen masivo de pólizas, porque saben que un porcentaje altísimo de clientes nunca reclamará o desistirá a mitad del proceso. La frustración del asegurado es parte de su margen de beneficio.
El proceso de venta es crucial para que el sistema funcione. Se realiza en el momento de la compra del móvil, un instante de euforia en el que el cliente es más vulnerable, ya que el vendedor presenta el seguro como un trámite más, sin dar tiempo a leer las condiciones en detalle. Es una venta impulsiva, rápida y diseñada para que no te hagas las preguntas correctas hasta que ya es demasiado tarde.
PROTEGERSE ES POSIBLE: ALTERNATIVAS REALES
Antes de contratar nada, revisa si el seguro de hogar incluye cobertura para dispositivos electrónicos fuera de casa; te sorprenderías de la cantidad de pólizas que ya lo ofrecen. Otra opción son los seguros ofrecidos directamente por los fabricantes, porque suelen ser más caros pero sus condiciones son mucho más claras y las reparaciones se gestionan con garantías. La transparencia, en este caso, tiene un precio que merece la pena.
La mejor protección, sin embargo, es la información y el sentido común. A veces, la opción más inteligente es “autoasegurarse”: guardar cada mes el dinero que destinarías a esa póliza en una hucha para futuras reparaciones. Con esta estrategia, el control siempre lo tienes tú, y te liberas de la letra pequeña, pues al final eres consciente de que la verdadera seguridad no reside en un papel, sino en tus propias decisiones financieras.










