En estos tiempos en los que parece que todo nos empuja a reaccionar —la pantalla que vibra, el comentario ajeno, el ruido constante— un experto en neurociencia lanza una idea que, de entrada, casi incomoda: la verdadera libertad empieza cuando aprendemos a gobernar nuestra mente y fortalecer nuestro carácter. Y lo dice sin adornos. Nos invita a mirar de frente cómo funcionamos la mayor parte del día: en piloto automático, arrastrados por estímulos que ni siquiera notamos.
Aceptar el miedo para reinterpretar la realidad

Lo primero que plantea es casi una reconciliación con algo que solemos evitar: el miedo. No lo define como un enemigo, sino como un mensajero viejo, de esos que llegan con noticias urgentes. La naturaleza —recuerda— nos programó para atender antes al peligro que a la calma. Antes un crujido podía ser un depredador; hoy, lo más parecido a ese “león” es una crítica, un silencio incómodo o un “like” que nunca llega.
Para lidiar con ese desfase entre lo que éramos y lo que somos, propone una herramienta poderosa: el framing, el arte de cambiar el marco desde el que miramos una situación. Así, un despido, una ruptura o incluso una pérdida dolorosa pueden convertirse en un punto de inflexión y no en una condena.
“No son las situaciones las que son buenas o malas”, explica. “Somos nosotros quienes les damos ese significado”.
Aquí introduce una palabra que quizá muchos no conocen: pronoia. Si la paranoia mira el mundo como un enemigo, la pronoia lo mira como un aliado. Es casi una invitación a preguntarse: ¿Veo la vida como un campo de batalla o como un lugar donde también pueden pasar cosas buenas?
El peligro de creerse ‘despierto’

En un punto de la conversación, el experto lanza una afirmación que puede descolocar: no hay nada más peligroso que alguien que se cree consciente.
Porque cuando uno se convence de que “ya despertó”, de que “ya lo entendió todo”, deja de aprender. Y sin humildad, no hay evolución posible.
Recuerda que más del 90% de lo que hacemos está condicionado por hábitos, traumas o aprendizajes culturales. Creer que somos cien por cien racionales solo nos vuelve más vulnerables a la manipulación… y a nuestra propia ceguera.
También critica con fuerza el sistema educativo, ese lugar donde equivocarse se castiga y copiar se penaliza, cuando precisamente equivocarse y copiar modelos exitosos es lo que sostiene al emprendimiento moderno.
“La escuela no está hecha para aprender, sino para obedecer”, dice con una claridad incómoda.
Tecnología, IA y el riesgo de diluir el carácter

La conversación da un giro hacia la tecnología. El experto advierte que estamos viviendo cada vez más “desde la cabeza” y menos desde el cuerpo. Y ahí aparece la inteligencia artificial como un arma de doble filo.
Cuando preguntamos a una IA qué debemos hacer con nuestra vida, qué sentir o qué decidir, estamos renunciando —aunque sea sin querer— a una parte de nuestro criterio.
“Si no puedes prescindir de algo, ese algo te posee”, resume. Y duele un poco escucharlo.
Para él, los matones o abusadores no buscan debilidad física, sino debilidad de carácter. Y ese carácter solo se construye con esfuerzo, con pequeñas incomodidades, con trabajo emocional.
Los tres motores del cambio, explica, son:
- El deseo, el más escaso.
- El miedo o el dolor, el que aparece cuando todo se tambalea.
- El amor, el más alto de todos: hacer algo por el simple hecho de hacerlo, sin esperar aplausos.
El camino hacia la libertad interior

El experto describe la ruta hacia la autonomía como una escalera llamada Encratella, el arte de la voluntad. Sus peldaños son:
- Logos: entender que todo tiene causa y efecto.
- Memento Mori: recordar que somos finitos.
- Areté: cultivar lo bueno dentro de uno.
- Carteria: entrenar la voluntad, incluso para decir no.
- Askesis: fortalecer cuerpo y alma enfrentándose al frío, al hambre o a la incomodidad.
- Euteleya: aprender a no necesitar.
En un mundo saturado, rescata dos prácticas tan antiguas como olvidadas: el silencio y el ayuno.
En el silencio —dice— uno puede escucharse de verdad. En el ayuno, uno descubre que necesita mucho menos de lo que pensaba.
Un mensaje final, para quien esté pasando por algo difícil
La reflexión final del experto es un pequeño golpe al corazón:
“Solo existe daño cuando afecta al carácter, y ese daño solo podemos hacérnoslo nosotros. Sé fuerte, sé más fuerte todavía, y confía en que todo saldrá perfecto.”









