Con la llegada del frío, hay una tarea sencilla que puede marcar una gran diferencia en el confort del hogar: purgar los radiadores. Este pequeño mantenimiento permite mejorar el rendimiento del sistema de calefacción, evitar ruidos molestos y, sobre todo, reducir el consumo de gas. Lo mejor es que hacerlo es mucho más fácil de lo que parece.
Desde Leroy Merlin explican que bastan unos pocos minutos, un destornillador plano y un poco de paciencia para lograr que cada radiador vuelva a funcionar de manera eficiente. El proceso, además de económico, ayuda a prolongar la vida útil tanto de la caldera como del propio circuito de calefacción, previniendo posibles daños por la acumulación de aire en las tuberías.
Preparar el radiador: el primer paso hacia una calefacción más eficiente

Antes de comenzar, los expertos recomiendan asegurarse de que el radiador esté completamente frío y que la llave de paso se encuentre abierta. Una vez comprobado esto, el siguiente paso es localizar el purgador, una pequeña válvula metálica situada en la parte superior lateral del radiador.
Si no se cuenta con la llave específica, se puede utilizar un destornillador plano o incluso una simple moneda de cinco o diez céntimos. Con una suave media vuelta en sentido contrario a las agujas del reloj, se liberará el aire acumulado en el interior del radiador, produciendo un silbido característico.
Cuando empiece a salir agua de forma continua, es momento de cerrar la válvula. Este sencillo gesto permitirá que el calor vuelva a distribuirse de manera uniforme, evitando que algunas zonas del radiador permanezcan frías mientras otras se calientan en exceso.
El orden correcto y el cuidado final: claves para mantener tu sistema en perfecto estado
No todos los radiadores deben purgarse al azar. Los especialistas de Leroy Merlin recomiendan seguir un orden específico: si la vivienda tiene una sola planta, lo ideal es comenzar por los radiadores más cercanos a la caldera. Si hay más de un piso, se debe iniciar por los más alejados en la planta baja y continuar luego por los de la planta superior.
Una vez completado el proceso, es fundamental revisar la presión de la caldera, ya que puede disminuir durante el purgado. El nivel adecuado debe situarse entre 1 y 1,5 bares. Si ha bajado, se debe rellenar con agua hasta alcanzar la presión correcta. Solo entonces se puede volver a encender la calefacción.
Tras una hora de funcionamiento, conviene comprobar que el aire ha sido eliminado por completo y que cada radiador calienta de forma pareja. Si alguna unidad sigue presentando zonas frías, bastará con repetir la operación. Purgar los radiadores al menos una vez al año —especialmente antes del invierno— garantiza un mejor rendimiento térmico y un ahorro notable en la factura del gas.
Más allá de los beneficios económicos, este sencillo mantenimiento también protege el sistema. Al eliminar el aire, se evita que el oxígeno oxide los elementos metálicos del circuito, alargando la vida útil de los radiadores y la caldera.









