Las dudas sobre las cremas solares siguen creciendo, pero no siempre por las razones correctas. El dermatólogo Alex Docampo, conocido por su manera directa de explicar las cosas sin dramatismos pero sin rodeos, ofreció una charla de esas que te hacen replantearte lo que creías saber sobre el sol. Habló de mitos, de realidades incómodas y de algo tan básico que a veces se olvida: cuidar la piel no tiene por qué ser complicado.
Empezó repasando lo positivo, porque el sol no es el enemigo (aunque a veces lo tratemos como tal). El beneficio más evidente es la vitamina D, esa que todo el mundo menciona pero de la que pocos saben realmente cuánto necesitan. Y aquí Docampo fue claro: no hace falta pasarse horas tumbado al sol. “Con 15 o 20 minutos, en un fototipo dos o tres —los más habituales en España— ya se consigue suficiente vitamina D”, explicó.
Además, la luz solar tiene otros regalos: te levanta el ánimo y regula tu reloj interno, ese ritmo circadiano que marca cuándo te entra sueño y cuándo tienes más energía. (Seguro que alguna vez has notado cómo cambia tu humor después de un rato al aire libre).
Cuando el sol pasa de aliado a problema

Pero, como todo en exceso, también tiene su lado oscuro. Y aquí Docampo no se anduvo con medias tintas. El cáncer de piel es, sin duda, la consecuencia más seria de la exposición solar descontrolada. El más temido es el melanoma, y con razón. “Es mucho más peligroso, aunque por suerte menos frecuente, y suele estar ligado a quemaduras intermitentes, sobre todo en la infancia”, comentó.
Sin embargo, el cáncer más común no es ese, sino el carcinoma espinocelular, que aparece por recibir sol día tras día, año tras año. Y hay un tercero, el carcinoma basocelular, tan frecuente que ni se cuenta en las estadísticas. Prácticamente todo el mundo lo desarrollaría si viviera lo suficiente, aunque suele ser menos agresivo.
Los mitos de siempre (y por qué no debemos creérnoslos)

Docampo se detuvo también en mitos que parecen imposibles de erradicar. Uno de los más persistentes es el famoso “callo solar”, esa idea de que broncearse protege para futuras exposiciones. Nada más lejos de la realidad. El bronceado, recordó, es una señal de daño, un mecanismo de defensa del cuerpo ante la agresión del sol. No un escudo.
Y luego está esa correlación tramposa que circula en redes: “Los países que usan más crema solar tienen más cáncer de piel”. Docampo lo desmontó rápido: esas cifras se explican por otros factores, como poblaciones muy claras viviendo bajo una radiación altísima (Australia es el ejemplo perfecto).
Para detectar lesiones sospechosas, recordó dos herramientas sencillas pero muy útiles: el signo del patito feo, que consiste en fijarse en un lunar que no se parece a los demás, y la regla ABCDE, una guía para evaluar cambios en simetría, bordes, color, diámetro y evolución.
Protector solar: sí, funciona. Sí, es seguro.

Sobre los protectores solares, Docampo fue rotundo: funcionan. Y son seguros. “En los ensayos clínicos, quienes los usaban tenían menos cáncer de piel que quienes no”, dijo, desmontando así otro rumor recurrente.
Su recomendación es clara: elegir SPF 50, que sea de amplio espectro —protección frente a UVA y UVB— y fijarse en el símbolo del círculo alrededor de ‘UVA’. En cuanto a la eterna duda entre filtros químicos y físicos, ambos son eficaces. La única excepción que sugiere evitar es la oxibenzona, por su posible papel como disruptor endocrino.









